De izquierda a derecha, Fernando Veiga, Jorge Juan García y Humberto Fouz

De izquierda a derecha, Fernando Veiga, Jorge Juan García y Humberto Fouz

España TERRORISMO

Las últimas horas de Jorge, Humberto y Fernando, torturados por ETA al creer que eran policías

La novela 'Una tumba en el aire' recompone los últimos retazos de los tres gallegos asesinados en 1973, cuando ETA perfilaba la 'Operación Ogro'.

8 septiembre, 2019 02:32

Cuenta Adolfo García Ortega, en las primeras páginas de Una tumba en el aire, que Jorge, Fernando y Humberto "no podían imaginar que los sueños eran tan cortos". Los tres jóvenes gallegos acababan de proponerse irse a vivir a Irún. Querían encontrar un trabajo mejor, labrarse un futuro y lamer las mieles de la libertad que les brindaba vivir tan cerca de Francia. 

Pero hallaron a ETA y la muerte.

El autor recompone los pedazos de la historia de los tres jóvenes gallegos -uno de los episodios más oscuros, si cabe una graduación, en la trayectoria de ETA- y los cose con los diálogos y las descripciones que sólo se permiten en la literatura.

Humberto Fouz Escudero (29 años), Fernando Quiroga Veiga (25), Jorge Juan García Carneiro (23). Líder y con un don de lenguas que le dibujaba una alentadora carrera profesional, el primero; más taciturno y reflexivo, con el anhelo de encontrar una estabilidad vital, el segundo; de impulsiva inocencia, el tercero. Todos ellos coruñeses. Inquietos por las influencias rusas de la época, pero sin marcados anhelos político. 

Una tumba en el aire (Galaxia Gutenberg) es una constante cuenta atrás. De cómo los tres se marcharon a Irún, donde el escenario laboral era prometedor. De cómo las cosas empezaban a irles bien y decidieron cruzar la frontera para celebrar varias novedades que les unían más como amigos. Y de cómo encontraron el fin de sus días.

Portada de 'Una tumba en el aire'.

Portada de 'Una tumba en el aire'. Galaxia Gutenberg

El viaje a San Juan

Era 1973 y se les había ocurrido ver El último tango en París. Tiempos de Franco y prohibida en España, querían ver la película que no había pasado la censura. Que no se la contaran, ser ellos quienes la contasen. Y ya de paso, redondear la cita con una vuelta por alguna de las discotecas que salpicaban las carreteras del territorio francés.

Se vistieron con buenas galas y montaron en el Austin 1300 que Humberto había comprado gracias a la incipiente prosperidad que encontraban en Irún.

Se marcharon a San Juan de Luz y nunca volvieron.

Las familias de los tres gallegos se unieron en su desolación. Recorrieron las carreteras que Humberto, Fernando y Jorge pudieron recorrer en su ruta a San Juan de Luz, ansiosos de respuestas. Quizá habían caído con su coche por alguno de los precipicios, quizá se accidentaron en algún lugar recóndito. Quizá...

Y denunciaron su desaparición. No encontraron consuelo en las formas que recibieron por parte de un cansado guardia civil. El agente les dijo que estaban investigando decenas de casos de personas que se habían marchado sin dejar rastro.

Hasta ahí los hechos que se conocen por los testimonios de sus protagonistas.

La 'Operación Ogro'

Las pesquisas policiales apuntan a que se toparon con ETA. Si hemos dicho que eran tiempos de franquismo, también hay que apuntar a los planes que estaban pergeñando los terroristas. Bajo el nombre de Operación Ogro, ultimaban los flecos para atentar contra Carrero Blanco.

Los miembros de ETA se movían entonces con absoluta libertad por Francia. La cúpula de la banda, así como sus miembros más destacados, se encontraban a gusto entre connivencias -cuando no apoyos- locales.

A continuación los nombres de los terroristas implicados en el suceso: Tomás Pérez Revilla, alias Hueso; Manuel Murua Alberdi, CaseroCeferino Arévalo Imaz, El Ruso; Jesús de la Fuente Iruretagoyena, Basacarte; Prudencio Sudupe Azcune, Pruden; Sabino Achalandabaso Barandica, Sabin; Pedro Arquizu Leizarreta, El Quepa; y Lucio Ochoantesana Badiola, Luken.

Los etarras coincidieron con los gallegos en la discoteca La Licorne. Los primeros confundieron a los segundos con policías de incógnito. Convencidos de que seguían una pista en torno a la Operación Ogro, les asaltaron y se propusieron hacerles cantar.

Las últimas horas

Del gris lluvioso que marcan las primeras páginas del libro, Adolfo García pasa a un negro asfixiante. El dolor y la sangre se mezclan con el barro en una noche oscura. Apenas iluminada por los rótulos exteriores del antro que había reunido, de forma fatal, a los protagonistas de la historia; etarras y gallegos.

A Jorge lo mataron de un botellazo. A Humberto y a Fernando les llevaron a la playa, donde les sometieron a una paliza brutal. Cuando el escenario parece que no puede ser más oscuro, Adolfo García cuenta que a los gallegos les trasladan a una vieja casa apartada de Telesforo Monzón, histórico dirigente del PNV.

Del delirio a los golpes de lucidez, Humberto y Fernando hilan diálogos desesperados. Sus mentes batallan entre sus recuerdos de infancia y la frustración de los sueños rotos. En el presente sólo cabe dolor. Horas de tortura sin entender por qué les llaman txakurras [perros, en euskera; expresión que ETA y su entorno utilizaban de forma despectiva para hablar de los cuerpos policiales].

Nunca se han encontrado los cuerpos de Jorge, Humberto y Fernando. Las investigaciones han aportado retazos de sus últimas horas de vida, en aquel viaje fatídico a Francia. 

Adolfo García no entra en esas pesquisas, ni lo necesita. Su prosa sencilla -punto a favor para reflejar unos hechos atroces- habla de las tensiones sociales que se vivían en esos compases de 1973; del terror en el que se sumergieron los jóvenes gallegos. Un ensayo que recorre la linealidad histórica y se sumerge en la profundidad espiritual para explicar por qué Humberto, Jorge y Fernando no tienen una tumba. Si acaso, en el aire.