Ángel Garrido, Íñigo Henríquez de Luna, Fernando Martínez Vidal y Luis Asúa.

Ángel Garrido, Íñigo Henríquez de Luna, Fernando Martínez Vidal y Luis Asúa.

España PP

Garrido, el último que apaga la luz en el PP de Aguirre: entre deserciones y banquillos

Pablo Casado, un protegido de Aguirre, ha asestado el último golpe al grupo de fieles de la expresidenta del PP de Madrid que no estaba en prisión en unas listas donde ha habido empujones para entrar.

25 abril, 2019 03:11
Madrid

Si Esperanza Aguirre levantara la cabeza (políticamente hablando) se troncharía de risa. Tantos meses, con sus noches (e incluso algún año que otro), pergeñando un PP de Madrid tan fuerte como para convertirse en la reserva moral de la liberaldemocracia (y de paso plantarle cara al mismo Rajoy) y viene una aprendiz de aguirrista, Isabel Díaz Ayuso, y lo dinamita en dos días con unas listas a la Comunidad de Madrid y al Ayuntamiento donde lo más suave que ha habido han sido empujones y puñaladas.

Con lo que le había costado a la expresidenta madrileña ver a tres de sus principales colaboradores entre rejas (unos que le salieron rana) pero que supusieron el primer golpe al aguirrismo; ahora vienen otros partidos (Cs y Vox) a rematar la faena.

Sus dos vicepresidentes, Ignacio González y Francisco Granados, están inmersos en procesos judiciales por corrupción, y el principal organizador de su primera campaña, Alberto López Viejo, en prisión por el caso Gürtel. Pero ella se sobrepuso y consiguió seguir adelante con su proyecto acompañado de segundas espadas que asumieron los primeros puestos... Hasta las elecciones de 2019.

Lo primero que ha bajado de las nubes al PP madrileño son las expectativas. El runrún entre sus candidatos es que tendrán suerte si llegan a los 35 diputados en la Asamblea (qué lejos quedan los 67 de las mayorías absolutas de Esperanza). Y en el Ayuntamiento, ni siquiera ellos pueden firmar los 17 concejales, pese a que ahora cuentan con 21.

Esta situación ha hecho que cada familia, de esas que también tiene el PP aunque siempre se hable de las de otros partidos, trate de asegurarse un buen lugar para su fieles y puestos, lo que se dicen buenos puestos, no hay muchos.

El resultado: enfados, llamadas a Génova, avisos de FAES y hasta consultas al aznarismo más puro según las malas lenguas (dícese dos que son matrimonio) para intentar hacerse con un hueco. Y al que no le ha funcionado: marcha a Vox o a Ciudadanos.

Alberto López Viejo, Francisco Granados e Ignacio González.

Alberto López Viejo, Francisco Granados e Ignacio González.

"Se va la gente aunque sea de 13"

La espantada más sonada ha sido la del hasta hace unas semanas presidente de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido, que ha sido casi de todo en el PP de Madrid menos candidato. Fuentes próximas al político aseguran que lo que no pudo soportar Garrido es que se le sustituyera por una política sin experiencia ni tino que trabajó bajo sus órdenes. "Si hubiera venido un ministro de Rajoy o alguien de peso, Ángel hubiera ayudado al máximo. Pero Isabel...", se lamentan. 

Ni el premio de consolación que le ofreció Casado, número 4 a las listas europeas, le ha servido al político madrileño que ha optado por dar un portazo a la que fue su casa durante décadas para convertirse en el flamante número 13 de la candidatura de Ciudadanos a la Comunidad de Madrid. "La verdad es que que vaya de 13 un político con su experiencia no se entiende, pero todavía ahonda más en el problema que está teniendo Casado con la política de recursos humanos en su partido, que se va la gente aunque sea de 13", continúan las mismas fuentes.

Y Ciudadanos no ha sido el único partido en pescar en río revuelto. El que fuera número 2 con Esperanza Aguirre en el Ayuntamiento de Madrid, Íñigo Henríquez de Luna, ahora será el número 4 de Rocío Monasterio, la candidata de Vox a la Comunidad de Madrid. Según ha explicado el líder del PP en el Consistorio, José Luis Martínez-Almeida, no da el perfil, pero a Vox, le vale.

Uno de los más fieles servidores de Esperanza Aguirre, cuando estuvo en el Ayuntamiento y en la Comunidad, Fernando Martínez Vidal, tampoco era bien visto en el nuevo PP y ha sido recibido con los brazos abiertos (el número 4) para seguir siendo concejal madrileño pero esta vez con Vox y a las órdenes de Javier Ortega Smith.

Martínez Vidal no sólo fue uno de los consejeros más próximos a la expresidenta sino que se le atribuye el diseño de la famosa gaviota que, aunque cada vez más desdibujada, sigue siendo el logo del PP.

Y las deserciones continúan: otro de los concejales de distrito más conocidos en la época de Manzano y luego con Gallardón, Luis Asúa, también había quedado descolgado del que fuera su partido sobre todo tras disputarle la Presidencia del PP de Madrid a Cristina Cifuentes y erigiéndose como de los últimos representantes del reducto aguirristas en dar la batalla. Ahora será el número 7 de las listas municipales por Vox y con muchas esperanzas de tener acta.

"Y estas son las caras visibles, pero se ha ido mucha gente de las fundaciones del PP y de la parte más técnica... Y espera a ver si Vox gana, porque si consigue poder, tendrá más gente del PP dispuesta a trabajar con ellos", aclaran fuentes del PP.

La lucha de dos generaciones

En realidad, la destrucción del núcleo de Aguirre se explica más por la lucha de dos generaciones de populares que venían mirándose de reojo desde hace años que a diferencias ideológicas básicas. Si se les pregunta a los que se van y a los que se quedan, todos dirán que han bebido a boca llena el aznarismo, su versión esperanzista y han opositado, en mayor o menor medida, frente a los liberales de Gallardón.

Sin embargo, les separan 15 años más o menos. Cuando la 'generación Casado', de unos 40 años, empezaba a destacar en Nuevas Generaciones y en puestos de segunda línea; la 'generación Garrido', de unos 55, ya estaba gestionando contratos de limpieza, basuras o dirigiendo algún distrito.

Los más jóvenes siempre pensaron que ellos tenían que ser el nuevo PP, con el beneplácito de Aguirre que protegió y mimó siempre al hoy presidente nacional. Los otros, luchaban por seguir siendo PP mientras elegían bando entre Aguirre y Gallardón para no quedarse descolgados y colocaban la catapulta mirando a Génova, el objetivo final de todos.

Tras las primarias y la victoria de Pablo Casado, los más jóvenes han asumido su papel de liderazgo en la sede del PP pero también en Madrid, uno de los partidos más influidos por lo que pase en Génova. Y los otros, parecen viejo PP a su lado.

En cifras, Isabel Díaz Ayuso también tiene 40 años y su elegido para ser el número 2 a la Comunidad de Madrid, David Pérez, 46. La mayoría de los premiados con un puesto en la lista al Ayuntamiento de Madrid con Martínez-Almeida tiene menos de 45 años y su número 2, Andrea Levy, llegará al 26 de mayo con 35 recién cumplidos. Seguro que piensan que es su momento, aunque para los más mayores nunca haya llegado directamente.

Precisamente Levy es el ejemplo del tercer factor detonante que ha arrasado con el PP de Aguirre en Madrid: el desembarco de cargos que no tienen ningún apaño en otras listas y que Génova les ha mandado con un buen número a Madrid (una intrusión que en épocas pasadas ni se atreverían a hacerlo). Levy, Alicia Sánchez-Camacho o Regina Otaola son ejemplos de cómo sentirse pulpos en una cacharrería a través de una lista. 

Todo sumado, el cóctel molotov estaba servido. La apuesta es arriesgada y será Casado, al final, quien tenga las penas o las glorias tras el 26 de mayo.