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Más de 600 menores extranjeros no acompañados han llegado a España hasta julio de este año por el Estrecho de Gibraltar y "esto no ha hecho nada más que empezar", augura el experto en migraciones José Carlos Cabrera. Esta cifra representa dos niños al día.

Cabrera calcula que este año cruzarán el Estrecho 1.100 menores, lo que supone un 70% más que en 2016. Con los que han entrado hasta agosto ya podemos decir que 2017 se convertirá en el año con más llegada de menores a España desde que empezó "el fenómeno migratorio".

Cabrera conoce bien a estos chicos. Es el primer mediador intercultural de Andalucía, estudió en Marruecos, habla el dariya (dialecto árabe marroquí) y trabaja desde 1999 en el Centro de Menores de Nuestra Señora del Cobre de Algeciras.  

Según asegura, la desesperanza y la pobreza en ciertos barrios de Castillejos, en la frontera con Ceuta, son tales que a los chicos se les presentan dos opciones: "Marchar a Siria después de un proceso de radicalización en Marruecos, que les lleva a luchar por un falso islam" o "marcharse de su país e intentar buscarse la vida en Europa".

Agujero en la vigilancia 

En invierno llegan a la costa andaluza en camiones y autobuses, mientras que en verano lo hacen por vía marítima en patera, zodiac y, este año, en moto de agua. Un nuevo sistema que han utilizado alrededor de mil personas en los últimos dos meses, a un precio de entre 4.500 y 5.000 euros el trayecto.

Dos circunstancias han provocado el aumento de esta inmigración. Por un lado, la retirada de vigilancia marroquí en la costa por tener que ir a atender los disturbios del Rif. La otra, la activación de un nuevo flujo de embarcaciones que, partiendo de la fachada atlántica de Marruecos -concretamente de la localidad de Moulay Bousselham-, llega a las costas gaditanas, fundamentalmente a Barbate y Puerto de Santa María.

¿La causa? En esa zona "la mafia opera de forma potente" porque ha dejado de funcionar una parte del Sistema Integral de Vigilancia del Exterior (SIVE) que "lucha contra el narcotráfico y las redes de inmigración irregular". Este servicio de la Unión Europea, integrado en Frontex y gestionado por la Guardia Civil, no está operativo desde hace más de un año. Los narcotraficantes lo sabotearon y "no hay dinero para arreglarlo". No es la ruta más corta, quienes se adentran tardan hasta dos días en llegar, pero "está siendo fiable". Tampoco resulta económica, cuesta de 1.000 a 1.500 euros por pasajero.

Política "de emergencia"

En los últimos años los "centros de menores han mermado mucho" en capacidad y en recursos. La política que existe actualmente es "de emergencia". A los chavales detenidos los acaban metiendo en una "especie de campo de refugiados o en un camping público a merced de que cualquier persona de las mafias pueda tener contacto con ellos", denuncia Cabrera.

La gestión de migrantes menores en España es regional de modo que cuando un menor abandona un centro y aparece en otra comunidad "no se quieren hacer cargo de él y lo mandan de vuelta en un autobús, cuando eso debería estar prohibido porque los menores tienen que viajar acompañados".

Se carece de un "sistema integral" para afrontar esta problemática y los chicos acaban "errantes", hasta que llegan a los lugares que eligen. Para Cabrera "es una perversión del sistema porque los menores campan a sus anchas por la península, y por toda Europa, sin que se les pueda proteger".

10.000 menores desaparecidos en Europa

El sistema con el que se atiende a los menores extranjeros no acompañados en España es de 1984, anterior al "fenómeno de la migración". En el país "no existen centros de menores migrantes, sino que se les atiende en instituciones para menores", precisa este experto. La ley no preveía un perfil como el del menor migrante y por ello "no solo no lo protege en su tránsito, sino que aparece prácticamente como cómplice de las mafias que venden los viajes".

José Carlos Cabrera.

José Carlos Cabrera. Cedida

"Lo que interesa es que desaparezcan lo antes posible de la comunidad autónoma en cuestión y pase a ser el problema de otra", señala Cabrera. Eso genera que haya 10.000 menores inmigrantes desaparecidos en Europa, según los últimos datos de ACNUR.

"Con muy pocos recursos, estos chicos son capaces de moverse por toda Europa, pero viajan con unas expectativas que no se corresponden con la realidad en el continente", explica. Ese fracaso en el ideario del emigrante "es fatal", porque nadie quiere volver a su país con la decepción de no haber mejorado. "Esa frustración puede llevar a una radicalización, sacando dinero de actividades ilícitas".

Con primos y hermanos en el EI

Además, añade, "son adolescentes, volubles y víctimas fáciles para cualquiera de las mafias, entre las que están las del terrorismo". Y hay que tener en cuenta que provienen de las capas más excluidas de la sociedad marroquí y algunos tienen primos y hermanos luchando en el Estado Islámico en Siria.

Cabrera explica que con los atentados de Cataluña se ha visto la importancia de la coordinación entre los diferentes cuerpos policiales y recuerda que los países europeos han tenido que ceder parte de su soberanía a una agencia como Frontex para vigilar mejor las fronteras exteriores. "Se debería crear también una agencia europea de protección a la infancia", defiende. "Si existe un Frontex, ¿por qué no poner las bases de un Prodem, una agencia de protección a los menores, a la infancia?", se pregunta.

Cabrera observó tras impartir un curso el año pasado a la policía local que a las fuerzas de orden público "les hace falta formación en interculturalidad", para que se sientan en la seguridad y el conocimiento de "saber diferenciar una persona que pueda estar radicalizada de otra que está cumpliendo con las leyes".