Hace algunas décadas, allá en la isla metafórica que me vio nacer, me percaté de que cuando los escritores rusos –en aquel momento soviéticos—querían evadirse de la realidad agobiante, e incluso evitar la censura, ubicaban la trama de sus novelas en una galaxia lejana.

Te confieso que a punto estoy de hacer lo mismo. Entre tanto rifirrafe electoral y otros entretenimientos del patio, es más apetecible acercarnos a la imposible velocidad lumínica, irnos lejos de este ruido y, fundamentalmente, dejar atrás las discusiones –pequeñas– que sólo enturbian la realidad.

Es por ello que decido contarte algo recién publicado en la revista Nature, un trabajo científico precioso que nos acerca a la infinitud del universo revelado hace tan sólo un par de días.

Abróchate el cinturón porque hoy nos vamos lejos y cuando digo lejos hablo de unos 12.000 años luz. Es decir, el sitio al que te llevo se llega en 12.000 años si viajáramos constantemente a 299.792,458 kilómetros por segundo. Dejémoslo en: muy lejos.

Además de ir hasta ese punto tan distante, también viajaremos al pasado aproximadamente unos 12.000 años atrás, cuestión de sacar cuentas. Es entonces que el espectáculo está asegurado: veríamos a una estrella engullendo a un planeta, uno grande. Para hacernos una idea: un planeta que tiene 10 veces la masa de nuestro vecino Júpiter o, lo que es lo mismo, bastante más grande que donde vivimos.

Todo ocurre de manera drástica y, debido a que estamos en el espacio vacío, sólo es visual, no escuchamos el sonido de la devoración. Algo así como cuando vemos una película de acción en modo silencio.

Al final sólo queda una especie de eructo polvoriento. Hemos asistido, por primera vez, a una cena estelar.

¿Cómo ocurrió?

Este descubrimiento vino de la mano de un breve estallido de luz captado por un par de telescopios. Se trata de un final dramático, el destino de muchos planetas, incluido la Tierra.

Estos fenómenos se habían predicho hace algún tiempo, mas su frecuencia no era conocida, lo cual lo convierte en un hecho que ha emocionado a la comunidad científica, principalmente a los astrofísicos. ¡La predicción es una realidad! Se ha podido observar una suculenta comida de proporciones astronómicas.

El descubrimiento se produjo casi por casualidad. Los investigadores, autores del trabajo que te comento, estaban estudiando sistemas binarios de estrellas y, para ello, buscaban puntos en el cielo que mostraran rápidos aumentos de brillo. Tales fluctuaciones pueden ser señal de que dos estrellas se acercan lo suficiente como para que una succione materia de la otra.

Un suceso llamó la atención: un punto de luz se volvió 100 veces más brillante de lo que había sido. En primera instancia se pensó que sería el resultado de la fusión de dos estrellas. Luego de una segunda observación se desechó esta hipótesis. Los datos decían que la cantidad total de energía liberada en el destello era sólo una milésima parte de lo que habría sido si dos estrellas se hubiesen fusionado. Por otra parte, se observaba polvo frío en lugar del plasma caliente que normalmente indicaría una fusión entre estrellas.

La baja energía sugería que uno de los objetos, suponiendo que se tratara de una fusión de algún tipo, no era una estrella. En realidad, se trataba de un planeta gigante. Cuando la estrella se 'comió' al planeta, una corriente de polvo frío se alejó como si migas de pan fueran.

Varios científicos del campo afirman que probablemente las 'estrellas devoradoras de planetas' sean comunes en el universo. Sin embargo, los astrónomos sólo habían visto señales de estrellas preparándose para un tentempié planetario o restos sobrantes de una presunta comida estelar, nunca el proceso.

Haciendo símiles cercanos a nuestro día a día: todo parece indicar que una estrella en la flor de su vida podría consumir un planeta que se acercara demasiado a su órbita, una especie de almuerzo. En cambio, una estrella moribunda se tragaría a un planeta cuando el astro se hinche hasta convertirse en una gigante roja; aquí estaríamos hablando de una cena cósmica.

Según los datos, la estrella devoradora de planetas de este estudio se está convirtiendo en una gigante roja, pero aún se encuentra en las primeras fases de su transformación. Entonces el hecho observado sería una especie de cena temprana.

¿Es nuestro Sol un glotón en potencia?

Te puedo contar que el Sol evolucionará hasta convertirse en una estrella gigante roja y comerá a la Tierra en unos 5.000 millones de años. ¡Uff, menos mal que falta mucho! Ya tenemos bastante con las elecciones por todas partes como para preocuparnos por un Sol comilón.