La filósofa Lisa Herzog.

La filósofa Lisa Herzog. Cedida

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Lisa Herzog, la gurú alemana del trabajo: "Los empleados necesitan más voz cuando se habla de inteligencia artificial"

La también economista profundiza en su último libro, 'La salvación del trabajo', además de hablar sobre desigualdad, IA y el futuro de la democracia.

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El futuro de las empresas será dar más poder de decisión a sus trabajadores e igualar sueldos. Eso, o conducir a nuestras sociedades a un abismo de desigualdad que nos llevará al desastre económico y, quizás, político. Suena apocalíptico, pero para la autora de este diagnóstico, son ideas optimistas, porque significan que existe la posibilidad de ir a mejor.

La filósofa y economista Lisa Herzog (Núremberg, 1983), profesora en la Universidad de Groningen, en Países Bajos, publica en español por primera vez su influyente ensayo La salvación del trabajo (Herder, 2025), en el que plasma esta línea de pensamiento.

Se trata de una obra breve pero densa en la que repasa a los primeros filósofos liberales de la Ilustración, llega hasta la inteligencia artificial para denostar a la figura del "emprendedor hecho a sí mismo" y pedirnos que admitamos que todo trabajo es siempre colectivo.

La profesora atiende a ENCLAVE ODS y reflexiona sobre el estado actual de la IA —cuya explosión no se había producido aún cuando terminó su ensayo—, el futuro del trabajo y cómo este irá de la mano de la democracia.

El libro se publicó por primera vez en 2019, ¿se planteó si necesitaba una actualización?

Bueno, en medio estuvo la pandemia, tras la cual muchos de nosotros esperábamos un cambio estructural. Por ejemplo, mejores salarios para trabajadores esenciales como los sanitarios.

Lamentablemente, desde entonces los temas de las condiciones laborales y la justicia y la democracia en el trabajo han perdido atención. Pero los problemas estructurales de los que hablo en el libro siguen siendo los mismos, por desgracia, así que en ese sentido, no era necesaria una actualización.

En su libro explora dos salidas al mercado laboral, una más utópica, en la que las personas ganan poder en su espacio de trabajo, y otra distópica, en la que tecnologías como la IA empeoran los problemas de desigualdad. ¿Estamos más cerca de la segunda?

Ahora, en este momento, me temo que la tendencia distópica es más probable. La razón es que la IA es desarrollada y utilizada por empresas que se centran en los intereses de los clientes y los accionistas, mientras que los trabajadores son vistos demasiado a menudo como un factor de coste.

El impacto de la inteligencia artificial en el significado y la naturaleza del trabajo, y la distribución justa de los resultados, se estudian de manera insuficiente en esta cuestión. Los trabajadores necesitan urgentemente tener más voz en dónde y cómo se utiliza la IA, y quién se beneficia de ella.

¿La dimensión social es el componente principal para definir el trabajo?

En las sociedades modernas, el trabajo siempre es social en el sentido de que está dividido y cada uno de nosotros depende de que otras personas realicen otras formas de trabajo. Esa es también la razón por la que creo que los salarios muy desiguales no están justificados, porque todos formamos parte de un equipo de producción conjunto, por así decirlo. En términos prácticos, sin embargo, el trabajo puede organizarse de manera diferente, permitiendo más o menos contacto humano en la vida laboral diaria.

Pensadores como Émile Durkheim creían que la integración social en el lugar de trabajo es crucial para las sociedades modernas, porque permite una inclusión de personas con diferentes visiones del mundo. Por eso me preocupan las formas de trabajo que no dan a las personas oportunidades para socializar con otros y desarrollar lazos de solidaridad.

¿El culto moderno al "emprendedor solitario", del que habla en el ensayo, distorsiona el hecho de que el trabajo siempre colectivo?

Nos han dicho durante varias décadas que el trabajo tiene que ver solo con nuestras carreras, del éxito individual. Se ven muchas comparaciones con el deporte en esta retórica, pero no tanto de equipo, sino más bien carreras individuales.

Pero el trabajo no existe solo por nuestro propio interés en ganar, casi siempre está destinado a servir a otros, por ese nexo de dependencia mutua al que me he referido antes, y requiere esfuerzos colectivos. A pesar de la retórica individualista, mucha gente sabe que su trabajo está destinado a servir a otros y encuentra significado en ello.

Recupera en su texto a Adam Smith, considerado el padre del liberalismo y el libre mercado, pero le da un enfoque que podría describirse como casi humanista, y hasta cierto punto, incluso de ideas socialistas.

Sí, el Adam Smith histórico fue muy diferente de la reputación que tiene hoy. Si uno lee sus textos, y no solo unas pocas citas famosas sacadas de contexto, sus convicciones filosóficas se vuelven mucho más claras.

Era un humanista al que le importaba sobre todo el destino de la gente trabajadora normal. También le preocupaba el efecto del trabajo malo y rutinario en la vida mental y emocional de los trabajadores. Si quiere llamar a eso socialista, entonces tenía algunas ideas socialistas, pero creo que es algo que debería importar a todos, no solo a los socialistas.

¿El gran desafío del futuro es encontrar formas para que la sociedad ejerza control sobre los especialistas y sus creaciones, como los algoritmos?

Veo la amenaza en el hecho de que los algoritmos son desarrollados por empresas privadas, la mayoría de las cuales se mueven solo por lucro. Necesitamos suficientes especialistas que trabajen para instituciones públicas como universidades, organizaciones de la sociedad civil y agencias reguladoras, para asegurar que se tenga en cuenta el interés público cuando se legisle sobre algoritmos.

¿La democracia y el mundo trabajo están perdiendo la batalla contra el avance de la IA?

¡Espero que no! Pero estamos en una fase peligrosa, también porque la desigualdad material ha crecido mucho en las últimas décadas. Veo algo de esperanza en las iniciativas de la Unión Europea para regular la IA, pero también un gran riesgo en que este proceso sea influido precisamente por las empresas que se quiere regular. Si no logramos reducir la desigualdad material, recortando el poder de los ricos y mejorando las condiciones de los pobres para que tengan más oportunidades, todo irá a peor.

Parece que desde la política no se le presta mucha atención al mundo del trabajo, pero en su país, España, hay en este momento una comisión parlamentaria que está estudiando cómo dar más voz a los trabajadores, así que ¡hay alguien prestando algo de atención allí! Eso sí: si uno conoce la historia del mundo laboral, tiene claro que el cambio solo llega si se exige. Así que las recomendaciones de esta comisión probablemente solo se implementarán si la gente está dispuesta a luchar por ellas.

¿Existen precedentes históricos para la democratización de las empresas? ¿Y lograr esto no requiere un cambio fundamental en nuestro mismo concepto de propiedad?

Hoy puede parecer una idea extraña, pero en el desarrollo histórico europeo desde el siglo XIX, la llamada a dar más derechos a los trabajadores dentro de las empresas a menudo ha ido de la mano de las llamadas a la democratización en general.

En algunos países, continuó bien entrada la segunda mitad del siglo XX; mi país de origen, Alemania, aprobó su última gran Ley sobre Codeterminación en 1976 [normativa alemana creada tras la Segunda Guerra Mundial que permite la cogestión de las empresas entre capital y trabajo, aplicada en firmas como Volkswagen y que en parte se vendió como responsable del éxito económico de la República Federal alemana].

Así que en cierto sentido, pido un retorno a esta tradición, para continuar la lucha por los derechos de los trabajadores y la democratización de la economía.

Con respecto a la propiedad, la idea de que los accionistas poseen una empresa es en realidad legalmente incorrecta: la empresa es su propia entidad legal, y los accionistas tienen ciertos derechos, pero no poseen directamente las máquinas en una fábrica, por ejemplo.

Es diferente en las empresas familiares, pero allí, los propietarios son personalmente responsables del destino financiero de la empresa. Para las pequeñas y medianas empresas, que son a menudo de propiedad familiar, un modelo posible es convertirlas en cooperativas de trabajadores. Después de todo, los hijos de los propietarios a menudo no quieren hacerse cargo de todos modos, y podrían ser compradas por los empleados, en lugar de ser absorbidas por grandes corporaciones.

Lisa Herzog.

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¿Nos estamos alejando aún más de esa visión ideal de trabajo y sociedad?

En este momento, parece haber mucha apatía, con la gente todavía creyendo en el mantra neoliberal de "no hay alternativa" [una frase de Margaret Thatcher que usan en la actualidad algunos economistas neoliberales]. Pero no es cierto, existen muchas alternativas, grandes y pequeñas, hacia las que podemos trabajar.

La lucha por mejorar el sistema económico siempre se ha producido a saltos, no de manera lineal. Pero necesitamos saber cuáles son las alternativas cuando se abre una ventana de oportunidad política.

¿Nos dirigimos hacia un mundo de grandes organizaciones muy jerárquicas que coexisten con otras más pequeñas y horizontales, pero existiendo en burbujas separadas y aisladas?

En este momento, las formas más horizontales a menudo son pequeñas y existen en nichos. Pero el hecho de que lo hagan, y a menudo sean bastante exitosas, necesita ser más conocido.

¡Si estudias administración de empresas, en muchas universidades ni siquiera oirás que existen las cooperativas de trabajadores y otras formas organizativas más horizontales, esto realmente necesita cambiar! Si ocurriese, con suerte, ejercería presión sobre las empresas más grandes, deslegitimando sus jerarquías increíblemente empinadas, incluidos los increíblemente altos salarios de sus gerentes, y prepararía el terreno para cambios en su gobierno legal, dando más voz y poder a los trabajadores.