La transformación digital está cambiando la manera en que interactuamos con los servicios, especialmente en el sector financiero. Para participar plenamente en esta nueva realidad, el acceso a la tecnología se ha vuelto imprescindible.
Sin embargo, no todos los colectivos tienen el mismo nivel de acceso ni la misma facilidad para adaptarse. Las personas mayores, en particular, enfrentan desafíos que requieren atención y soluciones específicas.
Durante mucho tiempo, se creyó que esa generación se quedaría al margen de la digitalización. Sin embargo, la realidad demuestra que los usuarios sénior están adoptando cada vez más las herramientas digitales, especialmente en la gestión de sus finanzas. Esta adopción les proporciona mayor autonomía, seguridad y control sobre sus recursos.
La banca digital permite a las personas mayores realizar operaciones desde casa, sin necesidad de desplazarse ni depender de otros. Pueden consultar sus saldos, realizar transferencias, pagar facturas o solicitar productos financieros con comodidad y confianza. Esto supone un avance significativo hacia su inclusión plena en la economía digital y en la sociedad en general.
No obstante, este proceso no ocurre de forma automática. Para que las personas mayores puedan aprovechar realmente las ventajas de la digitalización, es necesario diseñar soluciones que sean accesibles, intuitivas y adaptadas a sus necesidades. Las entidades financieras tienen una gran responsabilidad en este sentido.
Aquí es donde el apoyo de socios tecnológicos con visión estratégica y compromiso social resulta fundamental. No basta con implementar las últimas innovaciones, sino que hay que acompañar a los usuarios y construir plataformas que tengan en cuenta sus capacidades y limitaciones. Esta colaboración garantiza que las soluciones digitales sean no solo eficientes, sino también inclusivas.
El reto, no dejar a nadie atrás en la digitalización de servicios.
Evitar que las personas mayores queden rezagadas implica reducir la brecha digital y promover su integración plena. La tecnología debe convertirse en una herramienta para potenciar su independencia y participación social. Cuando las plataformas se diseñan con empatía y atención a la accesibilidad, se genera un impacto positivo que va más allá de la funcionalidad técnica.
La inclusión digital también contribuye a mejorar la calidad de vida de las personas mayores, al habilitar su acceso a otros servicios esenciales, como la salud, el comercio electrónico o la administración pública. Además, les ayuda a combatir el aislamiento social, al fomentar la conexión con familiares y amigos a través de medios digitales.
Para el sector financiero, esta apuesta por la inclusión representa una oportunidad para ampliar su base de usuarios y mejorar la experiencia de clientes que buscan soluciones seguras y sencillas. La digitalización debe entenderse como un proceso que incluye a todos, sin dejar a nadie atrás.
Esto requiere voluntad, inversión y un enfoque humano que ponga en el centro las necesidades reales de las personas mayores. Solo así la tecnología podrá cumplir su verdadero propósito: facilitar la vida, empoderar a los usuarios y construir una sociedad más justa y cohesionada.
Para que esta transformación digital sea inclusiva, las entidades financieras deberán contar con el apoyo de partners tecnológicos con visión estratégica y compromiso social. Gracias a un acompañamiento adecuado, podrán integrar plenamente a todos los segmentos de la población en la nueva era digital.
La digitalización inclusiva, por lo tanto, no es solo un reto tecnológico. Es un compromiso social y ético que requiere visión, sensibilidad y esfuerzo. Invertir en este camino es apostar por una economía digital más equitativa, donde cada persona pueda aprovechar las oportunidades que ofrece la innovación, sin importar su edad.
*** Doris Seedorf es CEO de Softtek para España.