En este mundo tan interconectado, las decisiones que se toman en una parte del planeta pueden tener efectos en poblaciones a miles de kilómetros de distancia. Decisiones que viajan desde un despacho en una gran ciudad a una población pequeña en un entorno rural, conectándolas.

Decisiones que pasan de ser unas letras sobre un papel a un depósito vacío de agua potable, o una partida de semillas resilientes al cambio climático que nunca tocarán la tierra.

Se cumplen seis meses desde el anuncio de USAID —la agencia estadounidense de cooperación internacional— de recortar drásticamente los fondos destinados a ayuda humanitaria.

En Sudán, por ejemplo, un país con uno de los contextos más graves del planeta, la suspensión de fondos ha agudizado una emergencia nutricional extrema, por la cual 770.000 niños y niñas están en riesgo de desnutrición aguda severa.

En Níger, el cierre de programas financiados por USAID ha provocado la ruptura de existencias de alimentos terapéuticos y la reducción de la cobertura de atención nutricional en al menos un 15%.

Pero en ese tiempo de suspensión de pagos por parte de USAID, la red humana de Acción contra el Hambre que trabaja para mitigar el impacto de esas decisiones no ha caído.

En este periodo han continuado nuestras actividades esenciales usando fondos propios para asegurar así la asistencia para las personas con necesidades más agudas.

Todo esto mientras el cambio climático avanza, porque no entiende de calendarios, ni de temporadas, ni de cursos políticos. Las inundaciones extremas, las olas de calor o las sequías prolongadas no esperan.

Es un hecho que tres de cada cuatro personas en situación de hambre extrema viven actualmente en contextos altamente expuestos al calentamiento global; por ello, la decisión de USAID no ha hecho más que agravar la situación, exigirnos una gestión de la incertidumbre y marcar un antes y un después en la arquitectura global de la solidaridad.

Por eso hemos lanzado la campaña Cambio climático y hambre: COMPENSA actuar, una llamada a la acción dirigida especialmente a empresas y fundaciones. En este momento, las alianzas no son solo deseables: son vitales y beneficiosas en ambos sentidos.

Las empresas se sienten parte fundamental de la solución global gracias a una alianza estratégica que responde a sus necesidades e intereses.

Las ayudamos a alcanzar sus objetivos como un socio clave para poder cumplir con la nueva Directiva Europea de Sostenibilidad, ya que ofrecemos soluciones reales a largo plazo, con un impacto real en las comunidades y en el medioambiente. Esta alianza también les permite fortalecer su marca ante equipos, clientes y accionistas.

Porque compensa llevar agua limpia a comunidades arrasadas por conflictos o desastres climáticos. Compensa entregar semillas resilientes para que familias agricultoras puedan romper el círculo de pobreza y hambre.

Compensa curar la desnutrición infantil en tres semanas gracias a tratamientos. Compensa ayudar a personas en riesgo de exclusión social a encontrar empleo y acceso a una alimentación digna. Compensa reducir la huella ecológica de la acción humanitaria mediante innovación tecnológica.

Nuestra llamada obtiene respuesta porque las empresas entienden que el compromiso real con las personas y comunidades más vulnerables debe ser parte del núcleo de su modelo y forma de estar en el mundo.

Y no hablamos solo de filantropía, sino de alianzas estratégicas: de unir capacidades, innovación y redes para ofrecer respuestas efectivas y sostenibles a los grandes desafíos humanitarios de nuestro tiempo.

En Acción contra el Hambre lo constatamos cada día: alianzas que permiten llevar energía solar a comunidades aisladas, aplicar inteligencia artificial para anticipar crisis alimentarias o movilizar donaciones entre empleados y clientes con campañas de alto alcance. Ver los resultados nos compensa.

El mundo que queremos no se construye con menos ayuda, sino con más responsabilidad compartida. Y eso —la capacidad de sumar, de colaborar, de no mirar hacia otro lado— está en nuestras manos; esas son las que llenan un depósito con agua potable o que ayudan a que las semillas resilientes al cambio climático lleguen a la tierra, crezcan y den frutos.

Carmen Gayo es directora de Comunicación y Fundraising de Acción contra el Hambre España.