¿Quién puede estar en contra de la Agenda 2030?

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Opinión

¿Quién puede estar en contra de la Agenda 2030?

Todos estamos de acuerdo en los grandes conceptos que definen a la humanidad hasta que empezamos a concretarlos.

24 mayo, 2024 01:45

¿Quién puede negar que los seres humanos tenemos una dignidad que hay que respetar? Pero luego resulta que algunos usan el argumento de la dignidad para, por ejemplo, oponerse a la eutanasia, mientras que otros se manifiestan a favor de una “muerte digna”. ¿Quién puede estar en contra de la libertad? Pero en la práctica la libertad está siempre limitada: ponemos límite a cosas tan sencillas como la velocidad a la que podemos circular o a cosas más complicadas como la libertad de expresión. Unos entienden como un ejercicio de libertad lo que para otros es un insulto, o cuando menos una desinformación.

Todos estamos a favor de la igualdad y la no discriminación, pero, ¿igualdad es tratar a todo el mundo de la misma manera?, ¿De verdad se puede vivir sin discriminar? El lector que esté leyendo ahora este periódico es porque lo ha discriminado frente a otras posibles publicaciones.

Lo mismo podríamos decir de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la cabeza visible de la llamada Agenda 2030. Repasemos los 17 objetivos: ¿Quién puede estar en contra de acabar con el hambre en el mundo, de erradicar la pobreza, de cuidar el medio ambiente, de que todo el mundo tenga un trabajo digno o una educación de calidad? Y así hasta los 17 objetivos. Me atrevo a decir que nadie. Al fin y al cabo, no es más que una forma de mapear los grandes problemas que tiene el mundo actual.

Los 17 objetivos nos interpelan a todos. El problema es politizar los ODS y la Agenda 2030. No podemos dejar que nadie se apropie -e interprete a su modo- los ODS, porque si esto ocurre y los ODS se identifican con una opción política, de inmediato otros se pondrán en contra, no tanto por los ODS sino por la opción política a la que se asocien. Pero, que quede claro que los ODS son de todos. Parafraseando a un afamado estadista: Los ODS no pertenecen a nadie. Sólo al viento.

Como decíamos, las discrepancias pueden venir por cómo se concreten, es decir, por las 169 metas en que se concretan estos 17 objetivos. Cada uno de nosotros —con nuestros valores y nuestras creencias— podríamos repasar las 169 metas y seguramente nadie se encontrará a gusto con todas ellas. Estamos en un mundo en el que las cosas no siempre se hacen como a nosotros nos gustarían. Una opción es la de hacer una enmienda a la totalidad: como hay alguna meta con la que no estoy de acuerdo, pues lo rechazo todo. Estas posturas maximalistas casi nunca llevan a ninguna parte. Más bien nos paralizan.

Uno de los primeros profesores del IESE decía: “A mí no me deis óptimos; a mí dadme cositas que estén bien”. ¡Y era un profesor de finanzas el que lo decía, lo cual tiene todavía más mérito! Hay que aspirar a la excelencia, pero a la excelencia se llega paso a paso. O como dice un amigo mío valenciano: “Tota pedra fa paret”.

Otra opción es la de arremangarse y estar dispuesto a trabajar con aquellos que piensan distinto a uno y, usando las mismas herramientas que ellos, hacer que prevalezca la propia opinión. Recordemos la táctica política ideada por el Conde de Romanones: Dejemos que ellos hagan las leyes, que nosotros haremos los procedimientos. La batalla —no nos engañemos— se libra en los procedimientos. Quedarse en una esquina quejándose de lo mal que está el mundo, lo único que consigue es dejar el terreno libre al enemigo. Como dice la famosa frase: “Para que el mal triunfe en el mundo, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada”.

***Joan Fontrodona es profesor y director del Departamento de Ética Empresarial del IESE.