En pleno siglo XXI, cuando el mundo se enfoca hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), es imprescindible superar las contradicciones más estridentes. Esas que han sido incluidas en la Agenda 2030 como la trata de personas y la erradicación del trabajo forzado y otras formas de explotación.

La incongruencia que supone hoy hablar de sostenibilidad frente a la esclavitud que aún coexiste con estos propósitos hizo ineludible el compromiso de la mayoría de los Estados. En 2015, con la agenda 2030, 193 países se comprometieron a implementar los ODS, un plan de acción para promover el bienestar de las personas en todo el planeta y, entre otras cosas, poner fin a todas las formas de violencia y de discriminación contra mujeres, niñas y niños, con el fin de fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia.

La trata de personas, uno de los más flagrantes delitos contra la integridad de las personas, suele estar vinculada a la pobreza, las desigualdades, la migración irregular, las redes criminales de rango internacional y la violencia de género.

Entre otras cosas, los ODS se comprometen a poner fin a todas las formas de violencia y de discriminación contra las mujeres

El problema de la sociedad se encuentra como en muchos otros conceptos, en su propia definición. Y es que, a veces, se usa la palabra trata con ligereza, sin entender el peso de su significado.

La trata de personas es la captación, el transporte, el traslado y la acogida de personas, mediando la amenaza, el uso de la fuerza, el engaño o el abuso de poder en una situación de vulnerabilidad.

Pero no es trata por sí el acto, sino el fin. Ese propósito cruel que es obtener beneficios por la explotación de estos seres humanos en la prostitución, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud, la extracción de órganos o los matrimonios forzados, entre otros.

Por eso es fundamental que la ciudadanía tenga claro a qué nos referimos cuando hablamos de trata. A veces, leer una tribuna nos da opiniones más amplias sobre una situación concreta.

Otras, simplemente llama nuestra atención sobre la gravedad de una palabra de cinco letras que nos enseña que a nuestro lado hay personas que no pueden soñar con que su mundo sea sostenible, porque no es sostenible su propia existencia si la sociedad no consigue liberarlas del delito del que son víctimas.

Desde APRAMP trabajamos como organización pionera en la identificación directa de mujeres víctimas de trata con fines de explotación sexual para ofrecer alternativas reales mediante una atención integral a las víctimas. Entendemos que la asunción por la sociedad de la gravedad y la dimensión del problema es fundamental, al igual que su inclusión en la Agenda 2030 ayudará a combatir tan grave lacra.

Es un problema global que desde nuestra organización abordamos en España como país de destino. Pero la diversidad de Estados de origen se expande sobre el globo terráqueo.

A nuestro lado hay personas que no pueden soñar con que su mundo sea sostenible, porque no lo es su propia existencia

Atendemos a mujeres víctimas de Colombia, Nigeria, Rumania, Brasil o Paraguay, que han llegado a España engañadas, amenazadas o forzadas. Suelen encontrarse en situación irregular, sin acceso a trabajo, sin permiso de residencia, están aisladas y han vivido varias formas de violencia -sexual, física o psicológica-.

A veces la sociedad no tiene ojos para la huella que en ellas ha dejado la explotación. El estigma suele pesar sobre ellas y la demanda de servicios sexuales normaliza esta explotación.

En los últimos años, España ha desarrollado importantes avances jurídicos, políticos, planes y protocolos de coordinación entre instituciones, cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y organizaciones de la sociedad civil que ofrecen atención integral para víctimas de trata.

Pero aún queda una gran asignatura pendiente en nuestro país: trabajar para desestimular la demanda de servicios sexuales y de otras formas de explotación. Aunque nos sorprenda, España es uno de los tres primeros países de mayor demanda de prostitución. El aumento del número de mujeres y adolescentes extranjeras que llegan a España para ser explotadas sexualmente es el síntoma más evidente.

Falta mucho por hacer en materia de género (ODS 5) y educación (ODS 4). Hay que incidir en la prevención de la violencia de los hombres contra las mujeres y la normalización social de la demanda de servicios sexuales en los que la mujer es un objeto de consumo.

Los cuerpos de las mujeres no son mercancía que se compra y se vende: mientras haya demanda, habrá explotación. Muchos tratantes de personas seguirán obteniendo altos beneficios económicos, pero nunca garantizarán una vida digna a las mujeres de las que se lucran.

Los cuerpos de las mujeres no son mercancía que se compra y se vende: mientras haya demanda, habrá explotación

El ODS 8, que se centra en el trabajo decente, tiene como una de sus metas la eliminación del trabajo forzado, la esclavitud moderna, la trata de personas y el trabajo infantil.

El ODS 16 habla de paz y justicia y entre sus metas está poner fin a todas las formas de violencia y tortura contra niñas y niños, el maltrato, la explotación y la trata.

ODS son las siglas que trazarán un camino más sólido para mitigar los riesgos de convertirse en víctima de trata de personas. Para evitar que los explotadores aprovechen la vulnerabilidad de las personas. Pero es imprescindible el férreo compromiso de los Estados.

En el caso de España, necesitamos una legislación robusta y específica que mejore la prevención, la protección, la atención integral, la persecución del delito, los enjuiciamientos centrados en las víctimas, la coordinación entre instituciones y una ley que cumpla con los compromisos internacionales.

Desde APRAMP seguiremos luchando por ello, por ellas, como siempre. Seguiremos trabajando en buscar nuevas oportunidades de vida a las mujeres y niñas sobrevivientes de la trata.

***Rocío Mora es abogada y directora de APRAMP