Imagen de archivo del cementerio de Luarca, Asturias.

Imagen de archivo del cementerio de Luarca, Asturias. iStock

Historias

Los muertos también contaminan: un entierro desprende tanto CO₂ como un vuelo París-Nueva York

Cada vez surgen más alternativas ecológicas que reducen de manera drástica la polución de los funerales.

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Hay maneras de "morir reforestando y que tus cenizas sirvan para dar vida", asegura Ana González Alonso, socia fundadora de Recordarium, espacio especializado en entierros y despedidas ecológicas. Y es que, dice, cada vez son más las personas que apuestan por brindarle un funeral respetuoso con el medioambiente. 

Porque, incluso bajo tierra, el ser humano sigue contaminando. Según un estudio francés sobre impacto ecológico de las sepulturas, encargado por los servicios funerarios de la ciudad de París, un entierro tradicional puede llegar a producir hasta 833 kilos de CO₂.

Es decir, una inhumación de las de toda la vida, con su nicho, su lápida, su ataúd y sus flores —a veces sintéticas y, en demasiadas ocasiones, envueltas en plástico— contamina tanto como un avión de ida y vuelta desde la ciudad de París hasta la de Nueva York.

El motivo está en la composición del propio cuerpo humano, que a lo largo de la vida acumula metales pesados y otros contaminantes, como los microplásticos que ya se han encontrado en la sangre

Asimismo, los féretros o las urnas suelen fabricarse con materiales que no necesariamente son biodegradables. La conjunción de todos estos factores, además del cemento u hormigón utilizado para abrir y cerrar los nichos, provocan que se liberen contaminantes tanto a la atmósfera como, con el paso del tiempo, a las aguas subterráneas o al propio suelo. 

Contaminar desde la tumba

Según un estudio publicado en la revista científica Chemosphere, de Science Direct, en 2022, "la industria funeraria es capaz de concentrar y dispersar elementos peligrosos e, incluso, patógenos". Y todos ellos provienen tanto del proceso de inhumación como de la propia descomposición de los cuerpos. 

Aunque no solo eso; hoy en día, aseguran los autores de la investigación, uno de los principales problemas a nivel mundial es la "presión territorial" que sufren los cementerios debido al aumento de la población y, en especial, a su envejecimiento y, por tanto, el incremento de fallecimientos. 

Esto implica también, como recuerda González Alonso, que se tengan que trasladar los cementerios, con todo lo que supone tanto para las familias como para el propio ecosistema. Para los autores del estudio, esto supone "una presión constante sobre el planeta".

La investigación publicada en Chemosphere también matiza que cada vez son más los cementerios (a nivel global) que tratan los residuos y los gases contaminantes que provienen de la descomposición. Lo más problemático, indica el texto, son las sepulturas más antiguas, que no contaban con los aislantes adecuados. 

Un proceso complejo

Aunque no haya estudios exhaustivos sobre la polución de los entierros, en Estados Unidos sí que se han realizado varios —y en lo que a la inhumación se refiere, son muy similares a los de este lado del Atlántico—.

Según el Green Burial Council, que podría traducirse como el Consejo de Entierros Ecológicos del país americano, solo allí se utiliza el equivalente a más de 70.000 árboles cada año para fabricar ataúdes convencionales. Esta madera no es, necesariamente, certificada. 

Asimismo, la entidad asegura que el barnizado y tratamiento del material supone la utilización de compuesto químicos tóxicos que se pueden liberar al suelo durante la descomposición del ataúd. 

Además, anualmente se utilizarían cerca de 100.000 toneladas de acero y 2.700 toneladas de cobre y bronce para fabricar adornos y estructuras funerarias. Por su parte, la fabricación de lápidas, bóvedas y nichos consumiría cerca de 1,6 millones de toneladas de hormigón al año.

Pero tal y como explica la funeraria El Recuerdo en su página web, lo verdaderamente preocupante en que cada año se emplean cerca de 3 millones de litros de formaldehído, un compuesto "altamente tóxico" necesario para el embalsamiento. Además, añaden, "diversos estudios han evidenciado que sustancias como mercurio, arsénico y otros metales pesados también contaminan los suelos y aguas subterráneas debido a la filtración desde cementerios convencionales".

"Morir reforestando"

Sin embargo, cada vez existen más opciones para dar sepultura a nuestros seres queridos contaminando menos. Como cuenta a ENCLAVE ODS Ana González Alonso, se puede "morir reforestando" a la par que "se le da un trato mucho más respetuoso a la persona que ser va y a los que se quedan".

Y explica que desde ese bosque del recuerdo que es Recordarium no solo alimentan los árboles con las cenizas de las personas, sino que se encargan de que todo el proceso se realice con conciencia.

Su proyecto consiste en pensar los funerales con todo detalle, de principio a fin, para que sean 100% sostenibles y le devuelvan a la Tierra todo lo que esta nos dio en vida. 

Imagen de archivo del ecobosque funerario de Recordarium.

Imagen de archivo del ecobosque funerario de Recordarium. Cedida

Las urnas que utilizan, por ejemplo, son biodegradables, así que se descomponen junto a las cenizas. Sobre estas, por cierto, dice que "son sales minerales" y, por tanto, "no contaminan", sino todo lo contrario: alimentan la tierra. "A los cinco meses, la hierba donde se depositan sale de un verde menta, vivo", indica González Alonso.

Como ocurre con Recordarium, cada vez son más variadas las opciones para enterrar a un ser querido con una huella de carbono mínima o, incluso, negativa.