Límite de propiedad forestal en el incendio de Moonlight, que muestra una plantación recién establecida en tierra privada (derecha).

Límite de propiedad forestal en el incendio de Moonlight, que muestra una plantación recién establecida en tierra privada (derecha). Jacob Levine

Historias

Los bosques industriales privados corren más riesgo de sufrir megaincendios: así se podría evitar el desastre

Un estudio revela que los terrenos de explotación maderera presentan más probabilidad de incendios forestales de alta gravedad que los bosques públicos.

Más información: Los incendios forestales se apagan, pero qué pasa después: la naturaleza se regenera por sí misma (si la dejamos)

Mariana Goya
Publicada

Los bosques gestionados por empresas privadas tienen casi una vez y media más posibilidades de sufrir incendios de alta severidad que los públicos. O, por lo menos, esta es la conclusión a la que ha llegado una investigación publicada en la revista Global Change Biology

La hipótesis comenzó cuando se dieron cuenta de que los incendios forestales de Sierra Nevada, en el norte de California, se habían vuelto una amenaza constante. Y, a partir de ahí, pusieron el foco en un actor algo desconocido: la industria maderera

Y es que la diferencia no está únicamente en el azar ni en el clima extremo —cada vez más habitual por el cambio climático—, sino en cómo se gestionan estos paisajes.

La silvicultura industrial, por ejemplo, basada en talas rasas y reforestaciones en cuadrículas compactas, produce masas de árboles densos y homogéneos. Son auténticas "mechas verdes" listas para arder. 

"Se puede pensar en apilar un montón de cerillas en una cuadrícula; eso arderá mucho mejor que si se tienen dispersas en grupos más pequeños", indicaba Jacob Levine, investigador postdoctoral de la Universidad de Illinois y autor principal del estudio.

Antes del fuego

El hallazgo se realizó a partir de los datos LiDAR (detección y alcance de luz) recopilados en 2018. Fue apenas un año antes de que la región sufriera cinco megaincendios, entre ellos el devastador Dixie, el mayor en la historia de California que arrasó más de 390.000 hectáreas. 

Los sensores LiDAR lanzaron miles de millones de pulsos láser desde el aire, creando mapas tridimensionales del paisaje con precisión milimétrica. Y este retrato permitió a los investigadores comparar la estructura de bosques públicos, privados e industriales justo antes de que fueran consumidos por las llamas.

11 años después del incendio Moonlight de 2007 (izquierda).

11 años después del incendio Moonlight de 2007 (izquierda). Jacob Levine

"Tenemos una imagen muy detallada de cómo se veía el bosque inmediatamente antes de estos incendios masivos. Es algo increíblemente valioso", señaló Levine.

Motivo por el que, aseguraba que "comprender las estructuras forestales que provocan incendios de alta gravedad permite definir estrategias de mitigación para anticiparnos a este problema y, al mismo tiempo, producir suficiente madera para satisfacer la demanda del mercado".

El peso de la densidad

El estudio identifica un factor clave: la densidad de troncos, es decir, el número de árboles por hectárea. Y es que, en condiciones climáticas extremas —altas temperaturas, sequías y vientos fuertes—, este indicador se convierte en el principal predictor de incendios de alta severidad.

En los bosques industriales, los árboles crecen a distancias regulares, con escaso espacio entre sus copas. Además, la vegetación del sotobosque suele formar una "escalera" continua hacia el dosel superior.

Esta configuración facilita que el fuego ascienda rápidamente y, una vez allí, se propague de copa en copa con enorme intensidad, liberando chispas y brasas que viajan kilómetros y alimentan nuevos focos.

Por contraste, los bosques públicos, aunque no exentos de riesgo, presentan mayor heterogeneidad: edades, tamaños y densidades variadas que interrumpen la continuidad del combustible.

Aun así, los expertos advierten que su gestión actual —limitada por litigios, burocracia y objetivos múltiples como el pastoreo, la recreación y la conservación— sigue siendo insuficiente para prevenir megaincendios.

Y es que la vulnerabilidad actual de Sierra Nevada no es nueva, sino que tiene raíces profundas. Durante siglos, los pueblos indígenas de California practicaron quemas controladas de baja intensidad para mantener paisajes abiertos, con claros y corredores naturales. Esa gestión tradicional reducía el material inflamable y favorecía ecosistemas más resilientes.

El terreno privado presenta muchos árboles de la misma altura, mientras que el terreno público presenta una mezcla de diferentes alturas, desde gris hasta rojo.

El terreno privado presenta muchos árboles de la misma altura, mientras que el terreno público presenta una mezcla de diferentes alturas, desde gris hasta rojo. Levine et. Alabama. (2025) Biografía del cambio global

Pero a finales del siglo XIX, el gobierno estadounidense prohibió estas prácticas e implantó una política estricta de supresión de incendios. Al eliminar tanto los fuegos naturales como los culturales, los bosques se densificaron progresivamente.

El resultado fue un exceso de combustible que hoy alimenta incendios de alta severidad, definidos como aquellos que matan al menos al 95% de los árboles del dosel.

Industria vs. gestión pública

Las empresas madereras defienden su papel como motor económico de comunidades rurales y fuente sostenible de recursos. Su estrategia dominante, la silvicultura de plantación, sigue un ciclo de 80 a 100 años. Esto se divide en tala rasa, reforestación en cuadrículas, crecimiento de masas densas y repetición del proceso.

Este modelo garantiza producción de madera, pero crea paisajes vulnerables al fuego. Y Levine lo explica sin rodeos: "Un incendio más grande puede alcanzar fácilmente el dosel en bosques densos. Luego, arrasa un árbol tras otro, arrojando trozos de material ardiendo kilómetros antes. Es otra historia".

Por su parte, las tierras públicas están sometidas a mandatos más complejos. Deben equilibrar usos recreativos, conservación de hábitats, producción maderera y preservación cultural.

Sin embargo, organizaciones ecologistas suelen presentar demandas contra proyectos de aclareo, paralizando acciones que podrían reducir la densidad de árboles.

¿Qué está en juego?

Los autores del estudio subrayan que la discusión no se limita al suministro de madera. La estructura forestal de Sierra Nevada influye en múltiples dimensiones.

Tal y como subrayaba Levine, "esto tiene importantes implicaciones para la madera, pero también para la captura de carbono, la calidad del agua, el hábitat de la vida silvestre y la recreación".

"Los arbustos y pastizales pueden ser hermosos, pero cuando pensamos en Sierra Nevada, nos imaginamos bosques majestuosos. Sin cambios significativos en la gestión forestal, las generaciones futuras podrían heredar un paisaje muy diferente al que apreciamos hoy", añadía. 

Pese al panorama sombrío, los investigadores mantienen cierto optimismo. El estudio demuestra que, incluso bajo condiciones climáticas extremas, reducir la densidad de árboles puede disminuir significativamente el riesgo de incendios catastróficos.

Las estrategias de aclareo —eliminar árboles pequeños y maduros de forma selectiva— imitan, en parte, la estructura que antaño producían los fuegos naturales e indígenas. Son, además, compatibles con la producción sostenible de madera, lo que abre la puerta a un equilibrio entre economía y resiliencia ecológica.

"Este es un hallazgo muy esperanzador", insistió Levine. "Podemos ajustar la gestión de estos paisajes para influir en la propagación de los incendios. Hacer bosques más abiertos y diversos los volverá más robustos en el futuro".