Una mujer artesana confecciona a mano unas alpargatas en Caravaca de la Cruz, Murcia.

Una mujer artesana confecciona a mano unas alpargatas en Caravaca de la Cruz, Murcia. Cedida

Historias

Del taller murciano al armario real: la historia detrás del calzado más sostenible

Las alpargatas de yute son la seña de Caravaca de la Cruz. Allí se reivindica un oficio centenario que combina tradición y respeto medioambiental.

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En Picón se muestran muy orgullosos. Aunque no presumen, en las paredes de sus oficinas se exhiben recortes de prensa con la misma protagonista: Doña Letizia. Esta fábrica de alpargatas, situada en Caravaca de la Cruz, en el noroeste de la Región de Murcia, provee de muchos de los zapatos usados por la Reina.

No es, desde luego, su único calzado icónico, pero sí uno de los más recurrentes cada verano. Tampoco es esta marca su única proveedora. Pero sí importante.

Es cierto que la influencia real, entre otras, ha convertido este humilde accesorio en tendencia global. Pero no lo es menos que la moda a nivel internacional también lo hizo subiéndolo a la pasarela. Y en Caravaca lo saben, pero no se ponen medallas por ello.

Siguen trabajando e innovando en la medida de sus posibilidades. Porque también saben que el mérito le corresponde igualmente a un oficio que ha sobrevivido como una montaña rusa y que se ha reconvertido a pesar de guerras, crisis y cambios de tendencias.

Como patrimonio nacional, podría decirse que ha sabido salir reforzado. Y de ello ha dependido una maquinaria construida a base de oficio, tradición y personas.

Aquí huele a yute

Puede que al pisar las calles caravaqueñas se sienta el olor a yute. No sería raro. El pueblo está volcado en este trabajo artesano. Antaño, se podía ver y también oler desde los patios y corrales donde las suelas de este calzado popular se cosían a mano.

Ya no se ven esos grupos de mujeres trabajando. Hoy el trabajo especializado vive del pasado, pero se combina con maquinaria de precisión, incluso con la más alta tecnología en 3D y también con la inteligencia artificial. Quedan, desde luego, las manos con el oficio de siempre, el ingenio enriquecido por la cultura y el alma que ilumina la creación.

Es hasta cierto punto real esa sensación de olor a yute. Porque, aunque el trabajo de la alpargata continúe como símbolo de sostenibilidad de una tradición y un oficio, en estas tierras dejó de cultivarse en el siglo pasado.

A finales de la Edad Media en Murcia existía una floreciente industria de la alpargata.

A finales de la Edad Media en Murcia existía una floreciente industria de la alpargata.

También dejó de crecer el cáñamo con el que se sustituyó, en este caso por una prohibición de los años 60, por entenderse que además de la fibra con la que se hacían alpargatas, el cáñamo era origen de sustancias alucinógenas.

Hoy no se cultiva como ocurría en el siglo XVII, cuando esta fibra se introdujo combinada con el esparto, tradicional y de gran fortaleza.

La historia es la gran cómplice que refuerza estos relatos. En este caso no hay casualidad que exista ni que resista. Durante la época romana, Cartagena, localidad murciana a algo más de 100 kilómetros de Caravaca, era denominada Carthago Spartaria, por la abundancia de esparto en sus campos. Aparte de que ese material se exportaba a todo el Imperio, quedan muestras de calzado del siglo VI. 

Ya a finales de la Edad Media y durante el Renacimiento, en Murcia existía una floreciente industria de la alpargata derivada de la riqueza de estos cultivos, pero también de cáñamo.

Así lo atestiguan las ordenanzas de alparceros de los concejos de Cehegín y Caravaca que, hacia 1550, regulaban precios, puntadas y tallas entre los diferentes gremios de artesanos.

El yute llegó siglos más tarde desde Asia, revestido de un prestigio de mayor flexibilidad y brillo natural. En cuanto a la alpargata, en el siglo XIX, se convirtió en calzado popular de labradores y pescadores. Y a mediados del XX vivió un doble gran salto a la fama internacional.

En primer lugar, cuando actrices como Rita Hayworth o artistas como Picasso las lucieron en los años 40, en su versión más popular, la esparteña.

En segundo, y definitivamente, cuando en 1971 Yves Saint Laurent las subió a una pasarela ya con cuña, asociado con Lorenzo Castañer e Isabel Sauras, encargados de la marca española Castañer, a quieres conoció durante una feria de moda en París. Había nacido un objeto de deseo.

La exportación continúa

El yute como materia prima ha continuado viajando desde Asia, especialmente desde países como Bangladés. Pero el producto procesado español es vendido al exterior como en su día se exportaba el esparto. De hecho, el sector factura más de 200 millones de euros, con la mitad destinada a exportaciones. 

El negocio significa cerca del 3,5% del total de las ventas nacionales de calzado y ofrece empleo directo a casi 2.000 personas, distribuidas en fábricas y pequeños talleres agrupados en unas 150 empresas familiares.

Siendo esto importante, no lo es menos el hecho de que cada par de alpargatas pasa por una media de 80 manos expertas, en un proceso que mantiene su espíritu artesanal, por más que haya unido la tecnología inherente a la transformación empresarial de este siglo y del pasado.

Valor manual añadido

La consideración de calzado artesanal de Caravaca responde a su minucioso proceso de elaboración.

En primer lugar, desde la fibra que llega a las fábricas, se trabaja un trenzado inicial que le otorga la consistencia y resistencia de la que siempre hace gala; el urdido define la talla y forma; el cosido, muchas veces manual, une con hilo encerado las piezas; y el moldeado final fija la horma y añade caucho natural a la suela que en muchas de las fábricas se pega a base de calor.

Cada par de alpargatas pasa por una media de 80 manos expertas.

Cada par de alpargatas pasa por una media de 80 manos expertas. Cedida

Incluso, en algunos talleres todavía se mantiene la tradición de marcar con iniciales la parte interior, una práctica que en origen servía para identificar al profesional responsable del cosido.

Aunque el yute ya no se cultiva en la zona, su transformación mantiene viva una industria basada en la sostenibilidad y en la economía circular.

En algunas fábricas se puede ver cómo las cuñas se rellenan con recortes de fibra sobrante, por ejemplo. Muchas usan cola al agua para pegar, en absoluto tóxica, y en todas ellas se trabaja reforzando el concepto de bajo impacto ambiental. 

El moldeado final fija la horma y añade caucho natural a la suela.

El moldeado final fija la horma y añade caucho natural a la suela.

A todo ello debe añadirse que el yute es un material 100% natural, biodegradable y reciclable. Su cultivo no necesita irrigación artificial: crece con el agua de la lluvia, sin pesticidas químicos y fijando carbono en el suelo.

En Caravaca, además, las fábricas están experimentando con fibras locales a partir de la cáscara de almendra o la cascarilla de arroz. 

Patrimonio inmaterial 

Si algo no se grita en Caravaca es "viva Cartagena". El orgullo de que su producción sea de cercanía no es suficiente. Tampoco que gracias a ello contribuyan a reducir la huella de carbono o que con su actividad fortalezcan el empleo local.

No se conforman con que casi todas las fábricas sean empresas vivas desde hace varias generaciones, ni sacan pecho porque hoy sus responsables hablen idiomas y ofrezcan su estilo por el mundo.

Siguen trabajando para mejorar sus técnicas. También para retener y atraer talento, especialmente de las jóvenes generaciones. Es fundamental que se conozca su labor. Que se sepa que empresas como Castellers realizan las alpargatas de grandes marcas internacionales.

El 90% de su producción se deriva a la exportación.

El 90% de su producción se deriva a la exportación.

O que las que llevan la marca Picón pueden adquirirse en los grandes almacenes Sachs o Harrods, de Nueva York y Londres. De hecho, más allá de que colaboren con diseñadores españoles, el 90 por ciento de su producción se deriva a la exportación. 

Es igualmente importante la labor de diversificación de empresas como Perssan que está trabajando no solo en prendas de punto, por ejemplo, con el creador español Juan Carlos Mesa, director creativo de Maison Mesa, sino también en tejidos capaces de rebajar el calor del cuerpo.

En todos estos éxitos y del reto de la transformación tiene su protagonismo CALZIA, Asociación de Industrias del Calzado y Alpargatas del noroeste murciano, nacida en 2003, que cuenta con el apoyo del Info de Murcia y agrupa a la gran mayoría de las empresas locales.

Con ellas trabaja para preservar el legado, modernizar el sector y garantizar que las fábricas logren proyección internacional. La adaptación a los tiempos sin perder su esencia es su leit motif.

Por ello, entre diferentes acontecimientos entre los que se cuenta la participación en ferias nacionales e internacionales, la asociación lleva nueve años organizando el encuentro internacional YOUTE Festival que, lejos de considerarse una feria, se conceptualiza como un manifiesto. Se trata de dar a conocer el trabajo que hay detrás de una alpargata, sinónimo de lujo sostenible y orgullo local. 

Entre demostraciones en vivo, exposiciones y desfiles, el evento es la manifestación de que su artesanía está viva, pero también de que nuevos diseñadores y marcas se unen a clásicas ya nombradas o a otras como Euforia, Maypol o Yute de Caravaca.

Es muestra de un patrimonio inmaterial que forma parte del ADN murciano. No es casual que, en su última edición, diseñadores y empresas zapateras de Japón y Estados Unidos, por ejemplo, viajaran expresamente para aprender técnicas centenarias que en Caravaca se siguen transmitiendo de abuelos a nietos.

El negocio significa cerca del 3,5% del total de las ventas nacionales de calzado.

El negocio significa cerca del 3,5% del total de las ventas nacionales de calzado. Cedida

Por ello, en el sector viven como trascendental la necesidad de lograr la Denominación de Origen "Calzado de Yute de Caravaca". Por un lado, blindaría su autenticidad frente a imitaciones asiáticas. Por otro, contribuiría a mantener la calidad, combatiendo la precariedad.

Y, además, sería una fórmula ya probada para reconocer el valor añadido que suponen la tradición, la transformación y la sostenibilidad.

Todo ello haría comprender un precio acorde con la oferta. Como dicen en Picón, si reflejasen en el precio final el trabajo, los materiales y las fórmulas de sostenibilidad utilizadas, "no venderíamos un zapato".

Mientras tanto, las alpargatas de Caravaca siguen partiendo de talleres centenarios para lucirse en escaparates de Milán, París, Tokio o Nueva York. Y la localidad murciana se prepara para celebrar el próximo año la décima edición del YOUTE festival. En él volverá a brillar este material tan humilde como resistente, ejemplo vivo del lujo ético y consciente, símbolo cultural y estético.