
El cambio climático acelera el derretimiento de los polos. Istock
El Ártico podría perder su capacidad como sumidero de carbono: así afecta el colapso de la criosfera en el ecosistema
Un estudio liderado por la Universidad Ártica de Noruega advierte que la pérdida de hielo en fiordos está alterando los ciclos marinos de carbono.
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En la Bahía Kings (Kongsfjorden), al norte de Svalbard, el avance cada vez más acelerado del calentamiento global está desatando transformaciones profundas.
La investigación, encabezada por Jochen Knies desde el Centro de Investigación Polar iC3 de la Universidad Ártica de Noruega (UiT), revela señales alarmantes. Los fiordos árticos están perdiendo eficacia como sumideros de carbono y su estructura ecológica se está viendo comprometida.
El quid de la cuestión es que en la base de las tramas alimentarias marinas, el fitoplancton juega un rol esencial, no solo como alimento, sino como capturador de CO₂ atmosférico. Y cuando muere, su carbono se hunde hacia el fondo oceánico, almacenándose durante siglos.
Ahora, el estudio demuestra que, con el retroceso del hielo, se genera en principio un incremento de la luz solar y un crecimiento fitoplanctónico notable. Sin embargo, las nuevas condiciones ambientales podrían revertir este beneficio.
Durante ese fenómeno inicial, las aguas cálidas y estratificadas propician un aumento de la biomasa, pero también limitan la mezcla vertical necesaria para el aporte sostenido de nutrientes. Esta falta de mezcla impide que el carbono capturado descienda al fondo marino, reduciendo la eficiencia como sumidero.

El calentamiento global podría debilitar la capacidad de los fiordos árticos para almacenar carbono en la Bahía Kings en Svalbard. UiT
Otro factor clave es el agua proveniente del deshielo glacial, que dispensa nutrientes como fósforo y hierro —elementos vitales para el fitoplancton— en los fiordos. Con la desaparición de los glaciares, este aporte se vuelve irregular o podría cesar, afectando gravemente la disponibilidad de nutrientes.
Este proceso amenaza la estabilidad de la red trófica y la productividad total del ecosistema, desde el fitoplancton hasta los niveles superiores.
Lecciones del pasado
La investigación se basa en biomarcadores geológicos recogidos en sedimentos marinos que abarcan 14.000 años, desde la última era glacial hasta hoy.
Estos archivos muestran patrones repetitivos. Por ejemplo, durante periodos como el Younger Dryas, con gran cobertura de hielo, la productividad era baja, dominaban microalgas específicas para condiciones heladas y el secuestro de carbono era limitado.
Posteriormente, con el fin de esa extensión, el calentamiento provocó un deshielo masivo, mayor aporte de nutrientes y un florecimiento de diatomeas, incrementando la captura de carbono.
Sin embargo, durante el Holoceno Térmico (hace entre 10.000 y 6.000 años), una estratificación elevada limitó la mezcla de nutrientes y detuvo parcialmente el "bombeo biológico", reduciendo la cantidad de carbono depositado en el fondo.
Por eso, Knies lanza una alerta: si estos patrones históricos se repiten bajo el actual ritmo de calentamiento, la capacidad de los fiordos para acumular carbono podría colapsar, con repercusiones significativas en todo el Ártico.
Espejo del clima global
Esta región al norte del Círculo Polar no es solo una zona delicada y lejana, sino un termómetro del cambio climático global. El estudio enfatiza que lo que allí ocurre revela desafíos compartidos a nivel planetario. E indica Knies: "El futuro de los fiordos árticos refleja los retos que enfrentamos a nivel mundial".
Estos almacenan cantidades masivas de carbono orgánico. En la plataforma continental noruega, los primeros diez centímetros de sedimento contienen cerca de 814 millones de toneladas de carbono, del cual casi la mitad se deposita en los fiordos. Si su función se degrada, el CO₂ permanecerá en la atmósfera, exacerbando el calentamiento global.
Los hallazgos, publicados en Nature Communications Earth & Environment destacan que las transformaciones detectadas en Kongsfjorden son síntoma de procesos con alcance ártico y global.
Además, Knies lidera también el proyecto europeo i2B – Into The Blue, que busca comprender los climas de invernadero pasados para anticipar los del futuro. Y, a su vez, la unidad RU4 analiza la relación entre los cambios glaciales, la circulación oceánica y la vida marina.
Este estudio pone de manifiesto que sin frenar el calentamiento, los fiordos podrían dejar de absorber carbono e incluso convertirse en fuentes adicionales.