
Explotación de agricultura ecológica en Cuéllar (Segovia) ICAL
Producción ecológica vs. intensiva: por qué apostar por la sostenibilidad no solo salva el planeta, también su salud
Los regímenes de explotación agraria y ganadera que optan por una producción intensiva obtienen más cantidad, pero menor calidad.
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España puede presumir de muchas cosas, pero, sin duda, una de ellas, es de la posición del podio que ocupa en materia de producción ecológica. Nuestro país es líder desde hace años en esta materia, y encabeza la lista de países de la Unión Europea —y ocupa la sexta posición a nivel mundial—.
Sin embargo, la producción intensiva es algo que sigue primando. Las opciones a encontrar en tiendas, supermercados y restaurantes pocas veces cuenta con el título de 'eco'. Y sí, eso se nota en el precio.
Pero lo que quizá no sabía es que, más allá de las cuentas a dedillo para hacer la lista de la compra, esto también impacta en la salud del planeta y, por supuesto, también en la nuestra.
El uso de pesticidas, cebar a los animales destinados a consumo y procesos que producen mayores emisiones son solo alguno de los aspectos a tener en cuenta antes de llevarse un producto al carro. Porque lo barato puede acabar saliendo caro.
Agricultura en jaque
Desde la revolución verde industrial, la agricultura convencional basada en el uso de los insumos químico-sintéticos se ha planteado como una práctica agrícola aceptada como norma generalizada.
Esta, basada en la exagerada mecanización de las labores, la búsqueda de la productividad y rentabilidad máxima, monocultivos y organismos genéticamente modificados, se ha encontrado con una serie de problemas a nivel global que ponen en jaque este método de producción.
La escasez, la malnutrición (el hambre, la obesidad y las enfermedades relacionadas), el suministro excedentario y los costes adicionales, la contaminación de los alimentos, además de la pobreza, el cambio climático y la crisis financiera, son solo alguno de ellos.

Productos de agricultura ecológica. Shutterstock
Y así lo refleja el estudio Evidencias científicas sobre la producción ecológica: argumentos para el cuidado de nuestra salud y del planeta desde la producción ecológica, elaborado por la Sociedad Española de Agricultura Ecológica/Agroecología (SEAE).
Por ello, el grueso de este informe se centra en la creciente necesidad de alternativas que atiendan la cuestión sanitaria y medioambiental. Ante este panorama, es la agricultura ecológica la que se postula como solución a esta problemática global.
Pero, ¿qué beneficios presenta ante la normativizada agricultura intensiva? Pues, según muestra el citado estudio, los cultivos ecológicos promueven una mayor acumulación de carbono orgánico en el suelo, reducen la erosión y mantienen o mejoran las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo.
Además, al minimizar el uso de fertilizantes y pesticidas sintéticos, la producción ecológica evita la contaminación de acuíferos, reduce la pérdida de biodiversidad y disminuye la huella ambiental asociada al uso intensivo de energía y combustibles fósiles.
Esto también influye, a su vez, en la salud del consumidor, pues al estar exenta de estos químicos y sustancias sintéticas, son menos nocivos. Resultados de metaanálisis indican, del mismo modo, que los alimentos ecológicos tienen, en promedio, concentraciones superiores de compuestos beneficiosos como polifenoles, carotenoides y otros antioxidantes.
Menos producción, más calidad
De igual manera que en la agricultura, el progreso hacia una producción ecológica es igual —o incluso más—determinante en lo que a la ganadería o piscifactorías se refiere. Leche, carne, huevos... son sólo alguno de los productos que consumimos en nuestro día a día y que proceden de animales criados en regímenes intensivos.
En contra de la masificación de ganados, de una alimentación basada en cebar al animal y de la aplicación de antibióticos y hormonas para un mayor crecimiento de los ejemplares, la ganadería ecológica apuesta por un manejo que priorice la salud global del animal mediante condiciones que favorezcan un estado natural y de menor estrés.
Según la tesis Caracterización y viabilidad de la producción ecológica en el noroeste de España, algunas de estas estrategias se basan en la selección de razas adaptadas a los recursos locales, de modo que los animales puedan aprovechar eficientemente los pastos y forrajes producidos en la misma explotación, lo que reduce la necesidad de concentrados externos y, por ende, la carga de insumos químicos.

Dehesa Cinco Jotas.
Del mismo modo, la implementación de sistemas de pastoreo rotacional, que pretenden evitar el sobrepastoreo y asegurar la disponibilidad de forraje de calidad, contribuyen de esta forma a mejorar las condiciones de bienestar y salud del rebaño.
Sin embargo, estas medidas, aunque favorecen un ambiente que busca potenciar la salud a largo plazo del animal y reducir los residuos en la cadena alimentaria, implican a menudo un compromiso en términos de productividad, lo que se traduce en una menor producción por unidad de animal en comparación con el sistema intensivo.
Ante esto, María Castro, bióloga y directora de comunicación de Cinco Jotas, sentencia a ENCLAVE ODS que se trata de apostar por la calidad antes que por la cantidad. La emblemática marca de jamones españoles cuenta con una dehesa donde los animales se alimentan en función de sus necesidades, siempre con productos naturales (bellota en su mayoría), y la amplitud de hectáreas les permite estar ejercitados.
"Cuanto más se mueva el animal, más músculo generará y menos grasa tendrá, por lo que su calidad será de mayor nivel. Además, el ejercicio produce una proteína similar a la hemoglobina que hace que la carne tenga ese rojo característico de los ibéricos", explica Castro.
Esto, por supuesto, no sólo se ve reflejado en el plato, sino en la salud del consumidor. Volviendo a la anteriormente citada tesis, habla de una mejora composición nutricional que contribuye a la prevención y control de diversas patologías, así como una reducción en la exposición a hormonas y antibióticos, los cuales han sido relacionados con enfermedades crónicas, como las enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer.