Raphael Callou
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En un mundo en transformación, la cultura se ha reafirmado como un eje estratégico para el fortalecimiento de la democracia, la inclusión y el desarrollo sostenible.

En este contexto, Barcelona se convirtió, el pasado mes de septiembre, en el escenario de una serie de hitos decisivos para el futuro de las políticas culturales: la XXII Conferencia Iberoamericana de Ministras y Ministros de Cultura, el III Diálogo Ministerial del Grupo de Amigos para la Acción Climática Basada en la Cultura y la Conferencia Mundial de la UNESCO sobre Políticas Culturales y Desarrollo Sostenible (MONDIACULT 2025).

En ese sentido, el impacto de dichos espacios interconectados refleja la convergencia de tres dimensiones complementarias: la cooperación regional, la proyección global y el compromiso con la sostenibilidad desde la cultura.

Y, en conjunto, consolidan una visión iberoamericana que coloca a la cultura en el centro de las agendas públicas y las estrategias de desarrollo.

Para la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), la XXII Conferencia Iberoamericana supuso un punto de inflexión al reafirmar que no hay desarrollo pleno ni justicia social sin derechos culturales.

Desde su creación hace 76 años, la OEI ha actuado con firmeza en favor de la cultura iberoamericana, de su riqueza y de su diversidad, orientando sus esfuerzos a consolidar la cultura como una estrategia de desarrollo e integración regional, pero, sobre todo, como un derecho.

En el marco de la Conferencia, los ministerios de cultura iberoamericanos acordaron actualizar la Carta Cultural Iberoamericana, aprobada en 2006 por los jefes de Estado y de Gobierno, y reconocida como el principal instrumento vertebrador de la cooperación cultural regional.

Esta revisión, lejos de ser un mero ejercicio técnico, constituye una apuesta política para incorporar nuevas dimensiones de justicia cultural: la igualdad de género, el fortalecimiento de la diversidad lingüística, los derechos digitales y la conexión entre la cultura, el clima y la sostenibilidad.

Supone, en definitiva, reconocer que la cultura no solo refleja quiénes somos, sino que moldea las formas en las que convivimos, creamos y participamos en la vida pública.

Ilustración creada por la OEI.

Ilustración creada por la OEI. OEI

Como señaló el secretario general de la OEI, Mariano Jabonero, durante su intervención en la Conferencia, la cooperación cultural iberoamericana vive un momento de gran protagonismo político y social.

En este marco, la OEI, junto con los ministerios de cultura mencionados, defendió que, por su amplia contribución al desarrollo, la cultura debe contar con un objetivo de desarrollo sostenible específico que sea capaz de reflejar su impacto real en la agenda internacional, así como consolidar su papel como pilar esencial de las políticas públicas contemporáneas.

Además de los consensos alcanzados en la Conferencia ministerial, Barcelona también acogió el III Diálogo Ministerial del Grupo de Amigos para la Acción Climática Basada en la Cultura (GFCBCA, por sus siglas en inglés), una coalición internacional que reúne a más de 70 ministerios de cultura del mundo bajo la presidencia pro tempore de Brasil, y de los Emiratos Árabes Unidos, con el apoyo de la OEI.

El encuentro culminó con la adopción de la Declaración Ministerial 'La cultura como motor de la acción climática', que reconoce la cultura como un activo fundamental para la mitigación y la adaptación al cambio climático.

Así pues, insta a reconocer que no puede haber soluciones sostenibles sin derechos culturales, y que la sabiduría, la creatividad y los saberes tradicionales de los pueblos son parte esencial de la respuesta global ante la crisis climática.

Desde la OEI entendemos que esta convergencia entre la cultura y el clima representa uno de los mayores desafíos —y oportunidades— de nuestro tiempo: situar la cultura en el centro de la transición hacia modelos de desarrollo más justos, inclusivos y sostenibles, vinculados a las estrategias globales de acción climática.

Cerrando este ciclo, MONDIACULT 2025, la Conferencia Mundial de la Unesco sobre Políticas Culturales y Desarrollo Sostenible, reunió en Barcelona a más de 160 delegaciones bajo el liderazgo de dicho organismo y de España.

Igualmente, su Declaración Final reclamó el reconocimiento de la cultura como dimensión estructural del desarrollo sostenible y abogó por la creación de un objetivo de desarrollo sostenible específico para la cultura, para lo que reafirmó los principios de la Declaración de México (2022) y se alineó con las prioridades expresadas en la Declaración de la XXII Conferencia Iberoamericana de Ministras y Ministros de Cultura.

Así, Barcelona se consolidó como el punto de encuentro entre la agenda iberoamericana y la agenda global, donde los países de la región proyectaron una voz colectiva en defensa de los derechos culturales, la sostenibilidad y la justicia social.

Este espíritu de diálogo y cooperación confirma la vigencia de la comunidad cultural iberoamericana como un espacio vivo, solidario y capaz de generar consensos, impulsar políticas compartidas y contribuir de forma decisiva a los grandes debates internacionales.

Las declaraciones emanadas de Barcelona, tanto la de la Conferencia Iberoamericana de Cultura, como la del GFCBCA y de MONDIACULT 2025, coinciden en un mismo mensaje: la cultura no puede ser un componente periférico de las políticas de desarrollo. Requiere un reconocimiento estructural, institucional y presupuestario acorde con su impacto real en la vida de las personas.

En tiempos de desinformación, polarización y crisis climática, su papel es más relevante que nunca: fortalecer el pensamiento crítico, cultivar la empatía y abrir espacios de encuentro donde el diálogo, la memoria y la creatividad se conviertan en herramientas de cohesión y acción colectiva.

Por ello, desde la OEI reiteramos nuestro compromiso con la promoción de los derechos culturales como derechos humanos, la consolidación de la cooperación iberoamericana y el avance hacia un nuevo pacto global que garantice el reconocimiento de la cultura como una dimensión esencial del desarrollo humano y sostenible.

*** Raphael Callou es director general de Cultura de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI).