La psicóloga Ana M. Ángel Esteban.
Signos de que estás en una dependencia emocional y autoengaños para seguir ahí
Hay sumisión por tu parte porque necesitas el cariño que crees normal en una pareja, pero nunca llegará.
Más información: Así es como nos autoengañamos cuando estamos en una dependencia emocional
La dependencia emocional es una situación psicológica incómoda y angustiosa. Es más común de lo que pensamos y a menudo nos crea desesperanza, ilusión, confusión, tristeza... todo relacionado con cómo nos trata nuestra pareja. Esta sensación de inseguridad y desconcierto la compensamos, de manera inconsciente, con pensamientos irracionales que nos mantienen atrapados. Nos aferramos a un futuro idealizado que creemos que llegará, deseando con todas nuestras fuerzas que la situación mejore y que este malestar desaparezca.
Es como vivir en dos mundos paralelos. Por un lado, está la realidad que solo percibimos a ratos, cuando la actitud de nuestra pareja nos dice "no te veo", "no significas lo suficiente" o incluso nos muestra desprecio. En esos momentos sufrimos, pero, ¿qué hacemos? Lo ignoramos, lo relativizamos, lo suavizamos y lo atribuimos a factores externos: "No me llama porque está ocupado, está cansado, está agobiado, tiene problemas". Así, seguimos en ese ciclo hasta la próxima ocasión que nos vuelva a doler, y suele ser igual o peor.
A este tipo de pensamiento, que busca justificar y minimizar, se le llama distorsiones cognitivas. Son comunes en relaciones de dominación y sumisión encubiertas, y nos atrapan en un círculo tóxico. Estas distorsiones nos hacen interpretar la realidad selectivamente, reforzando nuestro miedo a romper la relación, al cambio, a la soledad o a no ser queridos. Las personas con personalidades estables tienden a evitar los cambios, y esta es otra de las razones por las que permanecen en este tipo de relaciones.
El miedo al cambio, al error o la culpa, junto con personalidades cuadriculadas, rutinas monótonas y una autoestima frágil, son factores que nos hacen tolerar comportamientos que no nos gustan, solo para sentirnos protegidos y evitar aquello que tememos. Estas distorsiones son razonamientos que fabricamos nosotros mismos o que adoptamos de nuestra pareja porque queremos creerlos. Nos cuesta aceptar que esos comportamientos de "no estoy" o "no existes" significan, en realidad, que no le importamos.
La dura realidad es esta: no le importas; solo se importa a sí mismo. Quizás, a veces, le resultas útil, pero siempre en función de sus intereses. Es difícil leer esto, pero aún más difícil es vivirlo. Quien está en esa situación lo sabe y lo siente. Estás atrapado en un círculo de manipulación, aunque quizá tu pareja no sea consciente de ello. Sin embargo, ha aprendido qué hacer o decir para que reacciones de la manera que más le conviene.
"No van a cambiar"
Hay sumisión por tu parte porque necesitas el cariño que crees normal en una pareja, pero nunca llegará. Sí, tal vez haya promesas y manipulaciones emocionales cuando te planteas irte: "Te prometo, te quiero, voy a cambiar, pero...". Es un ciclo que te devuelve al punto de partida. Quien escucha estas palabras, necesitado de amor, se sensibiliza y vuelve a caer en el bucle de duda y angustia. Así, el manipulador te retiene ofreciéndote lo que sabe que necesitas, pero solo temporalmente.
Este comportamiento manipulador no es algo nuevo para esa persona; forma parte de su historia de aprendizaje, de su forma de ser. No practican la comunicación ni la escucha activa, ni resuelven problemas de manera efectiva. Son impulsivos y buscan soluciones rápidas que, dependiendo de tu sensibilidad, pueden servir temporalmente o dejar de funcionar.
Debes saber algo: no va a cambiar jamás. Por mucho que desees que tu pareja cambie, ese comportamiento está profundamente arraigado. El amor no lo solucionará. Las personas no pueden cambiar su historia de aprendizaje si no están dispuestas a hacerlo.
¿Por qué tienes esperanza de que cambiará? Porque en tu sistema de creencias las relaciones de pareja deberían consistir en comprensión y mejora mutua. Te resulta difícil creer que esa dinámica sea permanente porque tú no eres así. Pero lo cierto es que no puedes esperar que alguien actúe de una manera que nunca ha aprendido.
Es un error querer a alguien que no te quiere, alguien para quien no importas. Las relaciones tóxicas son así: idas y venidas que solo refuerzan el sometimiento y la confusión. Estás atrapado en una espiral que te consume emocionalmente.
Amor equilibrado
El amor, en una relación sana, debería ser algo equilibrado. Los gestos de cariño, las caricias, el cuidado mutuo deberían ser la norma, no la excepción. Tenemos la idea errónea de que el amor trae sufrimiento, pero no es cierto. El amor real genera más amor y nos hace felices.
Quien permanece en una relación tóxica suele tener carencias afectivas previas. Sin embargo, quien se empareja con una persona tóxica debe entender que no podrá cambiarla. Ninguna pareja puede salvar ni recomponer psicológicamente al otro si este no quiere.
Salir de una relación así no es fácil, pero tampoco es imposible. Como con cualquier otra adicción, cuanto más daño te hace, más clara se vuelve la necesidad de dejarla. Solo necesitas ser consciente de tu situación, tener voluntad y buscar ayuda. Cuando lo logres, te sentirás libre, y esa libertad no tiene precio.
Signos de dependencia emocional
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Necesidad Constante de Aprobación: Buscar constantemente elogios o validación por parte de la pareja. Necesitamos que nos diga un sí verbal o emocional para sentirnos tranquilos. DEPENDEMOS de lo que el otro piense sin tener en cuenta lo que pensamos o necesitamos nosotros.
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Miedo intenso a la soledad: Evitamos planes o actividades que no incluyan a la pareja por si el otro se enfada, no nos sentimos seguros si estamos solos en alguna situación aunque sea con personas conocidas, personales o con amigos.
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Sacrificio de intereses personales: No hacemos lo que nos hace ilusión y priorizamos lo que el otro prefiere, lo sacrificamos siempre para mantener o no perder al otro, ya por costumbre pero con ese motivo interior. No contrariar al otro, agradar al otro... siempre el otro
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Celos desmedidos: Sentimientos recurrentes de inseguridad que llevan a la vigilancia o el control del comportamiento de la pareja.
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Falta de límites personales: No expresar necesidades o deseos personales por temor al conflicto es un error muy común que el otro aprovecha o que simplemente no es capaz de adivinar si no lo expresamos.
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Inadecuado manejo de conflictos: Falta de comunicación clara y asertiva, sin ser pasivos ni agresivos, sin ceder y sin dejarlos pasar...
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Idealización de la pareja: Él es la prioridad, gracias a él soy algo o alguien, él me lo da todo. Es peligrosísima la idealización, que es distinta a la ADMIRACIÓN, donde no hay dependencia.
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Dificultad para tomar decisiones independientes: "¿Y si me equivoco? ¿Y si le molesta? ¿Y si...? Se le consulta constantemente a la pareja y se es incapaz de decidir hasta las cosas más triviales.
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Necesidad de completitud en la pareja: Te sientes vacío e incompleto si el otro no está contigo.
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Sentimientos de ansiedad por la relación: Miedo al futuro e incluso al presente. Cada día se hacen preguntas compulsivas directas o encubiertas para comprobar cómo piensa o siente el otro.
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Dependencia emocional en decisiones financieras: Se prefiere o se consiente que el otro maneje y decida sobre el dinero, gastos, compras, presupuestos...
Recientes estudios psicológicos destacan la importancia de adoptar una actitud proactiva, que puede ser crucial para mejorar la autonomía emocional y fortalecer los límites personales, permitiendo relaciones más saludables y satisfactorias, sin por ello dejar de ser queridos y, al contrario, de ser tenidos más en cuenta.