El periodista Carlos Iserte, a la izquierda, junto a Antonio Gallego, a la derecha.

El periodista Carlos Iserte, a la izquierda, junto a Antonio Gallego, a la derecha.

Vivir OBITUARIO

Muere Antonio Gallego: la viña manchega pierde a uno de sus principales referentes

El periodista Carlos Iserte se despide de Antonio Gallego Herreros, de Bodegas Brujidero, en Villanueva de Alcardete (Toledo).

1 agosto, 2022 12:51

En los dos últimos años, la Cultura del Vino ha perdido a sus principales referentes en Castilla-La Mancha. La covid ha sido la principal causa. Carlos Falcó y Alfonso Cortina, bodegueros de Marqués de Griñón y Vallegarcía, respectivamente, eran los primeros en fallecer, allá por marzo de 2020. Un año después, Paco Uribe, de Bodegas Calzadilla, se sumaba a esta triste necrológica. Tres grandes de la viticultura castellano-manchega, mentores de la denominación de origen Pagos de España, dejaban huérfana a la viña regional. Sería una difícil labor narrar lo que estos bodegueros hicieron por el vino de Castilla-La Mancha. Su trabajo, investigación y dedicación situaron en el mapa vitivinícola algunas de las marcas, hoy por hoy, ineludibles en las cartas de los restaurantes más prestigiosos que se precien como tal.

Hace unas semanas, otro de los grandes de la viña manchega nos dejaba a causa de este virus que tantas vidas ha sesgado en España. Antonio Gallego Herreros, Don Antonio para el mundo del vino, fallecía en una clínica madrileña tras ingresar contagiado por la covid-19. Don Antonio, de Bodegas Brujidero, en Villanueva de Alcardete (Toledo), era un alquimista del vino, un sabio que conocía cómo criar el mosto fermentado y cómo dotarlo de cuerpo y alma para el placer de todos los hedonistas.

Brujidero es, tal vez, una de las bodegas más antiguas de Castilla-La Mancha, con más solera e historia y con una sacristía subterránea donde se guardan celosamente las pruebas alquimias, los coupages y gestaciones que a lo largo de los últimos cincuenta años del siglo pasado elaboró Don Antonio Gallego (presumo de conserva una de esas creaciones).

Conocía la cepa, sabía por dónde respiraba la uva y adivinaba desde que parte del terruño el racimo recibiría el alimento y nutrientes que necesitaba. ¿Cómo se llama ese conocimiento? Don Antonio dedicó toda su vida a buscar más allá del fermento, a experimentar al margen de aromas y sabores; mantenía un diálogo permanente con la viña, la amaba, y el terroir lo sabía, de ahí que fuera capaz de expresar toda su potencialidad en sus referencias, a pesar de que los vinos Brujidero no llegaron a ocupar el puesto que merecían.

¿Y por qué? Estoy convencido que Don Antonio no hacía vino para los mortales. No. Hacía vino para el Olimpo, para Dionisos… Hacía vino, como digo, para hedonistas amantes del paisaje, porque aquí, el de Villanueva de Alcardete, era capaz de embotellar el horizonte fundido con el cielo, las nubes que amenazan la tormenta del altiplanicie manchego, enfrascar el lugar que tantas veces observó, sentado en un mojón, como la línea infinita cuando cae sobre el majuelo sin que nadie, salvo él, lo apreciara.

Ha muerto Don Antonio, pero estoy convencido que su fermentado legado, su memoria humanista y vinícola permanecerá activa, gracias, en parte, a su albacea y compañera Miwa Hattori, una mujer que siempre estuvo al lado del "apóstol del vino", como así le llamaba el sumiller del restaurante Adolfo, de Toledo, Miguel Ángel de Arcos.

¡Por Don Antonio!, pero siempre… mejor con vino.