A Cipriano González se le conoce en Toledo como 'el amigo de los pobres' porque lleva dándoles de comer desde hace siete décadas sin recibir nada a cambio salvo agradecimiento. Nació el 26 de agosto de 1936, solo 40 días después del estallido de la Guerra Civil, en Menasalbas, un pequeño pueblo ganadero a 37 kilómetros de la capital toledana. Fue el tercero de los nueve hijos que un humilde matrimonio trajo al mundo en una época de muchas dificultades para salir adelante. Pero fueron las consecuencias del conflicto bélico que dividió sanguinariamente a los españoles en dos mitades las que pusieron el futuro imposible para decenas de miles de familias, entre ellas la del pequeño Cipri, que creció durante la posguerra pasando penurias, unas complicadas circunstancias que le marcarían para el resto de su vida.

"Yo he tenido la desgracia de vivir el hambre. O la suerte, porque del hambre que pasé siendo un niño fíjese lo que ha nacido", cuenta a EL ESPAÑOL - EL DIGITAL CLM sentado en un banco a pocos metros del medieval puente de San Martín de la ciudad imperial, a las puertas del modesto almacén de 'El Socorro de los Pobres'. Así se llama la ONG que fundó en 1953 y que una vez a la semana reparte a más de 70 familias con dificultades económicas bolsas llenas de alimentos donados por empresas y particulares de la provincia de Toledo.

Cipriano, con las dificultades físicas propias de sus 85 años y pese a haber padecido recientemente problemas en el corazón, sigue liderando un ejército de más de 15 voluntarios que, ataviados con sus características batas blancas, gestionan a diario las donaciones que van llegando, atienden a todos aquellos que se acercan por allí a pedir algo de comida y cada miércoles entregan lotes de leche, aceite, legumbres, azúcar, dulces o lo que se haya podido conseguir los días anteriores a todos los que forman una larga fila esperando que no les falte algo que echarse a la boca.

P. ¿Cómo empezó a ayudar a los demás?

R. En mi familia no teníamos nada y me mandaron a un monasterio de Santa María de Huerta, en la provincia de Soria, para que pudiese comer y educarme. Allí tenían vacas y despachaban leche. Cuando llevaba una semana vino una niña con los zapatos rotos y la falda rajada. En cuanto la vi pensé que era idéntica a una de mis hermanitas. (Al recordarlo se emociona y no puede contener las lágrimas). Llegó con una lecherita de tres cuartos de litro en la mano y me dijo que eran doce en la familia, pero que su padre estaba muy enfermo. Le pregunté si con esa cantidad tenían para todos y me respondió que no, que a ella ese día no le tocaba beber leche porque era el turno de otros hermanos. Yo allí era el último fraile, pero no podía consentir eso aunque me echasen a la calle. Le dije a la niña que viniese su madre a hablar conmigo y le llené de leche un lata de bonito de cinco kilos que ya tenían vacía, además de darles un par de cajas de galletas. A esa familia estuve dándole de comer durante mucho tiempo (Vuelven a saltársele las lágrimas).

P. ¿No le echaron del monasterio?

R. No, pero pensé que aunque me echasen tenía que hacerlo. Jesucristo dijo: "Haz caridad y no te preocupes de lo demás". 

En torno a esa frase ha construido Cipriano el resto de su vida. Una filosofía que, tras la experiencia del monasterio soriano, siguió aplicando a su regreso a Toledo, donde continuó varios años como religioso en el Convento de los Padres Carmelitas Descalzos. "Era un crío, pero los pobres me decían «padre, deme algo de comida». Yo les respondía que no me llamasen padre, que era su hermano, y que me acompañasen. Íbamos a pedir alimentos para ellos a la gente que tenía mucho, no a cualquiera", recuerda.

P. ¿Por qué dejó de ser fraile?

R. De vez en cuando venían mis padres desde Menasalbas a verme al convento y a comer conmigo en Toledo. Yo les preguntaba qué tal estaban y me respondían que muy mal. (Se emociona de nuevo y tiene que parar unos segundos). En ese momento se me caían los palos del gallinero y pensaba: "¿Qué hago yo aquí de fraile si podría estar ganando un sueldo para mi familia?". Además, me querían mandar a Nicaragua a hacerme cura, porque allí necesitaban una persona joven. Les dije a los Carmelitas que yo donde me iba era a mi casa, a dar de comer a mis padres y a mis hermanos, que lo necesitaban mucho. Me quedé con un pisito, lo arreglé e hice las matrículas a mis niños (se refiere a sus hermanos pequeños) en un colegio. Cuando vinieron del pueblo a la capital tenían preparados sus libros, su ropa y el calzado. A mi madre le compré unas sartenes y aceite para que pudiera guisar. La gente sabía que yo había sido fraile y que ayudaba a que los pobres tuviesen comida, así que venían a casa a pedirme, pero allí no tenía mucho para darles. Fue entonces cuando busqué que me dejasen un local y, para llenarlo de alimentos, me puse a recorrer las fincas de los alrededores de Toledo pidiendo que me diesen patatas, garbanzos o lo que hubiera.

Así fue como nació 'El Socorro de los Pobres', una organización con la que Cirpri ha ayudado durante toda su vida a miles de toledanos en aprietos, a familias en las que ha escaseado el trabajo, a inmigrantes sin casi nada. El antiguo religioso se casó, tuvo tres hijos y trabajó hasta la jubilación en Standard Eléctrica, una multinacional que desembarcó en Toledo en 1971 creando cientos de empleos. Por la mañana cumplía en la fábrica entre cables y conectores, pero por la tarde seguía ejerciendo la caridad en cuerpo y alma. Siempre pidiendo alimentos donde sobran para llevarlos donde hacían falta. Sin manejar jamás un solo billete o moneda que no fuese suyo.

P. ¿Por qué nunca ha aceptado dinero?

R. Cipriano González no ha tocado nunca dinero ni lo va a tocar. Como yo no iba sangrando a nadie, la gente me escuchaba. En cierta ocasión, en una finca antes de llegar a Mocejón (un pueblo cercano a Toledo), el dueño me dijo «aquí todo el mundo viene a pedir dinero y usted viene a pedir patatas». Así que no solo me dijo que me iba a dar patatas; también garbanzos. Llamé a la Academia de Infantería, les conté el caso y en un rato estaban los militares con dos camiones en el almacén, así que fuimos a la finca cargar entre todos. Si lo tuviese que hacer ahora...

P. ¿Está pensando en dejarlo y descansar?

Voy a seguir mientras pueda moverme. Además, estoy en la gloria con los voluntarios del 'El Socorro de los Pobres', que vienen con todo el gusto del mundo a ayudar y están preparados para continuar ellos solos con esta labor. Mi hija, aunque tiene su trabajo para ganarse su panecito con el sudor de su frente, también viene algunos ratos y va a seguir con esto.

Pese a que los informes oficiales dicen que la pobreza se ha reducido notablemente en Castilla-La Mancha durante los últimos años, y que la pobreza severa solo afecta al 3 % de los castellano-manchegos, Cipriano asegura que "cada vez hay más pobres" porque "la gente no puede trabajar" y porque "están echando gente de todos los sitios".

Hoy por hoy, su ONG las está pasando canutas para seguir atendiendo a todos ellos porque desde que comenzó la guerra en Ucrania las donaciones de alimentos se han reducido drásticamente y no llegan las provisiones suficientes. Casi toda la solidaridad se ha desviado hacia allí y lo más cercano ha quedado desatendido. Tanto es así que en el almacén solo hay unos cuantos litros de leche, unos pocos paquetes de pasta y unas cajas con dulces enviados por una conocida empresa turronera de la provincia. Desde 'El Socorro de los Pobres' han hecho un llamamiento a la población y al tejido empresarial toledanos para que hagan llegar comida y que el reparto del próximo miércoles no tenga que cancelarse, aunque a pocos días sigue estando en el aire.

P. ¿Quiénes están arrimando el hombro para pasar este bache?

R. Estamos esperando que lleguen muchos alimentos desde la universidad y desde un instituto. (Saca un papel con unas anotaciones escritas a mano). Se están portando muy bien Eurocaja Rural, Delaviuda con sus dulces, Rafael Finat desde la finca 'El Castañar', Seguros Solis, Grupo Tello Alimentación, la constructora Vistahermosa, los abogados de Toledo, José Navarro... Fíjese, el nieto de José Navarro, cuando iba a hacer la primera comunión, rompió la hucha para comprar alimentos para Cipriano. Tenía unos 500 euros, se fue al supermercado y nos trajo con su padre todo lo que habían comprado. ¡Qué detalle tuvo mi niño!

P. ¿Qué pasa con las Administraciones públicas?

R. Muchas veces he echado en falta su apoyo, y ahora lo estoy echando en falta. Nadie me pregunta qué necesito aunque gracias a ustedes, los medios de comunicación, saben por lo que estamos pasando. Yo tampoco les he llamado porque si les pido hoy alimentos nos llegan en agosto. Hay que hacer papeles para dar y tomar. No traen nada. Eso solo lo hizo Bono cuando era presidente de Castilla-La Mancha. Él vivía en el Palacio de Fuensalida y yo en el paseo de San Cristóbal. Como éramos vecinos paseábamos por allí y un día me preguntó qué tal estaba. Le dije que mal porque necesitaba alimentos. Me dijo que al día siguiente iba a tener un camión lleno en el almacén y, efectivamente, allí estuvo el camión.

Llama la atención que Cipriano González, una de las personas más queridas en Toledo, tenga que remontarse muy atrás en el tiempo para recordar uno de los pocos homenajes que ha recibido. Fue en 1984 cuando Radio Toledo, la actual Onda Cero, le reconoció como "toledano del año" junto al mítico ciclista Federico Martín Bahamontes, entre otros. Pero nunca hasta el momento ha sido distinguido institucionalmente por su labor solidaria. "Con los años que se llevan, creo yo alguien se debería haber preocupado y pensar que este señor se merece algo. Que no es para mí, que es para los pobres", dice. Porque siempre piensa en la misma clave: tener más alimentos para que nunca falten, como si aquella angustia del niño que pasó hambre durante la posguerra todavía no le hubiese abandonado.

P. Un político de la Comunidad de Madrid dijo hace unos días que él miraba por la calle y no veía dónde estaban los pobres. ¿Lo escuchó?

R. No lo escuché, pero a ese señor le diría que si se viene a ver a Cipriano le voy a demostrar si hay pobres o no. He estado en casas donde los niños dormían encima de unos cartones. Desde que yo puse esto siempre ha habido colas de 70, 80 o 100 personas esperando su comida todas las semanas. Al reparto de los miércoles viene gente de todos los pueblos de Toledo y de otros sitios de Castilla-La Mancha. Ahora necesitamos más alimentos si queremos darles comida a ellos y a las familias de Ucrania, que antes eran cuatro y ahora son diez, porque han tenido que acoger a familiares o amigos que han venido desde allí por la guerra. ¡Ojalá Dios quiera que se llene el almacén! No podemos dejarles sin que se puedan comer un buen cocido o unas judías.

Del joven fraile que se separó de su familia para poder comer queda en Cipriano González un hombre profundamente creyente, pero de esos que confían más en Dios que en la Iglesia, de los que opinan que el espíritu no puede alimentarse si antes no lo ha hecho el cuerpo. "Haz caridad y no te preocupes de lo demás", repite en varias ocasiones durante una entrevista en la que solo baja el tono en una ocasión, entre pudoroso y valiente por haber elegido hacer el bien a su manera: "Si tengo que ir a misa voy, pero prefiero estar dando de comer a los pobres que estar una hora dentro de la iglesia".