Ángel en su pescadería de Gálvez (Toledo).
Ángel, 37 años siendo el pescadero de un pueblo de Toledo: "Me da pena, pero este negocio está para dejarlo"
Es la cuarta generación de su familia de pescaderos y se unió al negocio al volver del servicio obligatorio militar con 22 años.
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A pesar de ser un país rodeado de mar, el pescado se ha convertido en un alimento casi de lujo en España. Desde 2008, la ingesta por persona ha caído en un 36,2 por ciento, propiciando el cierre de más de 5.000 pescaderías, según los datos del Ministerio de Pesca.
Este panorama desolador es el día a día de Ángel Gómez, que lleva 37 años regentando la pescadería que su bisabuelo en Gálvez (Toledo). "En el 2008 hubo una crisis que me bajó las ventas un 30% y desde entonces no he levantado cabeza", explica con resignación a EL ESPAÑOL - EL DIGITAL CLM.
Ángel es la cuarta generación de su familia de pescaderos y se unió al negocio al volver del servicio obligatorio militar con 22 años. Por aquel entonces este oficio era mucho más sencillo, ya que había menos artículos a la venta. "Solamente vendíamos la típica sardina, boquerones, pescadillas y caballas".
Ángel atendiendo a unas clientas en su pescadería de Gálvez (Toledo).
Ahora, la gente demanda otro tipo de pescados. "El atún rojo antes no se conocía y ahora se trae en temporada". La filosofía de este humilde emprendedor es ofrecer el mejor producto a su clientela, por ello, viaja personalmente a Mercamadrid dos o tres veces por semana para comprar pescado fresco.
"Voy con mi furgoneta y allí en la capital tengo mis proveedores y compro dependiendo de la relación calidad-precio", explica. Como mencionábamos al inicio, la crisis del 2008 fue un duro golpe, sin embargo, los problemas del 2025 son todavía más dramáticos debido a la fuerte subida de los costes del producto, la luz, los seguros sociales, cuotas de autónomos y un largo etcétera de pagarés.
Ángel junto a una de sus clientas habituales.
"El precio del pescado es elevado, lo sé. Ten en cuenta que desde que se pesca en alta mar hasta que llega aquí pasa por muchas manos y eso sube su valor", afirma.
Esto unido a la competencia de las grandes superficies y a un cambio de los hábitos de consumo en las nuevas generaciones que los alejan de este tipo de tiendas de barrio se crea la tormenta perfecta. "Los jóvenes no entran a mi pescadería, se van a los centros comerciales donde compran ropa, fruta y todo tipo de productos de una sola vez", lamenta el galveño.
En este sentido, Ángel percibe una barrera con el pescado entre los más jóvenes. "Escucho a muchos decir que no lo compran porque les huele la cocina o porque no saben cómo cocinarlo", subraya.
Género de Ángel.
Frente a la comodidad y los precios más reducidos de los supermercados, Ángel defiende la pescadería de toda la vida donde la calidad y la confianza con los clientes. "El pescado del súper es de peor calidad, está más atrasado" a lo que añade "yo he llegado a retirar un producto que no me ha gustado y le he dicho a mi cliente que no se lo llevara. ¿Eso en una gran superficie te lo van a decir?".
Otra de sus luchas diarias es el miedo al anisakis, un parásito común en algunas especies de pescado. "Si se fríe el pescado no pasa nada porque el bichito se muere. Si lo vas a comer crudo, hay que congelarlo", aconseja. Además, señala que "muchos pescados de acuicultura ya vienen libres de anisakis".
A pesar de su esfuerzo y empeño por sacar adelante el negocio de familia, Ángel tiene claro a sus 58 años que "este negocio está para dejarlo porque no llegamos a lo que tenemos que llegar para ganar dinero", lamenta a lo que confiesa que si mantiene la persiana subida es "porque es un negocio que heredé de mi padre. Y me da pena", concluye.