Destituido hace tan sólo unos días el consultor político por excelencia en este país, Iván Redondo, director del gabinete de Pedro Sánchez, parece que en el mercado de la asesoría política emerge un supuesto entendido, con ínfulas parecidas a las del exgurú sanchista aunque con lindes territoriales más reducidas. En una incendiaria carta a los medios, Vicente Romera Huerta, extesorero del Partido Popular en Toledo hasta el año 2019 en el que presentó su dimisión, propone al recién elegido presidente provincial del partido en la provincia de Toledo, Carlos Velázquez, un memorándum de planes, consejos, y propuestas de actuaciones durante el mandato que ahora inicia, que no son más que un reflejo perverso de quien las formula.

Ante la “ímproba” situación por la que atraviesa el PP provincial, escribe Romera Huerta en su revolucionaria declaración, “al borde de la desaparición” tras las últimas elecciones generales, autonómicas, y locales sin que nadie haya asumido responsabilidades, y permaneciendo en sus cargos los supuestos culpables del desaguisado, el extesorero provincial propone un rejuvenecimiento de los órganos directivos. A la renovación, el consultor plantea  a Velázquez redactar un programa a largo plazo más allá de las elecciones de 2023, que parece ya darlas por pérdidas, pues antes ve “muy difícil levantar el partido” con un presidente regional “que no te ayudará en nada”.

Criticar la línea oficial de la formación y sus dirigentes siempre ha resultado un ejercicio político de alto riesgo, que a menudo supone jugarte el pescuezo, aunque el de Romera Huerta no pueda retorcerse más –como muchos quisieran- al no ocupar actualmente cargo alguno dentro del PP. En efecto, más el discurso del extesorero, manido hasta la saciedad y acicalado en esta ocasión con la excusa de una carta de felicitación al recién elegido presidente provincial, destila displicencia hacía el partido e inquina hacia sus máximos representantes. Una obsesión que parece dominarle desde que presentó su dimisión, y que pone de manifiesto el despreciable  protagonismo de quién pretende imponer a los demás su incuestionable relato.