Se ha muerto Carlos Pumares y con él, una época de la radio. Qué coraje me da que vayan desapareciendo los que han sido mentores y precursores de mi oficio… Eso quiere decir que me voy volviendo viejo y ya quedan muy lejos aquellos principios que alumbraron como estrellas mis comienzos. Siempre lo digo como broma, pero es cierto… No soy mayor, sino que empecé muy pronto. Pero se me desquebraja algo por dentro, se me parte un leño dormido, arden profundamente los cátodos y diodos en el corazón. La voz irrefrenable de la madrugada, el mejor crítico de cine que vieron los tiempos, el conversador infatigable que pontificaba a su manera de todo, dejando siempre al final el resquicio de la duda. Se ha muerto Pumares y con él, mi infancia en la radio.

Conocí a Pumares por García, claro, como todo bicho viviente. Era quien hacía el programa cuando terminaba Butanito, que podían ser la una, las dos o las tres, como Sabina. Después, ya escuchaba a José María esperando a Carlos. Y la madrugada se encendía, daba igual lo que aconteciese… Recuerdo mis traducciones de latín con Carlos Pumares al fondo y el Manolito… Sus diatribas sobre 2001, John Ford, La Diligencia y Lo que el viento se llevó. Nunca nadie vio tanto cine junto y lo contó y divulgó también. Porque ese fue el éxito de Pumares; no que viera cien mil películas y las explicara, sino que fuese capaz de hacerlas atractivas para quienes ni siquiera el cine entraba en nuestras preferencias. Yo descubrí el séptimo arte por Carlos, igual que el fútbol por García… La radio, siempre la radio, como si la tuviera puesta por dentro con las antenas encendidas hacia el cordón umbilical.

Se me ha muerto Pumares como se nos murió en silencio Rafael Benedito, otro de los grandes de Antena 3, el milagro de la radio española. Es increíble contemplar cada cierto tiempo cuántos fuimos los imbuidos por aquella manera de entender la vida y el humor. Porque eso era y es la radio para quien la ama. Una forma de comprender el mundo, la existencia y sus diatribas. No recuerdo tertulia más hilarante y de la que más aprendí en su día que la que hacía García Juez con Pumares, Luis Carandell, De la Viuda, Santiago Amón y Alfonso Ortuño. Increíble para ser cierto. Y hoy, andados los años, sé que soy hijo de ellos, indefectiblemente, que mi vida quedó marcada para siempre por aquellos a los que me quería parecer y por los que empeñé mi oficio, mis horas, mis pestañas. Qué alegría más grande seguir tu vocación y ser capaz de hacerlo y conseguirlo. Pero qué tristeza más enorme cuando se mueren aquellos que fueron genios y labraron y sembraron su semilla en el alma, el corazón y la garganta.

Queda García vivo, los Gomaespuma, que son mucho más jóvenes, José Ramón Pardo y creo que Miguel Ángel Nieto. Aquí, en Toledo, fue el gran Óscar San Martín quien dio vida a aquella maravilla de Martín Ferrand, con figuras tan emblemáticas como Isabel Barrio o Jesús Espadas en la ciudad y la región. Yo viví aquella época del otro lado, del que nunca se nos debe olvidar a los profesionales que existe y por el que todo tiene sentido y principio… El lado del oyente, el bueno, el único, el áulico… Incluso del lado del oyente que nunca llama, que nunca escribe… Porque existe y es el reino de la maravilla cuando hay palabra que levante un universo. Se ha muerto Pumares, Fibergran y Polvo de Estrellas. Gracias, Carlos, por tantas noches de desayunos con diamantes.