Septiembre llega con sus DANAS y torrentes, sus colegios y chillidos, la vendimia, el vino, el agua, el ciclo de la vida, el curso sin fin, la rueca de Penélope… En esta odisea sin Ítaca, las nubes descargan y embarran todo… Es como si el fin del mundo hubiese decidido intervenir en las discusiones de los humanos y dijera algo así como “os vais a enterar”… Y, sin embargo, septiembre para mí es uno de los meses más bellos del año, cuando el verano se agosta y no da más de sí y las uvas se arraciman, piden paso y dan fruto al néctar delicioso de la vida. Los colores se modulan y van entornando la gama de los blancos que tanto minan las pupilas, hasta alcanzar los ocres, amarillos y granas con que la Naturaleza muere y estalla en agonía. Lo siento, soy otoñal y me puede la nostalgia. Es cruzar los cuarenta y empezar la cuenta atrás, la vuelta al jamón me dicen. Con espíritu por delante y una escorrentía que discurre entre lo vivido y lo aún soñado. Lo mejor está por llegar.

Aunque la caguemos políticamente y volvamos a las taifas o la Primera República. Lo venimos escribiendo mucho tiempo y parece que no fallamos. No vamos a la Segunda, de cabeza a la Primera, cuando enredamos federales y confederales y el pueblo de Cartagena establecía legatarios con la nación hermana de Almería. Un hombre, un país, el surrealismo ibérico en forma de diarrea mental. Hasta ahí vamos a llegar con los Urkullus, Puigdemones y Zumalacárreguis... El hecho diferencial ya lo marca el apellido, pero ellos insisten. El problema es que hay quien compra la mercancía. El pueblo español, dirá alguien… Pero tampoco me vale aquello de disfruten lo votado. Los ciudadanos pueden preferir el carajal a la dictadura, pero eso no da derecho a nadie para desmembrar España. Y mucho menos, ponerla en almoneda perdonando los pecados. A mí, no sé a ustedes, en la vida me perdonaron nada… Cumplí con las multas, los impuestos, las sucesiones y donaciones… ¿Por qué a quienes dan un golpe de Estado hay que perdonarlos? Esa es mercancía averiada, Perrosanche, y más vale un podcast con la quinqui y la pija que un pico en Waterloo. Pero ellos sabrán.

A mí, que no me quiten septiembre, la Feria de Albacete, los toros –gracias a la Fundación del Toro de Lidia por ese premio que tanta ilusión me hace-, el curso, la chavalería… Cada vez aprendo más de ellos, pero ellos no reparan todavía en que también deben hacerlo de nosotros… ¡Juventud, divino tesoro!… Y, por supuesto, el vino, el primer mosto de la vida, la primera pasión, el primer beso… Miro a mis hijos adolescentes y lo único que se me ocurre es recordar aquellos años en que yo también lo fui y descubrí esas cosas que hacen grande la vida… Podría pensar “¡qué envidia!” y, sin embargo, con la calma resuelta y las doradas sienes en las cumbres, vuelvo a Juan Ramón, escucho el canto de los pájaros y pienso aquello de “y yo me iré…”.

Los áureos atardeceres, el brillo de las pámpanas alocadas al horizonte, el llano en llamas, la roja tierra y los rojos tilos, la fruta derramada, los otoños, la carne, tu cintura para estudiarla… Te sigo queriendo como el primer día... Eso es septiembre… La plenitud de los sentidos que se derraman en calma hacia el pensamiento. Ahí les espero.