La Historia ha querido que a Pedro IV de Aragón se le conozca como el Ceremonioso, por su gusto de las pompas y artificios reales. Ahora le ha salido un rival, andado los siglos, con nuestro presidente del Gobierno. Básicamente, porque lo que más le gusta con diferencia es una ceremonia, la de la confusión, donde se mueve con fluidez y destreza, igual que pez en el agua. Bien es cierto que las similitudes son amplias y van más allá del nombre y apelativo, pues a Pedro IV de Aragón también se le conocía como el del punyalet, debido en este caso a que hacía uso y manejo de un puñal de manera habitual, hasta el punto de rasgar en público fueros, leyes o disposiciones de la nobleza que le tocaban los huevos reales. En el caso de Sánchez, el hábito del puñal es aún más medieval que el original de la Historia, pues ha ido pasando a cuchillo a todos sus rivales desde que llegó a esto de la política. En realidad, ya muchos lo han definido como un killer sin sentimientos, poco menos que un psicópata de la frialdad y la maquinaria del poder. No sé yo por qué, si a la legua se ve ese espíritu cándido, bienhechor, beatífico y bienaventurado en la forma con que mira y alarga la mano. Lo recuerdo como si fuera hoy mismo lo que me dijo un colaborador suyo del primer tiempo cuando le ofreció quedarse con él: "Hubo algo en su mirada y en las manos que no me gustó". Y así estamos.

Pedro está como Thelma y Louise, a punto de darse la hostia en el Falcon último modelo que ha contratado para saltar el Gran Cañón del 23 de julio. Uno diría sobre todo que es el Gran Coñón, pues no otra cosa puede decirse de una convocatoria electoral en plena canícula. De canícula a Calígula podría ser otro juego de palabras, pero el majín no da para más. Ahora habrá que colocar a todos los que se quedaron en paro este mes de mayo, pues el ERE a tiempo discontinuo que les ha aplicado el Gobierno de España a los candidatos socialistas ha sido para hacer un estudio sociológico propio de Tezanos. Nunca Yolanda Díaz ni Pedro Sánchez soñaron que la reforma laboral iba a funcionar tan bien.

Ahora queda ver además cómo Page organiza sus huestes para el 23 de julio, si les da vacaciones anticipadas o los pone a currar con cuarenta grados a la sombra. Uno cree que ni los propios candidatos desgastados tengan motivos para movilizarse, pues habiendo perdido todo por culpa del jefazo de arriba, qué ganas no habrá de mandarlo al mismo sitio por el que ellos ya se han ido. Pero eso se verá con el tiempo y las escasas semanas que nos quedan. Probablemente, la condición humana sea débil y haya guantazos por ocupar las listas... Y en cabeza y primera posición, que la segunda no está garantizada para nadie, visto cómo las cañas se vuelven lanzas.

Pedro el Ceremonias nos mete de lleno en otra campaña electoral de cinco platillos volando a la vez en la pista del circo, que es lo que más le gusta y mejor se le da. Quiere enfrentamientos directos con Feijóo para usar el punyalet y hacerse el muerto o la víctima, que ambas cosas las sabe hacer muy bien. Sucede que su discurso pablista huele como los puros de esos señores que dice que existen y queman los cigarros con billetes de quinientos euros. No digo yo que no haya, pero preséntenos a alguno para hacernos cargo. El discurso de la izquierda está atrofiado por la realidad y el victimismo... y así no hay quien haga carrera de ella. Y, sobre todo, por la mentira, que ha sido el leitmotiv de este Gobierno, desde que Pedro se abrazó a Pablo veinticuatro horas más tarde de haberlo repudiado. Sánchez hizo exactamente todo lo contrario a lo dicho y ese ha sido el precio que han pagado sus candidatos. Ahora la huida hacia adelante se consuma con esta ceremonia de sombrillas, chancletas y urnas a la siesta. Sueña con resistir igual que en el comité federal del uno de octubre. Solo que con un problema para él y un alivio para el resto. España no es el Psoe.