"Sigue mintiendo, alma mía,

que te estoy queriendo a ciegas"

(Rafael de León)

A ciegas, a tientas, a oscuras, así nos ha dejado el Gobierno de España después del decreto ley que se ha sacado de la manga este verano. Lo ha hecho en agosto, como se hacen todas las cosas que quieren pasarse de puntillas. Como Rajoy el 30 de diciembre, aguinaldo por Navidad, montorazo de Año Nuevo. En algo ya tiene más Pedro Sánchez en que parecerse a Rajoy. Ya no vale aquello de estos son mis principios y si no, los cambio. Ahora hemos vuelto al no es no, al inicio, a los comienzos fundacionales. Apague la luz, que no hay para todos ni para tanto. Nos quieren en tinieblas, fundidos en negro y la boca cerrada. Es el socialismo de siempre, solo que ahora sí, cada vez más pobres.

Dicen los de izquierda que la derecha se ha vuelto pandillera e insumisa con el decreto. Claro, cuando la izquierda se moviliza es agit pro y derechos sociales. La derecha es cerril y loca y solo quiere la pobreza en el mundo a costa de sus gordos bolsillos llenos. Otro amigo mío de la siniestra decía en facebook que hace tres meses los empresarios se quejaban del precio de la luz y que ahora que el Gobierno la apaga, también protestan. Claro, evidentemente. Esa es la diferencia entre la izquierda y la derecha. Porque nadie tiene que venir a mi casa, meterse en mi cama y modular mi termostato. Yo más que nadie sé lo que me cuesta la luz y lo que me quitan del Falcon. Porque lo pago yo. Ahí está la clave. La izquierda nunca sabe qué hacer con la libertad porque se le escurre entre las manos.

La obligación de apagar la luz en los escaparates puede ser tan inconstitucional como los estados de alarma de este gobierno. No sería la primera vez. Cómo les gusta prohibir y poner coto, los pone cachondos. En eso, Sánchez se ha podemizado. No saca la espada de Bolívar, pero casi. Vamos a un país oscuro, triste, de grises. Madrid alza la voz, Ayuso de nuevo, pero tiene razón. Es el motín de Esquilache al revés. En lugar de recortar las capas, aquí las quieren alargar hasta echar el despedida y cierre sobre las ciudades. Como Sánchez no se juega su dinero, apaga el escaparate de la Moncloa a las diez y hasta mañana. Igual que si fuera un Lunni.

No entiendo nada de este Gobierno ni la agenda 2030 ni la ministra Ribera. Quieren que vayamos a los coches eléctricos y no hay ni para escaparates. Se cargaron el diésel y lo tuvieron que bonificar, como a ellos les gusta. Les está llegando el tiempo de Sancho Panza en la ínsula de Barataria, la rendición de cuentas. Cómo cogió el país Sánchez en el 18 y cómo lo lleva en el 22. A estos socialistas de nuevo cuño, inventores de la memoria demagógica, se les da de miedo pactar con Bildu o Esquerra, pero arruinan el país en lo que sube el recibo de la luz. No quieren nucleares, no quieren nada, pero sí joder el bolsillo del prójimo. Ahora sube el precio del dinero, después de monetarizar la crisis. Pero la culpa sigue siendo de Putin y sus misiles.

Quintero, León y Quiroga compusieron una zambra para Concha Piquer que se llamaba A ciegas. La recuperó primorosamente hace unos años Miguel Poveda, dándole la majestad soberbia de una orquesta sinfónica. Es la historia de un cariño falso, mentiroso, una fe ciega, una venda en los ojos. “Dios me clavara en los ojos/ alfileres de cristal/ pa no verme cara a cara/ contigo y con tu verdad… Quien va por el mundo a tientas/ lleva los rumbos perdidos”. Pero al final se impone la voluntad del engañado y su sueño de cristal: “Sigue mintiendo alma mía, que te estoy queriendo a ciegas”.  A diferencia del amante sumiso, aunque nos quieran a oscuras y sin luz en el entendimiento, igual que Diógenes cogeremos el candil y seguiremos buscando al hombre. Eso sí, a ser posible, a uno que no mienta.