Quien piense que el sanchismo caerá por su propio peso, presa de sus contradicciones, que abandone toda esperanza como el Dante. Igual que Patxi López demostró no saberse el principio de Arquímedes, todo Sánchez sumergido en una crisis experimenta un empuje vertical y hacia arriba igual al volumen de encuesta que desaloja. Lo último ha sido lo de la corbata y el sex bomb. Sex bomb porque tengo a mis amigas rojas que no paran de hablar de ello sin que se les caiga la baba. La verdad es que Pedro es guapo y supo que era su momento. Sánchez está entre Full Monty y el chico Martini, a medio camino de ponerse unos patines y pasarse el pulgar por los labios. Aunque a mí me recuerda más a Cantinflas. Tiene una aire a Mario Moreno que cada vez se me hace más presente, como en aquel discurso ante los embajadores en que soltaba las frases según le venían a la boca. Igual que Sánchez, cabalito. Se quita la corbata, sonríe, pone morritos y al Falcon.

El sanchismo no caerá como la manzana de Newton, igual de madura. Eso es lo que espera Feijóo desde su galleguismo como siempre ha hecho el PP. Tendrá que trabajar algo más, aunque las encuestas le sean favorables. Sánchez ha vuelto a hacer de Houdini y se ha sacado un conejo de la chistera. Bueno, en este caso se ha anudado la corbata a la cabeza, como buen gigoló. La fiesta sigue y el turismo no para. El paro desciende y aunque la inflación suba, eso es culpa de Putin y Ucrania. Subestiman al muchacho y sus posibilidades, pues ya ha visto clara cuál es la jugada. Se ha enrocado con lo más reaccionario de las fuerzas de izquierdas, sabiendo que son mayoritarias. Y ha puesto en marcha el manual que siempre han llevado a cabo. Divide y vencerás. Enfrenta a la sociedad y polarízala. Los buenos y los malos, los ricos y los pobres, los solidarios y los avaros, los gordos y los flacos. Hasta Irene Montero se ha dado cuenta de ello y por eso ha puesto el cartel de la playa. La izquierda divide y gana. La derecha, si solo suma y no multiplica, se queda a verlas venir. Sánchez aguanta y tiene verano por delante.

Por lo demás, el momento corbata ha sido lo más interesante de los últimos tiempos. Ya saben lo que tienen que hacer banqueros y eléctricas. Quitarse la corbata y apoquinar sin quejarse tanto, que para eso son ricos. No repercutirás el impuesto al pobre es el nuevo mandamiento del sanchismo y la ley de Pedro, que tan pronto sube al Sinaí como pacta con Bildu. Son las mil caras de este hombre, el más poliédrico de todos los presidentes con los que tratamos hasta ahora. Me he vuelto fan suyo y está a un palmo de que le espetemos la gran sentencia de Amanece que no es poco: Pedro, tú eres necesario; nosotros, contingentes. Dicen que se le pone cara de Zapatero. Pero le faltan las niñas góticas y le sobra desparpajo. Sánchez te vende arena en el desierto y la muñeca chochona. Cualquier noche de agosto se aparece en una feria ejerciendo de trilero. Eso no es demérito, sino virtud en el gobernante. Es una edición aligerada de Maquiavelo, pero príncipe, al fin y al cabo. De nada vale que se quejen las sastrerías y pajarerías. El niño no quiere corbata y se acabó. El populismo habita y anida en Pedro… Si Botín y Galán tosen, España resurge.

Los ricos también lloran, telenovela del verano que sacó Hermida hace treinta años. Y así seguimos. Feijóo debe tensar la cadena como en el Tour, si quiere llegar lejos. Año y medio son siete vidas y cuarto para un sanchismo descorbatado.