La única imagen que me viene a la cabeza después de las elecciones andaluzas es la de los monaguillos –Page dixit- agitando el incienso para tapar al cardenal y su cara de difunto. Pedro Sánchez acaba con el Psoe a pasos agigantados, mientras él decide si se casa con Von der Layen o se marcha a su casa como los elefantes a morir. Lo de Andalucía ha sido un campanazo desde lo alto de la Mezquita, una llamada del muecín a la oración y la letanía por Juanma Moreno, un órdago desde la calle Larios al resto de España. Porque los resultados tienen varias lecturas que trascienden lo autonómico.

Andalucía siempre anticipa tendencias desde el año ochenta, cuando abrió el café para todos con el referéndum del 28 de febrero. Luego consolidó el granero socialista durante varias legislaturas, aguantando incluso el aznarato mientras se tejían y descosían los EREs. Fueron los tiempos de Arenas, en los que Campeón no fue capaz de pelar langostinos más rápido que Chaves. También Andalucía anticipó la subida de Ciudadanos y supuso la irrupción de Vox. Ahora consagra a Moreno Bonilla con una mayoría absoluta que ni los más optimistas peperos pensaban. Feijóo respira aliviado, pues no necesitará a Vox para gobernar y marca la pauta de lo que viene por delante.

Molona se ha estrellado con la bata de cola después de pisarse tres o cuatro volantes a la vez. El puntillazo definitivo lo dio en el último debate cuando le dijo a Moreno que le haría sudar tinta china aunque necesitara un solo escaño. Los de Vox van camino de los de Ciudadanos y no se enteran. El votante de derechas es eminentemente práctico y lo que quiere es echar a Sánchez o lo que representa, da igual quien lo haga. Con Casado en el PP, Vox tenía todo el margen de crecimiento del mundo. Pero con un señor mayor –Cayetana también dixit- como Feijóo dentro de la habitación, la cuestión ya cambia. Habla de las cosas de comer y con eso basta. Entre otros motivos, porque ya no hay ni para comprarlas de lo cara que están.

La lectura que pueda tener para el resto no es baladí tampoco. Feijóo cumple su promesa de no pactar con Vox y veremos qué pasa dentro de un año, porque lanzó la propuesta de la lista más votada. Ojo con esto, que podría sacrificar alguna comunidad en su camino a Moncloa. Aunque un año en política es una eternidad y con Sánchez de presidente, cualquier cosa puede ocurrir. Pero se cumplirá algo que ya tengo anunciado a mis amigos de izquierdas hace un tiempo. Page se distanciará y hará cosas impensables para que nadie lo asocie ni por asomo al Sultán del Pegasus. Ayer dijo en Porzuna antes de que se supieran los resultados que sería una noche de lágrimas. Y lo clavó. También tuvo para Oltra y sus cuates, que el sábado se acordaron de él sin venir a cuento. Dijeron que el gobierno valenciano sin Compromís sería lo mismo que García-Page. Todo para tapar una imputación vergonzosa y humillante que a Puig le va a costar las elecciones. ¡Qué pensará Paco Camps de los cuatro trajes después de la pederastia!

Page huele de momento por dónde va el humo y Núñez debe empezar a pensar que a lo mejor ya no le vale con el pacto de Vox. Aunque lo bueno de anoche para él es que su marca va hacia arriba y se ensancha el suelo. Pero esas cosas luego hay que concretarlas sobre el terreno. Lo que veo es a alcaldes del Psoe llamando a Ferraz para pedirle al Papa que se quede en palacio, no salga de Castelgandolfo y vaya redactando otro manual de resistencia. El que les va hacer falta a ellos para aguantarlo un año más con lo que queda por delante. A Sánchez se le pone cara de Zapatero y los monaguillos no dan abasto.