La mañana de noviembre confirmó por qué es el mejor mes del año. El Tajo se baña entre bruma y sol lamiendo los pies del Ángel. Sobre semejante escenario nada podía salir mal. Vi a todos los asistentes y no vi a ninguno, porque las gafas de sol que llevo dan un aire a Niña de la Puebla que tira de espanto. Sin embargo, pronto sentí el cariño de la Bella y la Bestia, pues allí estaban mis dos fetiches esperando como agua de mayo, Ana Ángel Esteban y Pedro Gayarre. La primera, musa de mis sueños en la radio; el segundo, bestia indómita de la escritura. Colocado entre ambos, me senté y dispuse a disfrutar.

Pedro Jota se me parece cada vez más a Tom Wolfe. Sus modos de lord inglés asoman constantemente en el agitar de sus brazos y en el modo en que se dirige al auditorio. Le falta el traje blanco para ser su doble, aunque Pedro ya fundó el nuevo periodismo en los albores de la Transición. Se ha convertido en editor sin que se le caigan sus tirantes de director. El éxito es indudable y este periódico vuelve a ser prueba de ello. Es león indómito desde Diario 16 y los políticos todavía lo temen. Está en el cénit de su madurez y pensamiento. Liberal hasta el tuétano, dice a Emiliano que se entiende bien con los socialdemócratas. En el fondo, lo que le interesa es llevarse bien con los lectores. Así lleva cuarenta años y otros cuarenta que viviera. Pedro Jota es Zeus en el Olimpo 2.0. Tantas veces lo tiraron, tantas veces se volvió a levantar. Ahora además ha encontrado a su Hera, Cruz Sánchez Lara, que lo acompaña en la pasión de la vida y el oficio. Nos convoca a los Estados Generales de enero para pasar revista a la comunidad. Sea en periódico, móvil o tablet, sus tirantes sujetan la historia que se habrá de contar mañana.

Esther Esteban es la Katharine Graham toledana. Su pasión la desborda como el Tajo a la mañana. La conocí hace tiempo y ahora me precio de ser su amiga. A los dos, Pedro Jota y Esther, ya los leía de chico y ahora escribo en su periódico; es una sacudida al corazón. Lo que más me gusta de Esther es que cada día comienza de nuevo, otra vez empieza de cero, camina como cuando la veo haciendo el Valle o la Cornisa. Me contagio de su pasión y pienso que quiero llegar a ella en su tiempo y edad, con el mismo afán por las cosas y la vida. Es rubia peligrosa, de las que molan en el oficio. Toledana por los cuatro costados, todavía recuerdo cuando se me echó a llorar en Onda Cero durante una retransmisión del Corpus en la Delegación del Gobierno con la Custodia de Arfe delante. Hay  cosas que son inefables y esta es una de ellas. Ahora que también la veo en el videoblog de El Español, me encantan su lucidez y análisis.

Cedena es el señorito, con permiso de Pedro Jota. Fue quien me llamó hace una década desde su amada Talavera para escribir mis columnas aquí, como quien llama al chico para que le arregle una cañería. Nuestra timidez nos impide sincerarnos, pero la admiración es mutua y sobresaliente. César García Serrano lleva el periodismo en la cabeza y los secretos de esta corte toledana entre sus brazos y manos. Podría hablar una sola vez y temblar el Misterio entero. Sigue en silencio, que ya valemos más por lo que callamos. De Pablos es magister de la vida, solitario, soñador, seductor. Hace tiempo que no me llama para comer y la cosa me escama. Se ha buscado otra, seguro. Se lo perdonaré porque en el fondo me quiere.

Los Albertos son la savia nueva del periódico y, como Cortina y Alcocer, se dejan ver poco; pero sus gabardinas son chulas, largas y mandan. María, Cazallas y los demás fichajes son flor nueva de periodismo viejo, seguro. Y, por supuesto, Dani es el mejor anfitrión y comercial del mundo.

El último párrafo será para Marañón, a quien tanto admiro y del que tanto aprendo. Considero que sus Memorias de luz y niebla deberían ser de obligada lectura en las facultades de periodismo de España. Ha sido testigo excepcional de cómo este país cambió, creció y llegó donde nadie de los de su generación seguramente soñaran. Intuyo que cada mañana es un artificio para él como el de Juanelo, dispuesto a subir las aguas de la inteligencia y la sabiduría hasta lo más alto del pensamiento y la influencia. En la duda entre las dos, inteligencia y sabiduría, siempre la segunda. Ha demostrado que la cultura es el negocio más rico en todos los sentidos y está casi a punto de convencerme en lo de Vega Baja. Él fue el artífice del acuerdo, no podía ser de otra manera. Esther lo contó y él lo apuntó para su próximo libro, seguro. Su abuelo estaría orgullosísimo del legado que dejará.

Ahora, a trabajar por España y sus luces. Enhorabuena.