El Alcaná

El milagro de Galiacho en Albacete

28 octubre, 2019 00:00

Conocí a Javier López-Galiacho este mes de septiembre. La Feria une mucho y su condición de pregonero taurino lo llevó al Cambio de Tercio que Onda Cero Albacete organiza cada año en el Restaurante El Callejón. Allí comprobé a la primera que estaba ante un humanista, un hombre del Renacimiento, un leonardo sin alas, un cronista de los de antes. Tan pronto te hablaba del Siete como de los melenudos de Liverpool. Su variedad de registros es tan asombrosa como su memoria. Es un Galdós de Albacete con episodios manchegos en la cabeza. Este fin de semana celebró con la Asociación de Amigos de los Teatros Históricos la gala del XXV aniversario de su constitución, cuando un grupo de tres o cuatro locos decidieron allá por el noventa y cuatro agruparse para reivindicar la apertura del Teatro Circo de Albacete, el más antiguo del mundo con esta condición, tres o cuatro meses anterior al de Amsterdam, que es el siguiente en la lista. La noche fue sensacional y dejó en el ambiente el aroma que desprende el trabajo bien hecho y el compromiso por la tierra.

Lo primero que llamó mi atención es ver juntos a María Luisa Merlo, Manuel Galiana y Tony Isbert, tres actores en los que puede resumirse medio teatro español de finales del XX. Galiacho tiene tirón y los actores lo quieren, acuden a su llamada y el público, que no es tonto, también. Ver a la Merlo subida a las tablas del Teatro Circo la tarde en que le daban el premio Pepe Isbert fue una auténtica delicia, pues demuestra que la vejez no sólo no existe, sino que es fruto de la ensoñación, ahora que tan de moda la ha puesto el Supremo. Hay jóvenes septuagenarios, como María Luisa, y viejos de veinte. Depende de cómo cada uno amueble la mente y robustezca el espíritu. La escena se llena con su presencia, la cubre, la dora, la mece con su palabra. Es el canto lento, sabio y delicado, dulce y salado a la vez, de la vida plena por sus venas, llenas de sangre y teatro. María Luisa demuestra de nuevo que las empresas se equivocan cuando tiran a los viejos y los mandan a la calle. El talento se cultiva y florece en otoño, al revés que el verde de la primavera. Y María Luisa es un tallo verde aún con las ramas del leño en que ha crecido su teatro.

La gala se hizo hermosa, porque hermoso era su fin. Galiacho es el gran divulgador del Teatro Circo. Nos explicó las arquerías y su origen nazarí, porque en la España de 1887 todavía ardía el nervio romántico de la tradición, el origen y lo exótico. Entre sus leyendas puede leerse “Sólo Alá es victorioso”, lo que deja la cuestión abierta para que un jeque llegue desde Qatar a comprar el teatro. Vi a don Ángel Fernández Collado, obispo de Albacete y del exilio toledano, tan afable como siempre, moviendo la cabeza afirmativamente, entendiendo, claro, que Alá es Dios... El de los cristianos, los judíos o los moros. Don Ángel se ha hecho de Albacete en poco tiempo. Si Madrid es el rompeolas de España – o las Españas, que yo ya no sé nada-, Albacete lo es de la Mancha. Es la Meca de los manchegos, a cuya feria deben peregrinar al menos una vez en la vida. Y ya se pondrán de rodillas ellos solos, cuando el pulso de la sangre les hierva y se desboque en un pañuelo o camisa de yerbas. La Virgen de los Llanos y su capotico siempre aguardan.

Galiacho es torero fino y arqueado, de talento indómito e inclasificable. Un magnífico sobresaliente mordiendo el capote y haciendo la faena en su cabeza. Es una estrella de la tierra, a donde aboca su compromiso y su familia. Su hermano Juan Luis es maestro de periodistas y se le ve orgulloso de su mayor. Javier me ha ganado para su causa, sea la que sea. Albacete debe nombrarlo hijo predilecto, aprovechando que también tiene un alcalde periodista. Los reconocimientos, en vida. ¡Bravo, Galiacho!