Samuel Navalón abrió ayer por la tarde la Puerta Grande de la plaza de toros de Albacete. Su actuación fue brillante en el doble sentido que puede serlo para un torero, por arte y valentía. Al primero de su lote le hizo una faena entregadísima y delicada, cuidando con esmero el mejor ejemplar de la tarde, en una corrida bien presentada pero justísima de fuerzas, que hacía que los toros se cayeran o trastabillaran.

Los Mayalde tuvieron trapío, pero poco más. El resto, fueron los toreros quienes lo pusieron. Y así fue como Navalón abrió la Puerta Grande en el sexto. A base de coraje, trabajo, disciplina y arrimón. Un morlaco que ni se movía y le pisaba la muleta. Lo miró, lo buscó y lo encontró. Fue a por él, a comérselo, como hacen las grandes figuras del toreo, que no dan nada por perdido y quieren sangre, aunque sea la suya propia. Samuel volvió a jugarse la vida y a estar en torero, como cuando se levanta, duerme y desayuna.

La vida la concibió para ser torero, desde su niñez hasta su madurez. Me cuenta Rubén Pinar, que estuvo en Onda Cero, que Samuel para él es uno más de la familia, pues coincidieron ambos en casa de Nazario hace muchos años. Se equivocó en el pronóstico y me dijo que no se iría a portagayola. Samuel lo hizo, al igual que Fortes, que salió trasquilado. Su madre, Mary Fortes, lo contemplaba desde un palco abrazada a uno de los niños de la familia para aguantar y superar el susto.

Los chavales, de cuatro y dos años, jugaban ya en los pasillos con un capote y una muleta. Así se crea afición y vienen luego después a la escuela taurina, un acierto, un ejemplo, una clase de valores y civismo. Dice Manuel Caballero padre que un profesor de instituto le confesó que los chavales de la Escuela Taurina de Albacete estaban mejor educados y tenían mayor respeto por los profesores que cualquiera de su centro. Para que luego digan que la tauromaquia no vale nada.

Como el Moly, que salió a torear infiltrado, después de una cogida en Francia. Los toreros vuelven a ser como los futbolistas. Ya tienen sus fisioterapeutas. Víctor Zafrilla es un crack y entre él y Pascual Masegosa, el cirujano jefe de la plaza de Albacete, pusieron a punto al Moly. Le falló la espada y se quedó sin triunfo. Acertó Genoveva, la presidenta, devolviéndolo a Samuel la oreja que le quitó el año pasado, el día de su alternativa.

Los toros ya ocupan el centro de las conversaciones en la ciudad más taurina de España. Bueno, se habla de eso, del inicio del curso escolar y, en ocasiones, de la Doctora Honoris Sauna. Pero eso ya son otros garcías. A una pareja profundamente enamorada yo les recomendaría venir a comer al Callejón, uno de los restaurantes emblema de la tauromaquia y Albacete. Es el auténtico Museo del Toro que tiene la ciudad y cuyo inspirador, Miguel Ángel Cuevas, ya en un segundo plano, sigue cuidando como la niña de sus ojos. Por allí pasan estos días todos aquellos que quieren disfrutar de la gastronomía entendida como regalo y delicia de los sentidos.

Ahora son Manuel Santiago Gallardo, Juan Antonio Moreno y Manuel Martínez quienes llevan directamente las riendas del negocio. No ha perdido un ápice de su esencia. La gente se mata por comer en el Callejón, pero ya no hay sitio. Estoy seguro de que llenarían el Carlos Belmonte si se lo propusieran. Familias enteras de Albacete reservan de un año para otro sus comidas y encuentros para no quedarse en la calle.

En los toros vi al presidente de la Diputación, Santiago Cabañero. Secretarísimo del Psoe en Albacete y un hombre con sentido común. Le gustan los toros más que nada y tiene un hijo que sigue sus pasos. Toreaba de chico con un trapo de cocina en el salón y ahí sigue, acudiendo junto a su padre a las plazas de toros. También me saluda Miguel Zamora, alcalde de Tarazona, uno de los pueblos con plaza histórica de España. La piedra de su burladero y los tendidos abren el corazón de cualquier aficionado. Socialista también hasta la médula, esto demuestra que los toros no van de partidos ni ideologías, sino de arte y cultura. Quien no quiera que no venga, pero que nos deje en paz.

Samuel evoca aquellos personajes románticos que buscaban su destino apasionadamente. Todo en él es pasión, hasta su discurso, impropio de un torero. Uno recuerda las retransmisiones de Molés con Antoñete y ya sólo al final del tiempo, Chenel se soltó la lengua y dejó de hablar con monosílabos. Samuel Navalón puede soltarte una conferencia sobre origen y legado de la tauromaquia sin despeinarse. Es inteligente, sencillo y limpio. Federico hubiera muerto por él.

Molina, a su forma, en su manera, es también un grandísimo torero de Albacete. Lleva a la madre en el corazón tanto que se siente su ardor, su calor y su fuego si uno se acerca al pecho. Ayer le falló la espada, pero habrá más tardes. Torea con elegancia y desmayo, sin despeinarse. La vida te trae a los toreros para que la comprendas. Héroes que buscan en su laberinto el hilo de Ariadna. Samuel o la fuerza del sino, para llegar a ser un grandísimo torero.

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