Image: Bienvenido, Bob

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Mínima molestia

Bienvenido, Bob

31 marzo, 2017 02:00

Hace casi un par de años, en una de las columnas que escribe para esta misma revista, Gonzalo Torné les habló de un tumblr de Roberto Enríquez titulado Días ajenos.

Sí, ya sé que no todos tenemos por qué saber qué es un tumblr. Si se van a la Wikipedia, se encontrarán con la siguiente definición: “Tumblr es una plataforma de microblogging que permite a sus usuarios publicar textos, imágenes, vídeos, enlaces, citas y audio a manera de tumblelog”. Como ven, está clarísimo. Y si no, quédense con lo de “plataforma que permite a sus usuarios publicar textos, imágenes, vídeos, enlaces, citas y audio”, con eso nos basta por ahora.

En su columna, Torné calificaba el tumblr de Enríquez como “uno de los proyectos más originales de la Red hoy en día” y lo describía del siguiente modo: “un diario compuesto de entradas y citas ajenas (extraídas de dietarios, memorias, columnas de opinión, titulares de periódico...)” cuyo “resultado está muy lejos de resultar frío o deslavazado: Enríquez se vale de un astuto montaje y de calculadas intervenciones (fragmentos de su propio diario) para comentar o poner en evidencia aspectos de la actualidad. El efecto que produce oír como estas voces lejanas y prestigiosas se refieren (sin ellos saberlo) a las noticias del día resulta casi sobrecogedor”.

Y bueno, la última frase de este pasaje figura en la faja del libro que acaba de publicar, muy primorosamente, Somos Libros, una “editorial transmedia” que recién está comenzando su andadura. No podía hacerlo con mejor pie. Bajo el mismo título que el del tumblr del que procede, Días ajenos (primavera-verano) es la primera entrega en volumen del muy peculiar “diario colectivo” de Bob Pop, nombre de batalla de Roberto Enríquez (Madrid, 1971), a quien muchos de ustedes tal vez identifiquen como hombre de la televisión (es estrecho colaborador de Buenafuente), articulista en diversos medios (La Marea, de un tiempo a esta parte), conspicuo bloguero y autor de una notable novela, Mansos (Caballo de Troya, 2010).

No se dejen despistar por la marca impostadamente gay, popera y frívola de Bob. Les propongo que reconozcan en él a un modelo aún por clasificar de intelectual resueltamente “integrado” (frente a los “apocalípticos”) y no por ello menos crítico, menos comprometido política y culturalmente; capaz de moverse con naturalidad y desinhibición tanto en la red como en los medios de masas, de subvertir poses y paradigmas, de poner en juego el propio yo, con su cuerpo y con sus máscaras, y de “colar” donde menos se esperan y más eficazmente vibran consignas de resistencia y de liberación.

Bob es un extraordinario lector, como saben desde hace mucho los seguidores de sus columnas. Días ajenos es un interesantísimo artefacto crítico que trabaja la propia interioridad a partir de la transfusión de otras interioridades. El efecto es el de una intimidad colonizada, gozosamente prescrita y por ello mismo curada de toda vanidad, que arroja, paradójicamente, un acorde de autenticidad a la vez dramático, conmovedor, lúdico y lúcido.

“De tanto leer he quedado escrito por otros -se lee en este libro-. Por eso, cuando quiero escribir por mí, siento que ya lo han hecho. Porque si tuviera que escribir mi biografía, mi vida, no habría diferencia entre lo que pasó afuera y adentro. Ni habría una línea divisoria entre lo que fue suceso exterior y lo que fueron textos ajenos. Dicen Millás y Landero en sus últimas novelas que todas las vidas merecen ser escritas. Pero algunas, como la mía, son plagios”. Palabras que resuenan muy peculiarmente en estos tiempos de autoficción desatada y narcisismo metaliterario.

¿Dietario? ¿Ensayo? ¿Novela? ¿Confesiones? ¿Desconstrucción? ¿Notas de lectura? ¿Casa de citas? ¿Striptease? ¿Egotrip? Es innecesario etiquetar un libro en el que, entre decenas de sospechosos habituales, concurren Pavese, Sontag, Coetzee, Gil de Biedma, Pizarnik, Gide, Kafka, Lispector, Tolstoi, Keith Haring, Virginia Woolf...
Y una cita más todavía: “Hay que ser cuidadoso con las intuiciones, las metáforas, las señales. Hay que cuidarse de las interpretaciones y ser humildes; casi nunca entendemos nada bien y, pese a eso, creemos captar la verdad. Y así nos condenamos. Por eso escribimos: para saber, a ciencia cierta, qué estamos leyendo”.