Sesión plenaria del Parlamento Europeo. Foto: Diliff (CC BY-SA 3.0)

Sesión plenaria del Parlamento Europeo. Foto: Diliff (CC BY-SA 3.0)

DarDos

Pluralidad lingüística: un debate europeo

Europa tiene reconocidas 24 lenguas oficiales. ¿Es posible mantener la riqueza y la diversidad de ese patrimonio ante la hegemonía fáctica del inglés y en el horizonte de una creciente unidad europea? ¿Qué pasa con el español?

Gregorio Luri José Luis García Delgado
6 noviembre, 2023 01:06

Las lenguas de Europa, principios y realidad

Gregorio Luri. Ensayista, editor y profesor. Último libro: Sobre el arte de leer (Plataforma, 2023).

Oficialmente la Unión Europea reconoce, defiende y promueve su diversidad lingüística y apoya el plurilingüismo en sus instituciones. Tanto es así, que el plurilingüismo es uno de sus principios fundacionales y la Carta de Derechos Fundamentales de la UE le reconoce al ciudadano el derecho a comunicarse con las instituciones europeas en una de las lenguas oficiales y a recibir respuesta en el mismo idioma. La UE, además, pide el mayor respeto por las lenguas minoritarias. Obviamente, si el plurilingüismo es el ideal, la escuela monolingüe sería una rémora. Pero la UE tiene tres alfabetos, 24 idiomas oficiales, unas sesenta lenguas regionales (con sus variantes dialectales) y las lenguas de la inmigración (árabe, turco, chino, bengalí, wolof, urdu, quechua, ruso, ucraniano, cingalés, tamil…). En Barcelona o en Madrid se hablan alrededor de 300 idiomas. Es fácil entender que no hay maestro capaz de gestionar una clase cuando el plurilingüismo real es mayor que el suyo personal.

Lo paradójico es que el inglés es, de hecho, el idioma oficial y de trabajo de las instituciones de la Unión, a pesar de que ni el Reino Unido es miembro de la UE ni el inglés fue una lengua materna de la Unión. Estamos inmersos en un proceso en el cual, a medida que aumenta el número de lenguas oficiales, más se favorece el inglés.

La razón es obvia: El proyecto europeo necesita una lengua franca y ninguna de sus lenguas nacionales puede aspirar a ese título. El plurilingüismo oficial y el monolingüismo efectivo se refuerzan mutuamente, de manera que la única manera de hacer realidad la igualdad de las lenguas oficiales parece ser la de impedir que ninguna de ellas sea la lengua franca. Disponemos de bandera, himno y una lengua franca extranjera, lo cual no ayuda a conformar lo que más necesitamos, una Unión Simbólica Europea.

La UE tiene tres alfabetos, 24 idiomas oficiales, unas sesenta lenguas regionales y las lenguas de la inmigración

El inglés es imbatible en la investigación científica, los negocios, Netflix, Silicon Valley, los aeropuertos y Eurovisión; está cada vez más presente en las escuelas y los ciudadanos estamos convencidos de que es el mejor pasaporte para ir por el mundo. En la web de la Comisión Europea solo una pequeña parte de la comunicación digital con los ciudadanos se traduce a los veinticuatro idiomas. Lo habitual es que se encuentre en inglés, alemán, francés o español.

El 16 de junio de 2022, el organismo responsable de la contratación en las instituciones de la Unión Europea (la EPSO) publicó una convocatoria de oposición cuyas pruebas se anunciaban en inglés. Se saltaba así a la torera la obligación que los Tratados imponen de respetar la diversidad lingüística de la UE, convirtiendo en retórico el lema de “Unidos en la diversidad” (que, por cierto, traduce el del escudo de los Estados Unidos, “E pluribus unum”). ¿Alguien duda de que los funcionarios europeos acabarán trabajando en la lengua franca?

Como el éxito en el aprendizaje de lenguas extranjeras se basa tanto en la eficacia de su enseñanza como en la exposición ambiental a la lengua que aprendemos, el inglés lleva una ventaja creciente e insalvable.

El futuro es lo que importa

José Luis García DelgadoEconomista. Director del Observatorio Nebrija del Español. Último libro: Los futuros del español (Alianza, 2023).

¿Halloween en vez de Día de Todos los Santos? No despilfarremos el capital acumulado. La lengua en este caso es componente más que representativo. Una verdadera fortuna atesorada que compartimos todos los hispanohablantes es esta lengua que no deja de ensanchar sus dominios en unas y otras latitudes. Nuestro producto más internacional, que ha superado tres difíciles pruebas, y las tres con nota sobresaliente: la “usura del tiempo” –por decirlo al modo de Borges–, las barreras de la geografía y el desafío de la unidad. Con más de mil años a sus espaldas, hoy es lengua plurinacional y multiétnica, abriéndose paso en los cinco continentes, al tiempo que preserva un envidiable grado de unidad. Un auténtico “tesoro cultural”.

No despilfarrar pero tampoco echar las campanas al vuelo. Durante más de un siglo a la demografía le debemos la mayor parte de lo conseguido, arrojando fuertes crecimientos de la población nativa en español; pero las estimaciones estadísticas son ahora coincidentes en señalar que esos registros no son repetibles. Y si la demografía deja de ser nuestro fuerte, para que el español mantenga una posición preminente habrá que ganar hablantes entre quienes no lo tienen como lengua materna, conquistar espacios y usos para el español dominados por otras lenguas (los ámbitos de la ciencia y de la tecnología, principalmente), y conseguir que se preserve en aquellos países donde, sin ser mayoritarias, existen comunidades considerables de hispanohablantes. Ante el menor empuje demográfico, aumentar el atractivo de la lengua y potenciar su aprendizaje. Lo primero requiere calidad institucional, creatividad científica y cultural, y economía con capacidad de competir. Lo segundo, dar preferencia a desempeños hasta hoy en situación muy subordinada, como es la enseñanza del español para extranjeros; volcarse en la formación de profesores, multiplicando su número y su calidad, también su estatus; conseguir sistemas de certificación con amplio reconocimiento.

La promoción de estas lenguas minoritarias vernáculas no ha
de redundar en peor dominio de la lengua mayoritaria que más puertas abre en una economía y una sociedad que salvan fronteras

Ganar hablantes “fuera”, en suma, y no perderlos “dentro”. El impulso del español ha de hacerse compatible con el cultivo de aquellas otras lenguas propias que siguen demostrando vitalidad. El plurilingüismo es un don, y nunca debería devenir en merma alguna, ni de las lenguas minoritarias en el ámbito multilingüe ni de la lengua que sea mayoritaria, común o no (el español sí lo es en España). Se incurre en un grave error, con efectos socialmente regresivos, cuando se provoca la pérdida de competencias en el uso del español, lengua de comunicación internacional, como consecuencia de promover otras lenguas vernáculas de alcance más reducido, sean hispánicas o amerindias. La promoción de estas, minoritarias a escala de toda la comunidad hispanohablante, no ha de redundar en peor dominio de la lengua mayoritaria que más puertas abre en una economía y una sociedad que salvan fronteras.

¿Mejor Halloween que Día de Todos los Santos? Para quienes tengan reticencias laicistas nominales siempre queda el recurso mexicano: Día de los Muertos.

Joven Orquesta Nacional de España. Foto: Michal Novak

JONDE, 40 años de entusiasmo en atriles

Anterior
Los Beatles, durante su gira europea en octubre de 1963.

La última de los Beatles: ¿homenaje o negocio?

Siguiente