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Resulta curioso que ninguno de los paratextos de Círculos concéntricos –ni la contracubierta ni el prólogo, breve pero iluminador– mencione a Ezra Pound, cuyos Cantares tanto tienen que ver con este libro.

Círculos concéntricos

Yang Lian

Varios traductores. Visor, 2025. 148 páginas. 14 €

El propio poeta explicita este vínculo en el prólogo de la edición británica de 2005 (no incluido, por cierto, en esta edición española). Allí venía a decir que solo en su traducción al chino la gran obra de Pound encontraba su hogar definitivo.

Y esto es así porque los Cantares, lejos de ser un poema épico, es un poema que “borra la historia […] rompiendo con las limitaciones del tiempo […] y abrazando todas las culturas, de norte a sur y de este a oeste”.



La lengua china, que carece de conjugación verbal –sus verbos no cambian de forma para indicar tiempo, labor propia de partículas y adverbios temporales–, “completa el deseo de Pound de romper con el control diacrónico del inglés”. Es un argumento sugerente, pero si lo cito aquí es porque nos da una idea precisa del impulso que mueve este libro.

En palabras de su autor: “el espacio poético de Círculos concéntricos se consigue precisamente borrando el tiempo, a fin de subrayar el carácter invariable de la condición humana”. El propósito es enfocar esa realidad “profunda” y observar cómo los seres humanos acceden a ella a través del lenguaje.



Yang Lian (nacido en Berna, Suiza, en 1955) forma parte, junto con Bei Dao, Gu Cheng o Mang Ke, del grupo de los Poetas Brumosos, que a finales de la década de 1970 rompieron con la poesía oficial y las restricciones de la Revolución Cultural, de la que muchos habían sido víctimas. El mismo Lian pasó tres años en un campo de reeducación, donde se dedicó, entre otras servidumbres, a cavar tumbas.



En 1977, ya en Pekín, gravitó en torno a la revista Jintian [Hoy] y publicó sus primeros poemas, Norlang (1983) y Bampo (1985). La masacre de la plaza de Tiananmén lo sorprendió dando recitales y conferencias en Nueva Zelanda, y desde entonces ha vivido en el exilio; un exilio relativo, pues sus libros se siguen publicando en China –con limitaciones– y hace visitas ocasionales al país para dar clase y leer su obra. Actualmente vive a caballo entre Londres y Berlín.

Empezó a escribirlo animado por la "conciencia de los lazos de sangre todavía traicioneros entre la realidad de China y la naturaleza de la lengua china"

Yang Lian empezó a escribir Círculos concéntricos en 1994, animado por “mi conciencia de los lazos de sangre todavía traicioneros entre la realidad de China y la naturaleza de la lengua china”. El resultado es un libro denso, difícil, que vuelve una y otra vez sobre el lugar del crimen en una espiral de imágenes flotantes que desafía nuestros hábitos de lectura lineal: “al ayer le falta una gota de solución fijante / las fosas nasales huelen / la luz solar va muy lejos en la textura de ropa vieja / una autobiografía acumula el tóxico del tiempo”.



El trabajo de los traductores es más que notable, pero nace con una limitación crucial, que es tomar como punto de partida la versión inglesa realizada por Brian Holton y Agnes Chan. Las seis partes del libro (tres capítulos iniciales más tres secciones de siete poemas cada una, “Conversar”, “Tierra” y «Pulgada”) exhiben una escritura inquisitiva, con imágenes por lo general de corte expresionista que se llaman y complementan a distancia, dibujando una red elocuente pero –en última instancia– enigmática.



Llegamos así a “Rondó y contrapunto”, donde el poeta reelabora la forma japonesa del haibun –mezcla de prosa y verso– para hacer memoria y elaborar un recuento de precursores: Petrarca, Bertolt Brecht, Ezra Pound, Borges, Ban Goo… “Nadie puede escapar de un fresco poema sombrío”, concluye. Habitar este libro no es cosa fácil, pero nadie que abra la puerta y se interne con decisión se sentirá defraudado.