Jaime Siles. Foto: Planeta de Libros

Jaime Siles. Foto: Planeta de Libros

25 años de El Cultural

Fiel al instante y al discurso

Jaime Siles repasa los temas comunes de su poesía, muy influida por su labor como traductor, y defiende que "todo, absolutamente todo", cabe en un poema.

13 diciembre, 2023 02:30

En este cuarto de siglo he escrito la mayor parte de mi obra poética: Himnos tardíos (1999), Pasos en la nieve (2004), Actos de habla (2008), Colección de tapices (2008), Desnudos y acuarelas (2009), Horas extra (2011), Galería de rara antigüedad (2018), Arquitectura oblicua (2019) y Doble fondo (2022), nueve libros que corresponden también a la última etapa de mi escritura, en la que el esencialismo de mi primera época deja paso al existencialismo de la segunda, pero, en cuyo interior, siguen conviviendo no solo antiguos temas, que reciben ahora un nuevo tratamiento, sino, sobre todo, dos formas o modos de dicción, la del “poema-instante” y la del “poema-discurso”, a las que siempre me he mantenido fiel.

Entre esa diversidad de libros pueden establecerse vasos comunicantes: por ejemplo, entre Himnos tardíos, Actos de habla y Doble fondo, unidos por su carácter metafísico, filosófico y de reflexión sobre el lenguaje; o entre Pasos en la nieve, Horas extra y Arquitectura oblicua, más misceláneos y que vienen a ser como un catálogo o abanico temático de mis obsesiones más continuas y recurrentes; o entre Colección de tapices y Desnudos y acuarelas, en los que hay una indagación en las posibilidades del ritmo, la rima y la estrofa. Quedaría, pues, como un caso aparte, Galería de rara antigüedad, muy distinto a los míos anteriores, pero que objetiva la base y la naturaleza de mi cartografía y mi mundo mental.

He intentado no repetirme y, por eso, hay en mi evolución pausas y largos periodos de silencio: entre 1990 y 1999 y, entre 2011 y 2018, no publiqué un solo libro de poemas. Lo que no quiere decir que no escribiera sino que investigaba en otros territorios poéticos que pudieran ampliar mi sistema, modificar mi lenguaje o completar mi voz.

Absolutamente todo puede ser acogido en el poema: tanto el análisis de los hechos como el de las sensaciones

El ejercicio constante de la traducción me ha sido de una gran ayuda: he traducido poesía, ensayo, novela y teatro de nueve lenguas, y esa práctica me ha permitido entrar en contacto con otras escrituras y con diversos modos de verbalización sobre los que he intentado afinar, ajustar y redirigir la mía. El teatro es el género que tal vez más me ha ayudado a ello, ya que en él la palabra –como en el cuento y en el relato breve– posee unas propiedades específicas, muy próximas a las poéticas, a las que añade el hecho de ser palabra en movimiento sobre las tablas del escenario y no fija o disecada en la página del libro sino un organismo vivo, una cadena fónica, un diálogo tan abierto como coral, capaz de conducirnos a lo más profundo de nosotros mismos.

El trabajo de las formas fijas ha contribuido también a que desarrollara una equilibrada mezcla de la elegía alemana y de la silva española, que me ha servido para articular un cauce por el que fluye ahora un tipo de poesía lírica que podría definirse como abierta, ya que el poema no está sometido a unas formas concretas ni a unos determinados temas considerados exclusivos de ellas, sino que todo, absolutamente todo, puede ser acogido en el seno del poema: tanto el análisis de los hechos como el de las sensaciones, tanto el de la meditación sobre el lenguaje como la vivencia del tiempo, tanto la duda como el tono moral, porque todo, todo tiene cabida en el poema, ya que nada hay menos poético que lo convencionalmente considerado como tal. La poesía, si es algo, es un acto de habla hecho a partir de una instancia de discurso y enunciado por una identidad que solo encuentra su propia fonación en el poema y que constituye lo que podemos llamar su persona poemática, identificable con la instancia desde la que habla esa cuarta persona gramatical, cuya voz se expresa –y se expresa solo– en el poema.

Mi poesía en estos años ha tenido, pues, un largo desarrollo, cuyo cambio más visible es el paso de la indagación en el Ser a la del Devenir, la sustitución de lo parmenídeo por lo heraclitiano y la formulación de un lirismo trágico, asumido con tanta aceptación estoica como epicúrea serenidad.

Jaime Siles (Valencia, 1961) es miembro de la Real Academia de la Historia y Socio de Honor de la Sociedad Española de Estudios Clásicos. Premio de Poesía Generación del 27 en 1999. Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma en 2018. Entre sus obras destacan Desnudos y acuarelas (2009) y Arquitectura oblicua (Vandalia, 2019).

Jorge Semprún. Foto: José Oliva / Europa Press

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