Jacobo Cortines. Foto: Javier Oliaga

Vandalia. Sevilla, 2016. 416 páginas. 19€

A Jacobo Cortines (Lebrija, 1946)se le podría aplicar la gastada expresión de "verso suelto" de la poesía española contemporánea. Y de la andaluza, una tradición dentro del panorama. Y no un verso cualquiera, sino un endecasílabo de esos clásicos que él borda. Ajeno a cualquier generación y lejos del mundillo literario, no por eso este profesor universitario jubilado, traductor de la poesía de Petrarca (otra rama de su escueta obra lírica), merece menos consideración que otros nombres del discutible canon.



Su poesía completa, que se publica coincidiendo con su 70 cumpleaños, viene precedida por un prólogo donde narra con lucidez, veracidad y en detalle su propio itinerario poético. Introducción, "La escritura del tiempo", que casa con la conferencia leída con motivo de su intervención en el ciclo Poética y Poesía de la Fundación March. Allí explica la elección del título "por imperativo temporal", "dos ejes sobre los que gravita una existencia que reclama tanto la luz como las sombras para dar expresión a ella misma". Y alude a sus tres pasiones artísticas: la poesía, la música y la pintura, aunque se haya decantado por la primera: "la búsqueda de uno mismo a través de la palabra, el perfeccionamiento moral, la comunicación con los otros". Por su "consuelo"; como "terapia". Con todo, es a la pasión amorosa a la que se canta. A la que siente por su mujer (Cecilia, "de celestes ojos", "con la que siempre voy"), por la vida, por su familia, por sus amigos...



Y, además, los paisajes, "más que descripciones físicas son plasmaciones de unas imágenes interiores". Escritos desde dentro. Inscape más que landscape, diría Hopkins. Paisajes humanizados y luminosos del sur: del campo ("templo donde suena / su secreto misterio"), del mar ("Este mar es mi vida, mi memoria"), del jardín, del patio. Y de los interiores. De lugares con nombre: Micones, El Labrador, El Manantial y Armenta; respectivamente, la hacienda familiar, su retiro en Lebrija y las casas del Puerto y Sevilla.



A los libros publicados sin prisa ni pereza, uno por década: Pasión y paisaje (1983; donde se integra su ópera prima, del 78: Primera entrega), Carta de junio y otros poemas (1994), Consolaciones (2004), Nombre entre nombres (2014), se une ahora una "entrega abierta", Días y trabajos, y una ‘Adenda' extraordinaria: las clarividentes páginas de su diario inédito, La edad ligera. Fragmentos de una vida, que tienen relación con la escritura de esos versos. El documento, insisto, es asombroso y multiplica el valor del libro.



"A favor de la claridad, de la coherencia" gira la voluntariosa y necesaria obra de Cortines, un resistente. Escrita desde la subjetividad, autobiográfica ("nada puedo afirmar que exista fuera de mí") y experiencial (un consagrado "programa de vida"), quiere ser "testimonio del tiempo en el que estoy". Su sinceridad, por íntima, acorde y veraz, impresiona.



Entre la celebración y la elegía, a través de la memoria y la mirada, avanzan con elegancia, lentitud, ritmo y delicadeza los sobrios endecasílabos blancos de Cortines que no siempre son capaces de ocultar el dolor (léase "Europa"), la angustia y la tristeza. Por las pérdidas (de la infancia en Micones). Por los ausentes: su padre, su madre, su hermana Salud. Pero que también sabe mostrar la alegría: por el amor ("Réplica final"), por "cuanto me rodea".



Sin vanos alardes -la poesía es más que mero juego lingüístico, dice-, conviene resaltar sin embargo su maestría al abordar el inusual poema extenso: en "Tarde de junio" (una carta al padre) y "Nombre entre nombres" (su cortijo lebrijano, "la gran ilusión de nuestra vida", al fondo). ¡Qué noble ejercicio de honestidad!