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Mercedes Deambrosis (Madrid, 1955) es una escritora fronteriza: vive en París desde la infancia y escribe en francés, pero muchos de sus libros transcurren en España. Sus nouvelles sobre la Guerra Civil, El paseo de las Delicias (Alianza, 2005), y su novela Una tarde con Rock Hudson (Littera, 2002) han sido publicadas en nuestro país, pero las traducciones no encontraron el tono personal de la autora, reconocido en Francia como virtuoso, complejo, entre lo vitriólico y un humor negro inquietante.

La extraña aparición de Tecla Osorio

Mercedes Deambrosis.

Traducción de Eduardo Gallarza. Funambulista, 2025. 225 páginas. 17,50.

La extraña aparición de Tecla Osorio, Prix Printemps du Roman en 2015, condensa todas esas cualidades. La admirable traducción de Eduardo Gallarza, autor también de un lúcido postfacio, nos acerca definitivamente a la escritura con bisturí de Deambrosis.

Funambulista, en una banda en la portada, anuncia: “Un thriller psicológico a lo David Lynch”. Está bien traído, por las ocultas devastaciones de todos los personajes, por la incomunicación entre los seres y la neblina del paisaje, a primera vista, trivial. Sin embargo, algunos personajes de Lynch tienen mentes monstruosas.

Recordamos lo que Christine Ferniot, crítica de L’express, dijo sobre la novela de Deambrosis Juste pour le plaisir (Buchet-Chastel, 2009): a la escritora no le interesan demasiado los monstruos. “Prefiere a los mediocres, a los imperfectos, a esos a quienes no se condena porque ocultan sus miedos igual que sus miserias”.

En un escenario cercano, un pueblo castellano, y al mismo tiempo como arrancado de la vida subconsciente, una mujer, Tecla Osorio, aparece en la parada del coche de línea que va de Medina del Campo a Buitrago. La misma mujer que había desaparecido en ese mismo lugar, sin dejar rastro, once años antes y de la que ni su familia, ni el periodista que siguió el caso, ni la Guardia Civil local habían tenido noticias durante esa larga década de ausencia.

Con un estilo virtuoso y complejo, Deambrosis posee una escritura escueta, elegante, casi camusiana.

Ambientada en 2009, la novela transcurre en unos lugares avejentados por el paso del tiempo, como salidos de un sueño. La humilde casa de la familia de Tecla se quedó congelada once años atrás, pero la madre y el padre, envejecidos y sorprendidos por la inesperada aparición de la hija perdida, no saben cómo reaccionar.

Se esfumó siendo una joven insignificante y regresa siendo una mujer igualmente anodina. La tranquila apariencia de Tecla y su empeño en explicar todo más tarde, subrayan los temas profundos de la novela: los estragos de una ausencia prolongada, la falta de espacio para los que se van y regresan, el desarraigo y la desubicación de algunos seres.

Tecla Osorio es una mujer como arrancada de una alucinación, habitante de un mundo privado, hecho de silencios y extrañeza ante quienes la rodean y atosigan para saber: las amigas, los investigadores, su hermano y su hermana, que han ascendido en la vida.

Nadie reconoce a nadie. Cada personaje oculta sus miedos. Sórdidamente, en el pasado Tecla sufrió un episodio de acoso sexual, aunque lo recuerde como algo borroso. Esas puertas del misterio que nunca se abren y la burocracia absurda nos remiten a Kafka; la tensión en cada esquina, a Poe; la sensación de que Tecla se está disolviendo poco a poco queda cerca de algunas antiheroínas de Clarice Lispector.

Y en medio de situaciones patéticas no podemos evitar reír, aunque estemos ante soterradas vilezas existenciales. Deambrosis posee una escritura escueta, elegante, casi camusiana y es una excavadora paciente. No para hasta hallar el hueso fosilizado en lo más profundo, y lo talla a cuchillo hasta encontrar el lado tragicómico de los terrores cotidianos de la humanidad.