Ayanta Barilli. Foto: Arduino Vannucchi

Finalista del Premio Planeta 2018. 408 páginas. 21,50 €. Ebook: 12,34 €

"Quería armar un relato sobre la superación, la lealtad, el compromiso, el amor de mi madre", confiesa Ayanta Barrilli, narradora y personaje de esta crónica novelada concebida para rendir homenaje a quien murió (a los 36 años) víctima de un cáncer de mama sumado a otras dolencias que entonces carecían de diagnóstico ("maltrato familiar y sentimental"...) y que privaron de paliativos su biografía emocional. Pero a mitad de trayecto descubrió otros motivos impulsores de la necesidad de escribir, y decidió dar profundidad de campo a la idea de reunir a las tres mujeres que componen el escenario generacional de su pasado más directo: la bisabuela Elvira (1883-1948), la abuela Ángela (1911-2001) y Caterina (1942-1978), su madre.



Y acabó por sumarse ella misma, Ayanta (Roma, 1969), la cuarta mujer en su propio relato, la más afortunada, confiesa, por no padecer la enfermedad de sus mayores y por pertenecer a un tiempo que acoge de otro modo a sus mujeres. La historia de cada una le permite articular la estructura del libro en tres partes que sirven un recorrido por la sociedad, las costumbres y la educación de esas mujeres, y le permite contar cómo ella se buscó en la historia de cada una y cómo descubrió que la pretensión inicial se fue diluyendo frente a la complejidad del descubrimiento, y la constatación de que esa indagación le llevó a asimilar su identidad hecha de "costuras", como "un injerto de pieles ajenas".



No duden de su interés, ni del material narrativo, ni del modo en el que la autora (hija y nieta de escritores) exhibe los nutrientes de quien se alimentó en un entorno lleno de historias que transformaban lo cotidiano en situaciones épicas. Instinto narrativo que demuestra en la recreación de escenas no vividas, el empeño en no edulcorar la crueldad que asoló la vida de la bisabuela, por ejemplo, repudiada por su marido y recluida en un psiquiátrico que su hija (la abuela Ángela) nunca mencionó, o el afán por trenzar lo escuchado, lo imaginado y lo vivido para poner voz a la rabia de mujeres sin derechos que aceptaron mudas el dolor. Sus personajes son sus mejores aliadas. Y no lo es menos la cuidada ambientación de cada historia (Roma, Padua, Colorno...) y la fluidez que impulsa el tono de un conjunto cuya debilidad reside en la excesiva dependencia de la necesidad de relatar cada paso del proceso vivido.



Ella, Ayanta, reconoce que el silencio le sentó bien durante décadas, hasta que lo rompió, decidida a rastrear fantasmas, desenmascararlos y darles forma obedeciendo un insistente imperativo paterno: escribe, escribe, escribe. Y ya no pudo dejar de hacerlo. Un mar violeta oscuro es su historia.