Federico Jiménez Losantos

La Esfera de los Libros. Naadrid, 2018. 1.032 páginas, 27,90 €. Ebook: 12,99 €

Federico Jiménez Losantos (Orihuela del Tremedal, Teruel, 1951) ha escrito un rotundo libro de combate por la sencilla razón de que al comunismo, por todo lo que representa, por el terror, la muerte y miseria que ha generado en sus 100 años de existencia, hay que combatirlo. Y debe hacerse sin descanso, sobre todo porque no sólo no ha muerto sino que ha vuelto. Y lo ha hecho porque nunca se fue, o sea, porque no se le combatió. Losantos discrepa de su admirado Richard Pipes, al que reconoce como el autor de referencia por su obra magna sobre la Revolución Rusa. Pipes sostiene hoy que "el comunismo tiene Historia pero no tiene futuro". Losantos se revuelve: "Si el mayor éxito del Diablo (o del Mal) es convencer a la gente de que no existe, la supervivencia del comunismo, pese a ser el peor monstruo político de todos los tiempos, con más de cien millones de víctimas, se basa en el acta de defunción y el consiguiente indulto moral que como cadáver exquisito, infinitamente investigable, le han extendido tantos historiadores".



La cita no es sólo una réplica a Pipes, incluye un veredicto: al aceptar la tesis de Pipes asumimos el riesgo de su recuperación, renacer o refundación bajo nuevas formas o fórmulas amorfas. John Lukacs, en Historia mínima del siglo XX (Turner), comparte la tesis de Pipes y sostiene que, "a diferencia del comunismo, el nacionalismo no es un ‘ismo' del pasado". Lukacs también entierra al comunismo con los argumentos que emplea Losantos para afirmar lo contrario. Lukacs cree que la prueba de su extemporaneidad es que sus símbolos permanecen y que la retórica de la revolución no provoca éxtasis ni contagio, como ocurre con el nacionalismo.



El colosal volumen de Losantos también desmiente a Lukacs: la conjunción nacional-populista en España reivindica táctica y propuestas propiamente comunistas. El comunismo está vivo, seguramente debido a que, como recuerda Eliot, "tuvimos la experiencia pero perdimos el significado".



La clave de la cuestión, en todo caso, es el "indulto moral" al que se refiere Losantos. Pese al Gulag, las torturas, la vigilancia y el horror, perdura la condescendencia. Pese al Libro negro del comunismo, la apertura de archivos a finales de los 90, los testimonios de escritores represaliados, deportados o exterminados, quien no exculpa a Lenin absuelve el propósito, se lamenta el autor de Memoria del comunismo. De Lenin a Podemos. De hecho, la denuncia de las atrocidades y purgas cometidas por Stalin y asumidas por el PCUS en su XX Congreso permitió blanquear la imagen de Lenin: la condena de la desviación estalinista mantuvo en vigor al leninismo.



Losantos cuenta en el prólogo sus dudas cuando estaba dentro y su definitiva caída del caballo comunista. En un breve relato de su viaje a China, dice que miró a los ojos de una joven recluida en un campo de concentración y vio "la vida en peligro". Eso es el comunismo: el miedo y la entrega de la individualidad al Estado, al partido. Por eso sostiene que la "única forma intelectualmente respetable de acercarse al comunismo es a través de sus víctimas". Quizás también porque considera que el comunismo no es una idea; ni la mutación, mitificación, perversión o adaptación de una idea. Para Losantos el comunismo es, por una lado, una teología de sustitución y por otro y fundamentalmente una gran mentira.



Éste es el eje vertebrador de este tratado sobre terror, que lo dota de brillo, solidez y permite entender el fenómeno en toda su trágica y sombría complejidad y actualidad. La mentira -la primera fue asumir que el golpe de Octubre de 1917 fue un levantamiento proletario- y la agresividad son los rasgos más destacados de cualquier comunista. Según Losantos, Iglesias los tiene. Münzenberg, insiste, demostró que el éxito del comunismo radicaba en aglutinar a todos los que estaban dispuestos a luchar contra una mentira que había que crear. El comunismo se definió a sí mismo -y erigió su mito- mediante la construcción de adversarios, no a través de la promesa de emancipación de la clase obrera. El nuevo comunismo se ha rehecho sobre el volcán de la indignación.



Por último, si el comunismo ha sobrevivido es gracias a la indulgencia o complicidad de una parte de la izquierda y el retraimiento de sus adversarios. No es casual ni arbitrario que Jiménez Losantos explique la revolución bolchevique desde Francia. L'Humanité dejó de publicar lo que ocurría en Rusia. De aquella ceguera voluntaria, un siglo de deferencia y un leninista en nuestras teles y Parlamento.