Image: El lector desprevenido

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Ensayo

El lector desprevenido

Ricardo Senabre

26 junio, 2015 02:00

Ricardo Senabre. Foto: JM Lostau

Prólogo de David Senabre López. Ed. Nobel. Oviedo, 2015. 388 páginas, 19€

Para los lectores de El Cultural sobra toda presentación de Ricardo Senabre (Alcoy, Alicante, 1937-Alicante, 2015), de quien han podido leer semanalmente durante años sus críticas de novelas, siempre marcadas por el rigor, la independencia, la vigilancia sobre el lenguaje, fruto todo ello de su gran capacidad para la lectura. Con todo, quizá algunos de los lectores de este suplemento no sepan que fue un gran docente, un brillante conferenciante y un prestigioso investigador en el campo literario, autor de más de trescientas publicaciones entre libros y artículos en revistas especializadas tanto sobre obras clásicas como contemporáneas. Todo ello dice bien que Senabre no fue un lector desprevenido, de lo que estas páginas dan abundantes muestras.

Efectivamente, sus muchas lecturas -Nulla dies sine linea, es decir "Ni un día sin leer o escribir al menos una línea" eligió como lema para este libro-, su inteligencia y su memoria habían hecho de él un lector prevenido y desde esa posición es desde donde Senabre hablaba y escribía sobre literatura. Y así sucede en este El lector desprevenido y lo hace desplegando todo su saber aligerado el texto del aparato de las notas y referencias exigidas en los trabajos académicos, bien presente en su investigación en general, y se desprende de ello -no sin ofrecer una selecta bibliografía al final que sostiene lo dicho y que el lector interesado puede, o debe, aprovechar- para dirigirse no sólo al mundo académico, sino a quienes sin más son aficionados a la lectura haciendo accesible a cualquiera lo mucho que sabía de literatura quien merece el título de maestro.

Parte Senabre, como hicieron los formalistas rusos, de entender que la finalidad de la literatura es, no informar, sino ofrecer una visión nueva de aquello de lo que habla para lo que ha de forzar el lenguaje más allá de su uso cotidiano y aun de las normas, enrarecerse para prolongar la duración de la percepción. Ya en el barroco Giambattista Marino había escrito que "È del poeta il fin la meraviglia […] chi non sa far stupir, vada alla striglia", esto es, el poeta ha de maravillar y quien no sepa asombrar que se dedique a mozo de cuadra. Senabre tenía a la literatura por el "medio de comunicación más formidable", en ella se atesoraría la inmensidad de visiones del mundo, "las honduras más complejas del ser humano", todo eso ahí, tan a la mano, estaría ofreciendo "entender a los demás" y "entenderse a sí mismo". Nada menos.

Partiendo de este ideario, el grueso del libro es un continuo poner en claro expresiones, pasajes, etc., oscuros de muy variados textos, lo que Senabre aborda a través de diversos asuntos literarios, entre otros, la traducción, las creaciones léxicas, la relación entre la literatura y la realidad, los modos en que unos textos se vinculan a otros, como es el caso de los plagios, citas o imitaciones, alusiones poco evidentes, en lo que es una mirada en la que casi nada queda fuera y, desde luego, los datos aportados, las explicaciones, el desvelamiento de significados, que están ahí, a la espera de la agudeza de un lector activo, resultan siempre convincentes.

Como se dirige al lector desprevenido y se trata de prevenirlo, Senabre repasa casos de lo que se transforma o pierde al traducir y sus comentarios lo restauran, persigue la herencia de la pareja de protagonistas del Quijote, en tantas ocasiones convertidos en investigadores como Holmes y Watson y tantos otros, pone en evidencia cómo Larra se inspiró para uno de sus textos en Boileau, expone argumentos sólidos a favor de que, para su Alfanhuí, Sánchez Ferlosio tuvo presente como contrapunto la novela La vida nueva de Pedrito de Andía de su padre, Sánchez Mazas, la fortuna de algunas expresiones que transitan de un texto a otro, con o sin variaciones, como sucede con el verso de Góngora "en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada", cómo bajo una imagen laten otras muchas similares y es que todo texto no es sino un eslabón de una cadena que no acaba.

Entre otras muchas cosas, el lector sabrá también cuál es el origen de Los pobrecitos de Alfonso Paso, en qué radica la originalidad de Bécquer, el éxito en algunas autocorrecciones de Antonio Machado o, por poner un último ejemplo, qué dice y por qué el verso "En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos" de García Lorca.El lector prevenido que fue Ricardo Senabre previene una y otra vez al desprevenido en estas páginas que son una fiesta de la lectura, de la comprensión de lo literario, último regalo, ay, póstumo, que nos hace uno de los maestros de los estudios literarios.