Traducción de A. Valero. Paidós. 160 páginas, 18'90 euros



La obra de Günther Anders (Breslau, 1902-Viena, 1992) ha sobrevivido a la sombra de algunos de los más grandes pensadores del siglo XX. Anders realizó su tesis con Husserl, fue alumno de Heidegger, influyó en Sartre, fue traducido por Levinas y mantuvo amistad con otros intelectuales destacados como Brecht, Walter Benjamin o Hans Jonas. Pero sobre todo se le recuerda por haber sido el primer marido de Hannah Arendt. De origen judío como ella, la conoció en 1925, en los cursos de Heidegger en Marburgo. Hannah mantenía entonces una relación amorosa secreta con su profesor y no mostró excesivo interés por el joven doctor Anders. Fue cuatro años después, al reencontrarse en Berlín, cuando decidieron casarse de inmediato, en un intento forzado por parte de ella de escapar así de su gran amor de juventud. Esto, unido a la disparidad de caracteres y a las circunstancias históricas que atravesaron entre 1929 y 1936, acabó dando al traste con su matrimonio. Anders siempre se resintió de la ruptura. Tal vez por ello, en la Navidad de 1975, al día siguiente del fallecimiento de Arendt, sintió la necesidad de recuperar las anotaciones de sus años berlineses en común y comenzar a elaborar sus recuerdos, una tarea que no concluyó hasta 1985.



El resultado es este texto, inédito hasta el año pasado, en que fue publicado en alemán con idéntico título y subtítulo más exacto -Diálogos con Hannah Arendt- que el escogido ahora para la edición española (Mi historia de amor con Hannah Arendt). En realidad, poco de historia de amor queda en estas páginas, salvo la evocación inicial de "la mirada de gueto de ojos verdes" de la pensadora judía o del escenario de sus conversaciones: aquel pequeño balcón de una habitación subarrendada en una modesta casa de Drewitz donde libraban sus batallas dialécticas ante un gran cesto de cerezas. Anders prescinde de datos biográficos y se centra en reproducir sus diálogos en torno a varios leit-motivs de su obra posterior: la incongruencia de un mundo compuesto de mónadas aisladas, la insignificancia del ser humano o la crítica al esencialismo de la antropología filosófica. No se trata de argumentos densamente elaborados. Fastidia a veces el tonillo de superioridad con que Anders replica a la autora de obras tan relevantes como Los orígenes del totalitarismo o La condición humana. Pero por encima de las disonancias del texto emerge una evidencia, que el excelente estudio de Christian Dries, completando esta edición, se encarga de subrayar: no se ha ponderado lo suficiente la influencia de Anders en la filosofía de Arendt.



Y es que Anders formuló una aguda crítica de la sociedad tardoindustrial donde anticipó muchos aspectos del pensamiento arendtiano y complementó otros. Según desarrollaría después en su principal trabajo, La obsolescencia del hombre, la técnica moderna, poniendo al hombre su servicio, anula su esencial apertura al mundo hasta convertirlo en una pieza de repuesto perfectamente intercambiable. Militante en el movimiento pacifista y antinuclear, como Arendt, apreció tendencias totalitarias en el consumismo y conformismo de Occidente. Su advertencia sobre cómo la destrucción del mundo opera de modo insensible en los aspectos más cotidianos del entramado socioindustrial tiene plena vigencia. De ahí que merezca la pena rescatar este breve texto, por servir de pretexto para repensar el conjunto de una obra aún por descubrir.