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"Sólo conozco la España de las películas de terror clásicas, así que para mí es divertido ver la España real, sin la ambientación de esas historias", dice un sonriente Grady Hendrix, antes de citar, en nuestro idioma, los grandes clásicos patrios del género como Quién puede matar a un niño, de Chicho Ibáñez Serrador, o La noche del terror ciego y El ataque de los muertos sin ojos, de Amando de Ossorio.

De gira en España, donde ha participado en el Festival 42 de Barcelona, para presentar su última novela, Brujería para chicas descarriadas (Minotauro), el escritor está llamado a ser el heredero de Stephen King.

Todo un fenómeno de ventas en Estados Unidos que, gracias a títulos como El exorcismo de mi mejor amiga, Grupo de apoyo para final girls o Cómo vender una casa encantada, se ha colado en un honorable segundo puesto en las listas de los más vendidos del terror, solo por debajo del indiscutible rey. "Siento presión todo el tiempo y por cualquier tipo de motivo, no solamente por esta comparación", confiesa en una entrevista a El Cultural.

No en vano, antes de dedicarse a la escritura,Hendrix se curtió en el género leyendo al autor de Carrie o Misery. "Me propuse leer en orden todos los libros de King y escribir sobre ellos en una página web".

Aquello le llevó todo un lustro y casi parece poco. "Fueron 5 años en los que mi vida cambió por completo porque empecé ganando el dinero justo para poder hacer la compra de la semana y cuando terminé ya había vendido dos novelas y estaba escribiendo la tercera. Lo único que no cambió en ese tiempo fue seguir leyendo sus libros", señala.

Ganador del Bram Stoker y nominado a los premios Shirley Jackson y Locus en varias ocasiones, la fórmula con la que Hendrix nos ha embrujado parece infalible. Sus libros son una mezcla perfecta de terror, humor, cultura pop y denuncia social.

Se sorprende cuando le citamos a Chuck Palahniuk como resonancia. "Nadie me lo había mencionado hasta ahora, pero es muy cierto. Hace muchos años leí un artículo suyo sobre escritura. Me pareció muy inteligente y algunas de las cosas que mencionaba se han convertido en un faro importante para mí. Por ejemplo, ofrecer sensaciones corporales, ser específico en las descripciones y aportar un cierto sentido de autoridad para que el lector crea lo que estás contando".

Portada de 'Brujeria para chicas' (Minotauro, 2025)

En Brujería para chicas descarriadas no falta nada de lo anterior. Ambientada en las casas de acogida para jóvenes madres solteras que a mediados del siglo XX proliferaron en Estados Unidos, el escritor norteamericano se inspiró en una historia personal para escribir sobre ellas. "Tenía dos familiares a las que habían enviado a varias de esas viviendas cuando eran adolescentes y nunca se lo habían contado a nadie hasta bien pasados los 70 años. Es algo que siempre me inquietó, pero pasó mucho hasta que empecé a leer sobre el tema y supe que ahí había una buena historia".

Pregunta. ¿Y cómo eran aquellas casas para madres solteras que encontró mientras se documentaba?

Respuesta. Eran muy diferentes. Cada una de ellas reflejaba a la persona que las dirigía, así que algunas estaban bastante bien, tenían profesores, doctores, nutricionistas y eran muy progresistas. Pero en otras no se permitía llevar maquillaje, ni comunicarse con el exterior, ni salir a la calle o tener dinero, a veces no se permitían ni libros.

En su novela, a una de esas últimas casas restrictivas llega Fern, de quince años, arrastrada por su padre, en el verano de 1970. "Tres años después Estados Unidos legalizará el aborto y eso cambiará todo para siempre", dice el escritor, que no quiso tampoco situar antes la acción porque se le hacía demasiado antigua.

Aisladas, encerradas y sometidas a un férreo control de la alimentación, los medicamentos y el destino de sus bebés, estas chicas tendrán que someterse a las estrictas reglas de los adultos, con una identidad falsa, ocultas al mundo y entre ellas. Todo parece cambiar el día que su protagonista conoce a una bibliotecaria que le entrega un libro sobre brujería.

P. Hay cierto paralelismo entre la situación de estas jóvenes y la persecución y quema de aquellas mujeres acusadas de brujería en épocas pasadas, ¿no cree?

R. Es muy difícil para mí pensar en términos generales sobre la historia, porque a la hora de escribir todo tiene que ser muy específico. Y este libro tenía que ser sobre estas cuatro chicas y sobre esta casa de acogida. Hay una diferencia entre escribir la novela y leerla, aunque ese es un buen punto.

»Pero permíteme añadir una cosa. A veces la gente habla de la caza de brujas como algo histórico, que pertenece al pasado, pero hoy sigue habiendo linchamientos de supuestas brujas en Nigeria y en el Congo. Sin ir más lejos, en Londres murió una niña porque sus padres pensaban que era una bruja. En Estados Unidos, en los 80-90, hubo cientos de personas que se pasaron años entre rejas durante el "pánico satánico".

P. A juzgar por lo que cuenta, no parece que se hayan producido grandes cambios. Su historia se ambienta en los 70, pero toda esta moral represiva y el retroceso de la situación de la mujer parece amenazar la actualidad, ¿es posible que volvamos a vivir lo que en aquella época?

R. Lo cierto es que sigue sucediendo y, en realidad, es algo que nunca ha dejado de suceder. Durante mucho tiempo nos hemos acomodado, hemos estado muy tranquilos con respecto a los derechos de las mujeres, pero ya hace tiempo que están en retroceso.

P. Hemos hablado antes de King y Palahniuk, pero ¿qué otros referentes literarios tiene?

R. Solamente aquellos que me suscitan envidia. Escritores que cuando pienso en ellos me encantaría ser tan bueno como ellos. Shirley Jackson, Michael McDowell o Clive Barker, por ejemplo.

A veces la gente habla de la caza de brujas como algo histórico, que pertenece al pasado, pero hoy sigue habiendo linchamientos de supuestas brujas en Nigeria y en el Congo

P. Además fundó un festival de cine asiático en Nueva York. ¿Cómo ha influido el cine en su escritura?

R. No mucho, la verdad. Fundé aquel festival junto a otras cuatro personas. Éramos todos hombres blancos a los que nos gustaba ir al último cine que quedaba en Chinatown, hasta que cerró. Y cuando cerró estábamos tan tristes que decidimos proyectar nosotros mismos las películas. Esto se alargó durante 16 años y terminó siendo un festival de un tamaño considerable en el Lincoln Center.

»Me gustan las películas de cine coreano, japonés, indio, chino... Pero he de decir que las lecciones que he extraído no son muy buenas para mi escritura. En ese cine se mezclan muchos estilos. Una película romántica puede ser violenta, una de terror puede ser cómica o en un drama puede haber también fantasía. En Occidente, sin embargo, no nos gusta mezclar tanto.

P. Ya que lo menciona, el terror ha pasado de ser un género minoritario a uno más demandado. ¿Cree que eso tiene que ver con el mundo en el que vivimos? ¿Nos da ya más miedo la realidad que la ficción?

R. Tiene más que ver con el hecho de que el terror murió en los 90. Se dejaron de publicar libros de terror y las secciones de este género se quitaron en las librerías. Sin embargo, la gente que creció en los 90 lo hizo viendo Buffy, cazavampiros o Expediente X, que eran series que iban más allá del terror. Las historias podían ser de amor, de amistad, estaban protagonizadas por mujeres...

»Entonces, aquellos niños que hoy son adultos demandan ese tipo de terror. Hay autores como Paul G. Tremblay, Stephen Graham Jones o Tananarive Due que llevan años escribiendo género y a los que no se les prestaba atención. Pero ahora la gente parece estar preparada para este tipo de historias. Además, durante la pandemia hubo un auge de este género porque proporcionaba una vía de escape. Y porque, al fin y al cabo, es un género divertido.

P. Sin embargo, hay quien piensa que el entretenimiento está reñido con la calidad...

R. Sí, desde luego. Durante mucho tiempo imperó esa idea de que la literatura buena es arte y la mala es entretenimiento. Pero es de lo más anticuada. Ahora cada vez más gente se da cuenta de que los libros pueden y deben ser divertidos y no con esa obligación de tener que hacer los deberes.

P. Cambiando de tema, no hemos hablado mucho de política, pero justo hace unos días nos despertábamos con la noticia de la elección del nuevo alcalde de Nueva York, ciudad en la que vive. ¿Cree que cambiará algo con la elección de Zohran Mamdani?

R. No lo sé, pero lo que sí que sé es que a los neoyorquinos nos encanta odiar a los alcaldes, sea cual sea, durante las elecciones o su mandato. Lo importante es que se trata de una persona joven y optimista y creo que está bien que haya una persona así a cargo de la ciudad y no alguien con un historial de corrupción.