Durante los meses de verano, cuando el calor aprieta y la ciudad se convierte en un horno para quienes no pueden permitirse unas vacaciones, muchas bibliotecas públicas de España bajan la persiana o recortan severamente su horario.
Esta situación, que se repite año tras año, está lejos de ser anecdótica: afecta a estudiantes que buscan un lugar tranquilo para estudiar, a personas mayores que necesitan espacios climatizados para refugiarse y a miles de ciudadanos que encuentran en las bibliotecas un punto de encuentro con la cultura y la comunidad.
Según un estudio conjunto realizado por las universidades de Alicante, Complutense, Barcelona y Baleares, España cuenta con solo 2.122 refugios climáticos —una categoría que incluye bibliotecas, centros cívicos, parques o piscinas públicas—, lo que equivale a uno por cada 23.000 habitantes.
Cataluña concentra más del 80% de ellos, con 1.707 espacios. En otras regiones, la situación es mucho más precaria, y el cierre o reducción de horarios de las bibliotecas en verano no hacen sino agravar la desigualdad territorial en el acceso a espacios públicos y climáticamente seguros.
En Sevilla, por ejemplo, muchas bibliotecas públicas cierran sus puertas por las tardes en julio y agosto, o directamente interrumpen su actividad hasta septiembre. La Biblioteca Pública Infanta Elena, una de las más importantes de la ciudad, suprimió hace más de una década su horario de tarde durante el verano, provocando un aluvión de quejas por parte de estudiantes y usuarios habituales. Desde entonces, la situación apenas ha cambiado.
Uno de los refugios climáticos que ofrece la ciudad de Barcelona. Foto: Biblioteques de Barcelona
En Huesca, el conflicto se ha hecho más visible en los últimos meses. La coordinadora de Chunta Aragonesista (CHA), Sonia Alastruey, lamentó que los cierres vespertinos de la Biblioteca Pública perjudican "de forma importante a los estudiantes que se encuentran en época de exámenes".
La queja no fue aislada: en apenas un día, más de 500 personas firmaron una petición impulsada por el sindicato CC.OO. para exigir la reapertura por las tardes. La campaña advertía del perjuicio para estudiantes y opositores, que se ven obligados a estudiar en casa bajo temperaturas extremas o desplazarse a otras ciudades.
“Con ese horario, ¿cómo vamos a fomentar en los más jóvenes y pequeños que vayan a la biblioteca? Me acaban de dejar sin posibilidad de coger o devolver libros para mis peques”, lamentaba Carmen Ramírez, usuaria de la biblioteca central de Jerez, cuando se recortó el horario estival.
Barcelona, en cambio, representa la excepción que confirma la regla. Este verano, la ciudad ha activado una red de más de 400 refugios climáticos, 46 más que en 2024, que incluye bibliotecas, centros cívicos, museos, parques, piscinas públicas y microrrefugios en farmacias y comercios. La teniente de alcalde Laia Bonet aseguró que más del 90 % de la población tiene un refugio a menos de diez minutos a pie, y que durante agosto se reforzará la red con 17 espacios abiertos entre semana y 21 durante los fines de semana.
Ferran Burguillos, gerente del Consorci de Biblioteques de Barcelona, destaca a El Cultural que el modelo barcelonés no se limita a mantener abiertos los edificios, sino que activa en verano una red de bibliotecas "con todos los servicios: préstamo, internet, espacios infantiles y juveniles, programación cultural y clubes de lectura".
Este año, gracias al Plan de Barrios, se han ampliado a 17 las bibliotecas abiertas en agosto, especialmente en zonas más vulnerables. "Las bibliotecas no solo son meros espacios refugio: son grandes centros culturales con una oferta muy potente. De media, pasan 22.000 personas al día por las bibliotecas de Barcelona", añade. Para Burguillos, se trata de "espacios de encuentro intergeneracional e intercultural, fundamentales para luchar contra las desigualdades y la brecha digital".
Desde el Ayuntamiento de Madrid, sin embargo, se defiende que las bibliotecas municipales no cierran en verano y mantienen un horario amplio: "De lunes a viernes de 8:30 a 20 horas, y hasta las 14 horas los fines de semana en las que abren". Así nos lo explica Israel Doncel, jefe de prensa del Área de Cultura, Turismo y Deporte del consistorio madrileño. El adelanto de una hora en el horario de cierre entre el 15 de junio y el 15 de septiembre se debe, según aclara, a lo estipulado en el convenio laboral de los funcionarios.
El refugio climático que ofrece el Círculo de Bellas Artes este verano. Foto: Círculo de Bellas Artes
Marta Rivera de la Cruz, delegada del área, insiste en su valor durante el verano: "Las bibliotecas públicas madrileñas son espacios perfectos para sobrellevar las altas temperaturas mientras se disfruta de un buen libro o se lee la prensa. Nuestras bibliotecas no cierran en verano, pero además están acompañadas de varios espacios vegetales, el programa Refúgiate en la cultura, que ofrece flamenco en museos en las horas de mayor calor del día, y la extensa programación de Veranos de la Villa".
El Círculo de Bellas Artes de Madrid también se ha sumado a esta red de espacios abiertos durante el verano, habilitando su sede como refugio climático. Entre sus propuestas destaca un espacio vegetal cultural en su azotea, que combina naturaleza, arte y sombra en pleno centro de la capital.
Problema mundial
El problema, sin embargo, no es exclusivo de España. La escritora escocesa Ali Smith denunció el cierre definitivo masivo de bibliotecas públicas en Reino Unido en su libro Public Library and Other Stories (publicado en España por Nórdica en 2024). Mientras trabajaba en el libro, se cerraron 28 bibliotecas en Reino Unido en apenas unas semanas. En los siete años anteriores, más de mil habían desaparecido.
Smith entrelaza esos datos con testimonios de autores como Kate Atkinson, Helen Oyeyemi o Jackie Kay, y plantea que el cierre de bibliotecas no es solo una cuestión presupuestaria, sino una "guerra ideológica" contra lo público. "Creo que las bibliotecas son esenciales para una democracia informada", escribe. "Lo que está ocurriendo con ellas es una estrategia política: cerrarlas significa cortar el acceso libre al conocimiento, al pensamiento crítico, a la posibilidad de imaginar".
El mensaje de Smith resuena hoy con fuerza en las calles vacías de muchas ciudades españolas, donde las bibliotecas cerradas simbolizan un abandono institucional frente a la emergencia climática y social.
La solución no es compleja, pero sí requiere voluntad política. Incorporar las bibliotecas a los planes estatales de refugios climáticos, como ha hecho Barcelona, es un paso imprescindible. Asegurar su apertura durante el verano, con horarios adaptados y personal suficiente, debería formar parte de cualquier estrategia pública seria. Porque una biblioteca abierta no es solo un edificio encendido: es un refugio, un aula, una plaza, una casa para todos.