El Cultural
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Decía García Lorca que la poesía "no quiere adeptos, quiere amantes". Quizá por eso, nada mejor para reivindicar este arte, su belleza, su innovación y su mágica conexión con la tradición, que ofrecer unos versos inéditos de Antonio Gala, que tanto amó y tanto hizo por ganar para la causa poética a miles de lectores y que apadrinó a decenas de jóvenes autores en su fundación.

En vísperas de celebrar el próximo 21 de marzo el Día Mundial de la Poesía, El Cultural anticipa cinco poemas inéditos del cordobés, pertenecientes a la antología Cantaré mañana todavía, que publica la semana que viene la Fundación José Manuel Lara.

[Exhala cada amor...]

Exhala cada amor su propia música.

¿Cantaré al despertarme otra mañana?

Quizá la lluvia inunde

la tierra y yo la oiga

otra vez, o quizá el sol y yo lo vea.

Inalterable, el aire

continuará inquietando las adelfas.

“Todo es igual que antes de la batalla”.

Yo sabré que no he muerto

porque un sabor a sangre habrá en mi boca

y una cicatriz nueva

roseará mi pecho.

Veré huir las colinas

y no diré ya el nombre que decía.

La luz convaleciente

resbalará sobre aquel río

que explicaba mi vida.

Acataré las leyes que disfrazan

la verdad con la que no es posible

convivir. Veré la soledad no compartida

y el mundo innecesario,

y me preguntaré por qué no he muerto,

qué es lo que tanto me ha dolido,

qué canción he olvidado…

El cielo no responde a estas cuestiones.

Recuerdo –me diré– unos ojos

vagos como un perfume. ¿Son mis ojos?

Sí, fueron míos, pero no lo son más.

A través de ellos me miraba el mundo

y hoy el mundo está ciego.

¿Esto es, por fin, la paz?

Un arcángel sombrío

luchó conmigo, me parece,

hasta el alba en Betel.

¿O no se lucha allí, sino que se proclama

la hermosura enemiga?

No cogía las flores,

no temía las fieras.

Un avellano solo y una fuente

tuve, donde los dioses me envidiaron…

Y ahora estoy cojo en Queronea.

¿A quién espero ya, y por qué no anochece?

Alguien y yo tuvimos

en común solo un cuerpo.

¿Despertaré cantando otra mañana?

Hoy he bajado al mar, pero no había.

Todo era azul menos mi corazón.

No es esta la mañana, no es esta la mañana.

Al despertar, me dije todavía:

"Arriba, corazón, y ponte triste".

(De Meditación en Queronea)

Desdémona

Será preciso hacerse a la costumbre

de olvidar: de morir.

Tú has de dormirte para siempre,

ahogada por el último

largo beso de amor,

en la mano la ensangrentada llave de la sala

donde están los despojos.

Has de dormir, pero no sabes

que eres tú a quien yo hablo,

a ti, que lees este poema y dices:

"Era un poeta triste. ¿Quién sería su amada?".

En adelante nadie averiguará

el color de tus ojos

ni tu habitual manera

de entrelazar los dedos.

Nadie podrá saber el melodioso

sonido de tu nombre…

Ahora debes dormir

tú, que vienes vestida,

solo de muerte y hundes a la muerte,

que haces reverdecer y vivir a la muerte;

tú, que eres solo vida,

la única vida… Duerme.

¿Dormiré yo también?

Porque un sueño me oprime

los decaídos párpados

y quiero ya morir también ahogado

por el beso de amor.

Muere tú estrangulada

con este blanco lino

de la contradicción,

para que pueda yo morir

y descansar, si ello es posible,

sin tu nombre, tus manos, tu agonía

ni el color de tus ojos.

(De La deshora)

Niágara

Gaviotas gritan, por el aire empapado,

rodeadas de infinita indiferencia.

Espesa nube de agua oculta la caída

de otra agua verde jade, rizada y espumosa.

Entre un vapor hirviente y frío,

me anonadan tus ojos.

Desde el comienzo remotísimo

se desbordan aguas idénticas.

Lo mismo que el amor.

Solo cambia el que mira y se va.

Queda el gesto, el fervor, la triunfante derrota…

El agua y el amor son siempre iguales a sí mismos:

mudan los recipientes de la vida, no ella.

Cada millón de años, una roca

variará levemente de sitio o de postura,

y el agua saltará hasta el abismo

de una manera apenas diferente.

No habrá ojos que lo noten;

pero, por el momento,

los tuyos me anonadan.

(De El poema de Tobías desangelado)

[Estando ya...]

Estando ya mi casa sosegada,

tu amor fue como un ruido:

el ruido que, imprevisto, enajena al durmiente

y lo lleva a soñar con verdes campos.

Ahora, ya bien despierto,

recupero –más pobres– las cosas cotidianas.

Nada ha cambiado, todo está en su sitio,

y un largo día espera: el mismo día

de todos estos años.

Indiferente, el tiempo

volverá a deslizarse hacia la noche,

en silencio igual que antes.

Tu amor fue solo un ruido pasajero

en medio de la casa sosegada.

Mi corazón habría preferido

no regresar del sueño.

(De Baladas y canciones)