Le Clézio. Foto: Rodrigo Jiménez / EFE

Le Clézio. Foto: Rodrigo Jiménez / EFE

Letras

J.M.G. Le Clézio, Nobel de Literatura: "Escribir es una forma de oponerme a las políticas xenófobas"

El escritor se encuentra en Madrid para presentar 'El amor en Francia', un compendio de relatos que ponen el foco en los márgenes de la sociedad.

3 octubre, 2023 11:57

Jean-Marie Gustave Le Clézio (Niza, 1940) nació en plena II Guerra Mundial, solo dos meses antes de que las tropas de Hitler ocuparan su país. Descendiente de una familia de Bretaña (Francia) emigrante en Isla Mauricio, una colonia que en 1810 pasó de manos francesas a manos británicas, el escritor, reconocido con el Premio Nobel de Literatura en 2008, mantiene la doble nacionalidad. A los 20 años, pudo haberse alistado en el ejército inglés que luchó contra los comunistas de Malasia en la década de los 50. Poco después, a punto estuvo de ser reclutado por las tropas de Francia, que libraba un conflicto con Argelia.

Desde entonces, Le Clézio considera que aquellas guerras coloniales son "la expresión de la injusticia". Así se expresó este lunes en el encuentro con la prensa organizado por Lumen, la editorial que acaba de publicar El amor en Francia, su nuevo libro de relatos. A lo largo de su vida ha transitado de país en país, de continente en continente —residencias simultáneas en Niza, Panamá, Seúl o Nuevo México—, lo que le ha permitido escrutar las distintas sociedades desde su mirada incisiva, siempre atenta a los márgenes.

Igual que su admirada compatriota Nathalie Sarraute, que se sentaba en los cafés para escuchar hablar a la gente aunque no la entendiera, Le Clézio también se siente "un testigo ordinario" de la realidad que lo circunda, esté donde esté. "No tengo acceso a secretos", asegura, así que son sus ojos, sus orejas y los periódicos su "única fuente fuente de información". Lo mismo que reconoce la influencia de los grandes novelistas decimonónicos, en su obra quizás es más determinante "el reporte de amigos, ancianos conocidos...".

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Incluso sus propios nietos le ofrecen la jerga de la infancia, un territorio crucial en su escritura. "No es fácil adaptarse a su manera de pensar o hablar pero yo, que soy adulto, trato de acordarme de lo que era", relató el autor de La música del hambre.

En general, "los actores de la sociedad cotidiana que, sin ninguna autoridad, se relacionan en lugares públicos" son el centro de su literatura. En estos "Relatos de los indeseables", tal y como reza el subtítulo de su nuevo libro, Le Clézio sigue a un ama de cría en una historia autobiográfica, a una chica que sufre una agresión sexual, a unos vagabundos en la frontera de México con Estados Unidos, a unos niños esclavos en Perú, a otros marginados en París, a un chico que vuelve a la selva panameña explotada por los narcos... En términos geográficos, "estos cuentos también ilustran el camino de mi vida", dijo el escritor.

No obstante, "en las situaciones más trágicas hay una chispa de luz", aseguraba Le Clézio, que no renuncia al humor en estos cuentos. "Hablo de problemas que mis lectores conocen mejor que yo", afirmó también el Nobel francés, convencido de que ellos, con sus vidas corrientes, "no tienen esa capacidad" de trasladarlo a un texto. Para Le Clézio, esa es la verdadera "utilidad de la literatura".

Y a nivel personal, también es "una forma de oponerme a la política xenófoba de los gobiernos franceses, italianos, y acaso también españoles", dijo. "Cada día hay injusticias que te erizan la piel", resolvió.

De nuevo una fábula, esta vez la de un tirano que desde su palacio vigila a la gente del pueblo, le sirvió para establecer una analogía con la situación actual. "La política está bajo sospecha", recordó, y ahora los ciudadanos son vigilados a través de internet. Tal vez por eso en sus cuentos hay una cámara de videovigilancia ciudadana, metáfora del espionaje al que, presuntamente, somos sometidos. Además, "los tiranos de antes también eran populistas", deslizó.

Le Clézio, en todo caso, no se considera "una persona de acción". Nunca ha participado en manifestaciones, por lo que el papel que puede desempeñar empieza y termina en el acto de escribir, normalmente a mano y en una mesa cualquiera, según dijo. Así y todo, confesó tener "dudas sobre el poder de la intelectualidad" para transformar estas perversas dinámicas.

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Comprometido con la causa indígena por sus experiencias junto a distintas civilizaciones en América, se mostró "muy sensible" con la pérdida de los idiomas ancestrales. Que el mundo se rija por "cuatro o cinco indiomas" es "algo que se debe lamentar", pues con ello "se pierde también una identidad". Por ejemplo, "el francés amenaza al criollo y al vasco", apuntó.

A tenor de la inminencia del Premio Nobel de Literatura —la entrega es este jueves—, el ganador en 2008 aseguró que este año había propuesto a Alai, novelista de ascendencia tibetana que escribe en chino. También le gustaría que ganara la poeta uruguaya Ida Vitale, de quien considera que es "heredera de Borges" y a la que admira por su cuento "Dánae". "Lo mejor de los premios es que te dejan tiempo para escribir", concluyó.