El mar de Arena de Arabia, en una foto de la época de Wilfred Thesiger. Imagen cedida por Capitán Swing.

El mar de Arena de Arabia, en una foto de la época de Wilfred Thesiger. Imagen cedida por Capitán Swing.

Letras

La legendaria aventura del primer europeo que conquistó el mar de arena de Arabia

Capitán Swing publica ‘Arenas de Arabia’, una de las obras más famosas del explorador y escritor británico que pasó cinco años, entre 1945 y 1950, vagando por los desiertos del Territorio Vacío

26 agosto, 2023 01:26

"En la cumbre no había suaves mesetas ondulantes como las que habíamos encontrado el día anterior. En su lugar, tres cadenas de dunas más pequeñas cabalgaban sobre su espalda, y más allá de las mismas la arena descendía hasta una llanura salobre en otra gran hoz vacía entre las montañas. La cordillera más alejada parecía aún más alta que aquella sobre la que estábamos, y tras ella había otras. Miré a mi alrededor, buscando instintivamente una escapatoria. Fue una visión sin límite. En algún lugar de la lejana distancia las arenas se fundían con el cielo, pero en aquella infinidad de espacio no pude ver ni un solo objeto viviente, ni siquiera una planta marchita que alentara mi esperanza. No hay a dónde ir —pensé—. No podemos regresar".

Así relataba en 1959 Wilfred Thesiger su primera exploración al Territorio Vacío de Arabia. De allí, no solo regresó con vida, sino que completó su hazaña años después con una segunda travesía. Más amplio que la Península Ibérica, con una extensión de unos 650.000 km cuadrados, el de Rub al-Jali es uno de los desiertos de arena más grandes del mundo. Situado en el sur de Arabia, desde la frontera del Yemen hasta las regiones de Omán, está completamente deshabitado y es además una de las regiones más inhóspitas de la tierra.

Decidido a explorarlo, el escritor británico viajó, entre 1945 y 1950, en varias ocasiones a aquella región desconocida para los europeos, tal y como contó después en Arenas de Arabia, que Capitán Swing publica ahora con una nueva traducción de Gracia Rodríguez, donde narraba las dificultades de sus exploraciones mientras evocaba la belleza de un desierto hoy imposible de reconocer.

Caravana de camellos en Rub al-Jali.

Caravana de camellos en Rub al-Jali. Capitán Swing

La llamada de África

Escritor y explorador, Thesiger había tenido una infancia poco común. Hijo de un mandatario británico en Adís Abeba, nació en 1910 en la antigua Abisinia, hoy Etiopía, y pasó algunos de sus primeros años en Inglaterra donde estudió en Eton y Oxford. Testigo excepcional, recordaba él mismo en sus memorias, para entonces "había contemplado a los sacerdotes danzando en el Timkat al amortiguado son de sus tambores de plata ante el Arca de la Alianza, también a los jerarcas de la Iglesia etíope, magníficos en sus multicolores vestiduras, bendiciendo las aguas. Había visto los ejércitos avanzando para luchar en la Gran Rebelión de 1916 (…). Había oído los lamentos cuando el ejército de Ras Lul Seged fue barrido al intentar detener el avance del negus Michail y había presenciado el frenético regocijo que proclamó la victoria final".

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Thesiger tenía 20 años cuando regresó a África para asistir como invitado personal a la coronación del emperador Haile Selassie. Aquel sería el primero de sus muchos viajes al continente africano. En 1933 se convirtió en uno de los primeros europeos en entrar en el sultanato de Aussa y visitar el lago Abbe. "El río Awash bordeaba los volcanes de Jira y entraba de nuevo en el desierto, y allí acababa en el lago de sal de Abbe", relataría después, descubriéndose no solo como un buen explorador sino también como un gran narrador.

"El río realizaba un largo trayecto desde las planicies de Akaki para finalizar aquí, en este mundo muerto, que era lo que yo había venido a ver desde tan lejos: 400 kilómetros cuadrados de agua amarga, sobre la cual flotaban algas rojizas como sangre corrompida. Desmayadas olas rompían sobre el glutinoso lodo negruzco que bordeaba el lago y de las rocas basálticas se filtraba lentamente agua caliente en él. Era un lugar de sombras, pero no de oscuridad, donde el sol golpeaba inclemente y el calor devolvía el golpe desde las rocas calcinadas".

Terminada su aventura, y tras su regreso a Inglaterra, Thesiger empezó a trabajar en el cuerpo de Administración Política del Sudán, cargo que desempeñaría entre 1935 y 1940, y por el que fue enviado a Jartum. Una vez allí, durante el primer invierno, se dedicó a viajar por el desierto de Libia. Al estallar la guerra se unió a las fuerzas de Defensa de Sudán y más tarde sirvió en el Ejecutivo de Operaciones Especiales en Siria, donde trabajó durante un año entre las tribus.

Beduinos con los que se encontró el escritor.

Beduinos con los que se encontró el escritor. Capitán Swing

"Los desiertos por los que había viajado hasta entonces estaban vacíos en el espacio y en el tiempo —comparte—. Carecían de historia inteligible, los nómadas que los habitaban no tenían un pasado conocido. Algunas pinturas rupestres, unas pocas y discutibles referencias en Heródoto y Ptolomeo, y ciertas leyendas tribales del pasado reciente eran todo lo que había llegado hasta nosotros".

"Pero en Siria la pátina de historia humana tenía grosor a lo largo de las orillas del desierto. Damasco y Alepo eran viejas antes de que se fundara Roma—reflexiona Thesiger—. En las ciudades y aldeas, las sucesivas invasiones habían acumulado ruina sobre ruina, y cada nueva conquista había impuesto nuevos conquistadores sobre los últimos. Pero el desierto no había sido nunca violado. Viví allí entre tribus que afirmaban ser descendientes de Ismael y escuché a ancianos que hablaban de acontecimientos ocurridos hacía un millar de años como si hubieran sucedido en su propia juventud".

Pasos en la arena

Asesor político del príncipe heredero Asfa-Wossen Asserate, en Etiopía, hasta 1945, fecha en la que dimitió de su cargo, fue entonces cuando le surgió la oportunidad que le cambiaría de nuevo la vida: la Organización para la Alimentación y la Agricultura estaba buscando a alguien que viajara al Territorio Vacío de Arabia para recabar información sobre los movimientos de las langostas del desierto, aquel cargo, aún sin saberlo, le iba a abrir las puertas de arena del desierto, al contar con el apoyo de la Unidad Antilangostas de Oriente Medio, donde la existencia de este particular insecto se había convertido en un verdadero quebradero de cabeza.

Para sus exploraciones, Thesiger se rodeó de hombres de confianza, que provenían de tribus locales que conocían mejor que nadie el desierto y sus riesgos. Capaces de diferenciar a las diferentes etnias tan solo por las huellas de sus camellos, el trato con los beduinos no siempre resultaba sencillo.

Portada de 'Arenas de Arabia'.

Portada de 'Arenas de Arabia'. Capitán Swing

"Fueron meses duros de constante viajar durante los cuales aprendí a admirar a mis compañeros y a apreciar su destreza —relata el escritor—. No tardé en descubrir que vivir en compañía de estos hombres era mucho más fácil que con los árabes de ciudad más progresistas, quienes, tras rechazar sus propias costumbres y tradiciones, han adoptado algunos de nuestros usos. Yo mismo prefería infinitamente la arrogante seguridad en sí mismos de los bedu a la susceptibilidad fácil de herir de los efendis. Empezaba a ver el desierto con los ojos de los primeros y a juzgar a los hombres por sus parámetros".

Viajando entre ellos, el explorador compartió sus penurias, pasó hambre y sed, sintió el implacable sol del desierto ardiendo sobre su piel, las noches frías y la constante amenaza de muerte a manos de los bandidos. Tras alcanzar su objetivo, Thesiger escribió: "Durante años el Territorio Vacío había representado para mí el reto final, inalcanzable, que ofrecía el desierto. De repente se había puesto a mi alcance. Recordé mi entusiasmo cuando Lean me ofreció sin darle importancia la oportunidad de ir allí, la inmediata resolución de cruzarlo, y luego las dudas y el miedo, la frustración y los momentos de desesperación. Ahora lo había atravesado. Para otros mi viaje carecería de importancia. Lo más que se obtendría de él sería un mapa bastante impreciso que no era probable que nadie utilizara jamás. Era una experiencia personal y la recompensa había sido un trago de agua clara, casi sin sabor. Me contentaba con eso".

Del olvido al petróleo

El desierto de Rub al-Jali, las Arenas como lo conocían los beduínos, no solo era uno de los desiertos más impresionantes del planeta, también es uno de los lugares más ricos en petróleo. Tras sus dos travesías por allí, Thesiger regresó a Arabia en 1977 invitado por el Gobierno de Omán y el emir de Abu Dabi. Ya antes de 1950, relata, la Compañía de Petróleo de Irak "había iniciado la búsqueda de crudo en los territorios de Abu Dabo y Dubái.

No tardó en descubrirlo en enormes cantidades, de resultas de lo cual la vida que he descrito en este libro desapareció para siempre", lamenta en el prefacio de este libro que aún hoy, sin duda, "sigue siendo un monumento a un pasado desaparecido, un tributo a un pueblo en tiempos magnífico". Hoy, parte de este Territorio Vacío se ha convertido en un importante centro de producción de crudo ligero.

Conocido particularmente por la escritura de Arenas de Arabia, y por Los árabes de las marismas, donde relataba su experiencia junto a los pueblos que tradicionalmente vivieron en las marismas del sur de Irak, Thesiger viajó durante el resto de su vida por Irán, el Kurdistán, el África Occidental francesa y Pakistán, llegando incluso a vivir varios años en el norte de Kenia. En 1990 regresó a Inglaterra, murió en 2003. Sus libros son hoy el fiel testigo de aquellos tiempos remotos, del espíritu de la aventura y de los vastos y hermosos paisajes del desierto. A solas, entre sus palabras, levanta dunas con las arenas de colores que durante sus difíciles travesías siempre le dieron aliento.