El día en que María Ramírez cumplía 40 años tuvo que dar una charla en la Fundación Nieman de Harvard. Cada alumno, periodistas a mitad de carrera, debía explicar por qué hacía lo que hacía. María mostró “los periódicos que jugaba a hacer cuando era pequeña, el primer teletipo que [recordaba] haber escrito con una noticia que sólo tenía [ella], fotos haciendo entrevistas libreta en la mano y retazos de todas las queridas redacciones por las que había pasado”.

El periódico

El periódico

María Ramírez

Debate, 2022. 308 páginas. 18,90 



Otro alumno dijo que su historia parecía la de alguien “que se había desenamorado del periódico”. Ramírez asintió. Por eso estaba en Boston. Y por eso ha escrito este libro.

“Se titula El periódico porque esté el resultado en papel o en un móvil [sigue] creyendo que es un buen nombre para describir el esfuerzo colectivo de explicar con cierta coherencia qué está pasando en el mundo”. Y por nostalgia de cuando acompañaba a su padre, Pedro J. Ramírez, contando a ojo los montones de periódicos en los kioscos. Nostalgia de “un mundo que parece más tranquilo y ordenado y donde sentíamos nuestra labor como algo más único, tal vez más valioso”.

María Ramírez, además de una formación excepcional (Columbia, Harvard) ha trabajado en las redacciones de El Mundo y Corriere della Sera. Corresponsal en Bruselas y Nueva York, formó parte del equipo que alumbró El Español, estuvo en Univisión y, ahora es subdirectora de elDiario.es.

[Pedro J. Ramírez, la verdad hace libre al periodista]

Pertenece a la generación que llegó a la prensa minutos antes de que naciera internet, comprendió antes que otros lo que significaba esta revolución y fue parte activa de ese cambio prodigioso. “Esa revolución parecía positiva. No habíamos visto el lado más siniestro ni el tipo de candidatos que sería capaz de elevar ni las consecuencias que tendría para la prensa como guardián de los hechos y árbitro relativamente imparcial”.

Testigo doliente y en primera línea del Brexit y del triunfo de Trump, el “desasosiego de la profesión” tiene que ver con esas desilusiones políticas. Pero, sobre todo, con la gestión de una redacción y “las consecuencias en la cobertura de las noticias de decisiones tomadas en las empresas, a menudo por personas que no eran periodistas, no entendían el trabajo que estábamos haciendo, ni los retos en el terreno y en la vida de la redacción”.

Escrito con pasión, Los estudiosos encontrarán datos sobre los últimos 25 años del periodismo en España

El periódico está lleno de detalles de buena reportera como la tila que bebía Hillary Clinton en un debate con Trump. Escrito con pasión, es muy recomendable para estudiantes y noveles en el periodismo. Los estudiosos encontrarán datos y testimonios sobre los últimos 25 años del oficio en España, incluidas guerras y miserias. Todo ello relatado con elegancia, al aroma del yuzu, “un cítrico japonés muy aromático y delicado” que forma parte de “los pequeños placeres de la vida”.

Dos pinceladas. La primera cobertura en tiempo real de elmundo.es (teletipos editados por becarios) fueron las elecciones generales de marzo de 1996. La web del New York Times había arrancado en enero del mismo año “como parte de la estrategia para ampliar la audiencia y crear oportunidades para la empresa…”.

La distancia entre un ‘invento’ de periodistas y una estrategia empresarial era corta en aquel momento embrionario. A finales de 2021, El Mundo tenía 85.000 suscriptores digitales; The New York Times, 8,4 millones, 800.000 de la edición impresa y el resto, digitales.

“Lo más importante de la historia de internet en España es la falta de visión empresarial. Hubo mucho más entusiasmo, trabajo y visión periodística. El único que lo vio fue Pedro, director de El Mundo. No sabía pero tenía la intuición de que eso era algo. Luego tenía otros problemas. Los empresarios no se dieron cuenta de lo que estaba pasando. Y creo que siguen sin darse cuenta”, dice Sindo Lafuente.

A María Ramírez, en 2016 “el periodismo ya [le] había roto el corazón. Poco a poco [empezó] a entender que lo que hacíamos era una continua lucha entre el amor y el desamor y que tal vez no había que tomárselo a la tremenda. Tal vez”. Así es.