Es sabido que sin la constancia de Thelma Agnes Ducoing, la madre de John Kennedy Tole, su obra maestra, la póstuma La conjura de los necios, jamás habría visto la luz. También que sin los desvelos de su madre, Jeanne, que lo convirtió en un ser dependiente de sus mimos y su control, Marcel Proust no hubiera podido consagrar casi quince años de su vida a escribir En busca del tiempo perdido.

Pero también hay quien, como Honoré de Balzac, Charles Baudelaire o Benito Pérez Galdós, mantuvieron difíciles relaciones con ellas, llenas de desencuentro cuando no de abiertos enfrentamientos, como Marguerite Duras o Michel Houellebecq, que describió a la suya como “una vieja fulana”. Lo normal, sin embargo, son las relaciones felices.

Ediciones B acaba de publicar 'Cartas a la madre', de Nicolas Bersihand (París, 1978), un volumen que reúne un centenar de cartas rebosantes de amor, consejos, admiración y gratitud. De Gustave Flaubert a García Lorca y Antonio Machado, entre otros, ofrecemos a continuación una selección de ellas.

Fiodor Dostoievski

“Cuando ahora pienso en ti, me invade tal tristeza”



Moscú, abril-mayo de 1834

Querida mamá:

Una vez te fuiste, querida mamá, empecé a echarte muchísimo de menos, y cuando ahora pienso en ti, querida mamá, me invade tal tristeza que resulta imposible ahuyentarla. ¡Si supieras cuánto me gustaría verte! Apenas puedo esperar a que llegue ese feliz momento. Cada vez que pienso en ti rezo a Dios por tu salud. Haznos saber, querida mamá, si has llegado bien, dale un beso a Andryushenka y Verochka de mi parte. Beso tus manos y seguiré siendo tu hijo obediente.

Gustave Flaubert

“Si supieras, querida vieja…”

El Cairo, 14 de diciembre de 1849

Pobre querida vieja…

Si supieras, querida vieja, cuántas veces cada día, al ver cosas hermosas, te echo de menos y me imagino tu rostro con los anteojos, admirado, junto a mí. Sea como sea, asimilo todo lo que veo para contártelo después. ¡Cuánto hablaremos cuando vuelva, pobre querida vieja! ¡Vamos, vamos, sé valiente!

Todo este tiempo, que ahora crees tan largo, en unos meses te parecerá que ha pasado volando. Entonces solo te acordarás de la uniformidad de tu inquietud, sin todas las intermitencias que ahora pueden medir su extensión. Al decirte intermitencias, sin duda me equivoco, pues estoy seguro de que no te tranquilizas y que, de la mañana a la noche (y, sobre todo, de la noche a la mañana), te devanas los sesos imaginándote un montón de peligros que solo existen en tu cerebro.

La carta de hoy, por ejemplo, me parece más triste que las otras. ¡Cómo te vas a aburrir en Ruán! ¡Cuánto verás arder el fuego y caer la lluvia por las ventanas! […]

Guy de Maupassant

“Me encuentro tan perdido, tan desmoralizado”

24 de septiembre de 1873

Como ves, no tardo en escribirte, pero la verdad es que no he podido esperar más. Me encuentro tan perdido, tan aislado y tan desmoralizado que me veo obligado a pedirte algunas buenas palabras. Temo el invierno que viene, me siento solo y mis largas noches de soledad son a veces terribles. A menudo siento, cuando estoy solo sentado a la mesa y con la lámpara triste que se consume frente a mí, unos momentos de desesperación tan completa que no sé a quién acudir. Y, en aquellos momentos del último invierno, con frecuencia me decía que tú también debías de sentir una tristeza terrible durante las largas y frías noches de diciembre y enero. […] Acabo de escribir, para distraerme un poco, algo del género de los Cuentos del lunes. Te lo envío, naturalmente no tiene ninguna pretensión, puesto que lo he escrito en un cuarto de hora. De todas formas, te ruego que me lo devuelvas porque podría hacer algo con ello. Hay varias frases poco correctas, pero las enmendaré cuando lo utilice. Me encantaría volver días atrás, ha sido muy corto, no tenemos tiempo de vernos y de conversar, y, cuando han acabado las vacaciones, decimos: «Pero ¿qué ha pasado? Si casi acabo de llegar y apenas he podido hablar con nadie». Adiós, querida madre, te mando mil besos, también para Hervé. Tu hijo.

Oscar Wilde

“Escribo para contradecir la moral de nuestro tiempo”

Londres 27 de diciembre de 1889

Querida madre:

Como bien sabes, hace tiempo que trabajo en un libro titulado El retrato de Dorian Gray. La razón por la que me pongo en contacto contigo es para advertirte de las críticas que puede recibir mi obra, en especial por parte de la clase alta. No quiero que te preocupes por ello, ya que soy completamente consciente de lo que he escrito y de lo que quiero transmitir con el libro. Aunque creo que tienes derecho a saber qué hay en el texto que pueda molestar a la gente. En pocas palabras: escribo cosas que pueden ofender a la clase alta y contradecir gran parte de la moral de nuestro tiempo. […]

Soy consciente de que [el libro] puede ofender a la alta sociedad, debido a que retrato al hombre que quizá tenga más clase como a una persona vacua y que influye de forma destructiva sobre los demás. El arte tiene el poder de ser algo más que arte; tiene el poder de cambiar la sociedad y poner de manifiesto los problemas. Esto es exactamente lo que quiero lograr, y por ello me complacería que no dieras ninguna importancia a que se me critique por mi controvertida novela. Más bien me alegraría de ello, porque eso querría decir que se han dado cuenta de lo que he intentado transmitir. Espero verte pronto, madre, puede que dentro de unas semanas si planeo un viaje de vuelta a Dublín.

Saludos cordiales.

Miguel de Unamuno

“El cariño te ciega y no me conoces”

Salamanca, sin fecha, pero posterior al 21 de octubre de 1894. * Borrador de una carta dirigida a su madre que Unamuno nunca llegó a enviar.

[…] Tu otro error me toca más de cerca y me apena de veras. Es la idea total, absoluta y completamente equivocada que tienes acerca de mi carácter. Te pasa lo que les pasa a todas las madres, el cariño te ciega y no me conoces. Si me conocieras, ¿me recordarías acaso una simpleza pueril que no sé si he escrito alguna vez, aunque dudo y creo más bien que tuviera el sentido ni la fuerza que quieres darla?

Con la mayor tranquilidad de conciencia, de que afortunadamente gozo, con la mayor lealtad para conmigo mismo te aseguro que no tengo que acusarme en lo que he hecho del menor asomo de soberbia. Algo de ella habré podido tener en otras cosas, ¿quién no la tiene?, pero en eso ni átomo. He hecho lo que he creído mi deber, sabiendo no es el camino para eso que me supones buscar que hay mejores caminos para eso que supones busco.

Esta falsa idea de mi carácter se ha corroborado esta vez con la falsa idea que tienes del ideal que abrigo. Es muy natural que no puedas explicarte cómo haga profesión de ese conjunto de disparates que te figuras es el socialismo no siendo por soberbia o sed de notoriedad.

Pero piensa con calma y serenidad que no entiendo ni la menor idea de lo que es eso. (…)

Federico García Lorca

“No te disgustes, tontica, conmigo”

Residencia de Estudiantes [Madrid, ¿abril de 1920?]

Queridísima mamá:

Le he escrito a papá una carta dándole mis acertadas razones para convencerlo de que debe dejarme aquí. Ya verás si tengo o no razón. Ir a Granada para estar en el café Alameda y oír (porque esto tú sabrás y te lo supondrás) multitud de majaderías es cosa inaguantable dada la vida seria y buena y provechosa que hago aquí. No [te] disgustes, tontica, conmigo porque te diga que escribir cartas es un latazo; ya sabes muy bien de qué manera lo digo y además decía (y lee bien la carta) que era tan solo exceptuando a vosotros. Las fiestas de Eslava son de tarde en tarde y son muy artísticas y agradables. Si yo viera algo malo en ellas, ¿iba a mandaros programas?

En este ambiente la holgazanería es difícil porque como todos trabajan no hay más remedio que trabajar. El que va por malos caminos, mamá, es porque es mala persona y canalla... Yo te ruego que leas la carta de papá y pienses también en lo que digo. Gracias por todo, especialmente por los calcetines. […]

Miguel Hernández

“Madre, me acuerdo mucho de ti”

Alicante, 5 de enero de 1942

Mi querida madre:

Me encuentro francamente mejor. Un poco débil, como advertirás en la letra, pero dispuesto a ponerme bien pronto, y además fuerte. Ha sido un principio de tifus, según el resultado del análisis de sangre que se me hizo. Hoy ya no existe ningún peligro. Tengo ganas de tener unas letras tuyas y saber de ti, de la tía Antonia y demás familia. No quiero que se te ocurra venir hasta que llegue el buen tiempo, a pesar de las ganas tan grandes que tengo de verte. Esta primavera vendrás, si no se me ocurre a mí ir antes.

Madre, me acuerdo mucho de ti. No sufras, come, cuídate y ya vendrán mejores tiempos. Ya estoy aquí en la enfermería de la prisión, un poco impaciente de llevar treinta y siete días en cama, y eso que es la primera vez que duermo en ella después de dos años y medio de prisión (un poco más). Bueno, vieja, se me cansa la mano y te voy a abrazar, no es muy fuertemente, porque no puedo, pero sí con las fuerzas necesarias con que cuento actualmente. Hasta la tuya te saluda y abraza otra vez tu hijo.

Noticias relacionadas