Un lugar llamado Antaño

Olga Tokarczuk

Traducción de E. Rabasco y B. Wyrzykowska. Anagrama. Barcelona, 2020. 264 páginas. 20,90 €. Ebook: 13,99 €

Antaño está en el centro del universo. Es un territorio polaco, pero si lo buscamos en el mapa, no lo encontraremos. No es un lugar físico, sino un espacio donde lo posible ha ensanchado su horizonte, aboliendo las diferencias entre lo real y lo imaginario. En Antaño, los seres humanos se comunican con los animales y los árboles. Los arcángeles custodian las fronteras con espadas flamígeras y cabelleras ondulantes. En su frontera sur, se alza el pueblo de Jeszkotle, con sus casas bajas, sus calles embarradas y su iglesia, cuyo campanario, místico y espigado, apunta hacia la eternidad.

El pecado ha penetrado en las almas que lo habitan, alimentando la ambición, la lujuria y la deslealtad. En el centro de Antaño, Dios levantó una colina que cada verano se llena de abejorros. “A Dios le corresponde crear y al ser humano dar nombres”, pero los nombres no revelan lo que son las cosas. Solo las designan, sumiendo su esencia en una oscuridad impenetrable, semejante a la del río Negro que anega los prados cada primavera, mostrando la impotencia del hombre para someter a las fuerzas de la naturaleza. El Negro se encuentra con el arenoso y dorado río Blanco en el molino de Genowefa, la mujer que espera el hijo de un joven amante, mientras su marido Mijaíl combate en el frente con uniforme ruso. El ser humano vive esclavizado por sus pasiones, que desbordan sus intenciones a cada instante, reflejando el desorden del mundo.

Esta tercera novela de la Nobel polaca utiliza las técnicas del realismo mágico reforzadas por una prosa sensual e impregnada de trascendencia

Olga Tokarczuk (Sulechów, Polonia, 1962), Nobel 2018, alcanzó el reconocimiento internacional con Un lugar llamado Antaño, su tercera novela. Se trata de una ficción que utiliza las técnicas del realismo mágico, reforzadas por una prosa sensual y poética, donde los paisajes del alma se funden con los del mundo natural, revelando que la vida no es una perspectiva unívoca, sino un prisma con un número infinito de lados. Tokarczuk se muestra tan hábil en la creación de personajes como en la articulación de la trama, creando un universo donde los hechos están salpicados de reflexiones filosóficas y explosiones de lirismo. Cada personaje expresa una actitud existencial que trasciende el marco histórico y cultural. Genowefa es la mujer que ama y traiciona, incapaz de soportar la soledad. Espiga es la prostituta repudiada por todos, que desafía a los prejuicios, ejerciendo su libertad sin inhibiciones. Sin nombre ni identidad, el Hombre Malo se pasea por la historia, evidenciando que nuestra alma es el escenario de una confrontación permanente entre el bien y el mal. El sacerdote de Jeszkotle está demasiado apegado al dogma para comprender el misterio de la vida. No distingue entre el azar y el mal, la fatalidad y el pecado.

Olga Tokarczuk es polaca y su literatura está impregnada de trascendencia. Nos habla de otros mundos y otros tiempos que no se pueden nombrar con palabras. El mundo no se agota en lo visible. Las ciudades no son conglomerados inertes, sino fenómenos espirituales que expresan una manera de habitar la realidad. Todo cambia, pero no hay progreso. El sufrimiento, la muerte y la putrefacción reinan como monarcas absolutos. Muchos acuden a la Virgen de Jeszkotle, buscando esperanza, pero el clima turbio e inestable de Antaño suele frustrar sus expectativas. Tokarczuk utiliza un molinillo de café como metáfora, señalando que todo gira sin cesar, ignorando al hombre, un ser insignificante en la historia del cosmos. Dios tal vez existe, pero no lo comprendemos. No es inmutable, sino movimiento perpetuo. Se manifiesta escondiéndose, pero está detrás de todos los procesos. Es como la parte posterior de nuestra cabeza. No podemos verla, pero nos sostiene.

Tokarczuk relata el desamparo del hombre, maltratado por la historia y la naturaleza. Florentynka, una mujer prematuramente envejecida que ha perdido a todos sus hijos, maldice a la luna. Su gesto parece absurdo, pero quizás es la forma más clarividente de protesta posible. Un lugar llamado Antaño es, en fin, una magnífica novela que aborda los grandes temas de la literatura: el amor, el sexo, la soledad, la guerra, la niñez, la muerte, Dios… Su perspectiva melancólica y escéptica, tan común a la escritora, no excluye la ternura hacia la fragilidad del ser humano, abocado a preguntarse siempre sin respuesta por qué su existencia finaliza con la indignidad del no ser. El reinado de la muerte parece inexpugnable, pero se tambalea cada vez que se produce un nuevo nacimiento. Los arcángeles de Antaño luchan contra el demonio para que su voz estridente y obscena no sea la última nota del universo.