Manuel Montalvo

Nuestro autor lleva tatuado en su cuerpo y en sus libros la realidad de qué crudo es vivir. Es un escritor que lo ha experimentado todo y lo cuenta, sin los remilgos de quien cree que la escritura como tal tiene que venir acompañada de virtudes redentoras.

Como dijo el clásico, lleva el que ha vivido. Y Manuel Montalvo ha vivido en un tiempo y en un país, en una ciudad y en unas noches que quizá sean las más nuestras. Fuerte y tatuado, cada tatuaje es una cicatriz y cada cicatriz un tatuaje. Su existencia es el reflejo de que la Literatura ni redime ni ése debe ser su objetivo, pero hay escritores concretos que sí pueden redimirse por la escritura. En el prólogo personal de Manuel Montalvo (Madrid, 1980) está el condicionante de venir de familia humilde, la trágica pérdida de un ser querido y las noches como cancerbero de los garitos sin sol ni día. Más o menos cuando Madrid 'la nuit' llegó a ser 'Chicago años 30'. De eso hará poco, por lo que el background de Montalvo está fresquísimo. Con todo esto en la ficha biográfica, ya Montalvo se saldría de cualquier tipo de horma. Pero es nuestro autor poseedor de claroscuros que no tiene rubor en confirmar. Porque la existencia puede o no ser un género literario; lo es, quizá, si hay el valor de contarse y confesarse. Y entonces ese valor de poner las tripas en negro sobre blanco, como diría Dragó, evidencia el escape a la horma.

Narrador de impulsos

Responsable de seguridad de discotecas, Montalvo fue ‘gorila' a razón de un físico imponente y de esa diplomacia que algunos humanos muestran en el Averno. Contó Javier Negre en El Mundo que el día de la tragedia del Madrid Arena nuestro #fueradehorma andaba allí. Esa noche no trabajaba, y se implicó en el rescate en aquel Halloween en el que toda una generación perdió la inocencia. De hecho, en sus libros no obvia la brutalidad del vivir. (“Mi pasado ya no pesaba tanto y resurgieron las ganas de continuar con ese nuevo recorrido. Porque, si lo pensamos bien, la vida se trata de eso: vivencias que nos hacen crecer como seres humanos (…)”). Se accede a la escritura de Montalvo como quien accede a un universo conocido, cercano. La moral a estas alturas lectoras sirve de poco; despojados de ella la narración es ya más clara.

Descarnado

Montalvo anduvo en el hampa y se rehabilitó. Empezar con 16 años en la puerta de un local tiene que marcar necesariamente. Vivió deprisa y dejó un bonito escritor. Pisó poco el trullo y ese tiempo en la trena le cambió el chip. El Lute se sacó Derecho en la cárcel y Montalvo se sacó la carrera en su casa. Después anduvo por destinos exóticos, pacificando el espíritu, y cayó en que lo suyo podría ser la crónica de una vida intensa. Y algo más. Entonces publica Cosas y pelo, donde el sexo figura como pulsión, adicción: se descarna Montalvo frente a quienes aún subliman la Biología.

Sin cursilería

Alcanza una suerte de consagración. Y empiezan a llegarle los reconocimientos, y se da cuenta que la sinceridad bien escrita es tan literaria como los mundos de Tolkien. Da a la imprenta Cartas al cielo, donde este tipo duro y musculado es más emotivo en un desgarrador breviario sobre la muerte. Continua su narrativa, digamos que más sexual, con Dolor. Y es que en torno al sexo, en la crudeza del mismo, Montalvo encuentra también a su público. (“Cabalgaba encima de mí como una experta amazona. Con tanta delicadeza que no había un solo centímetro de su piel que no reaccionase ante tal arrojo. Ella era el sexo. Sexo elevado a su máxima expresión. Y su olor era capaz de advertirte de la peligrosidad de sus curvas. Desprendía un aroma a perdición y dependencia. Carmen tenía el poder de llevarte hasta donde quisiera”). No obstante, la dureza de Montalvo no es ajena a ciertas posibilidades que tiene el Ser Humano para exprimir los sucedáneos de felicidad. El periplo vital de este #fueradehorma tiene en su última novela, La maldita manía de quererte, una historia más polifónica en la que parece haber puesto en sordina aquel despiadado mundo que al final acaba apareciendo. Montalvo no puede obviar su sinceridad, ni acunarnos con cursilerías; es por esto por lo que avanzada su novela entendemos que su protagonista, Kilian, es de carne y hueso.

Sincero

Para retratar a Montalvo en esta sección, para escribirle el perfil, lo encontramos en el veraneo madridí del pantano de San Juan. Nos cuenta que descubrió que era escritor “tras la publicación de su segundo libro”, y que todo lo escrito/publicado antes no era sino “la necesitad de contar lo que tenía dentro”. Se trata de un novelista sincero, para el que no hay rutinas frente al folio en blanco: “Cuando estoy con un libro nuevo escribo en todos sitios. A poder ser en lugares con gente y ruido. No sé el motivo pero me concentro mucho más”. Sorprende su timidez cuando prefiere contarnos por escrito el momento en que ya se supo escritor. Hay una ternura y un dolor que se les escapan a Montalvo, y por eso nos resulta tan cercano. Se preguntaba Paco Umbral en Mortal y rosa si el espanto podría dar lirios: leyéndolos a los dos, la respuesta parece clara. En breve vuelve a sacar novela. @JesusNJurado