Image: Tomás Alcoverro: Lo que me gusta de Líbano es que rompe esquemas

Image: Tomás Alcoverro: "Lo que me gusta de Líbano es que rompe esquemas"

Letras

Tomás Alcoverro: "Lo que me gusta de Líbano es que rompe esquemas"

El periodista reúne en La noria de Beirut una selección de sus principales crónicas sobre el país árabe, donde vive desde hace más de cuarenta años

17 abril, 2018 02:00

Tomás Alcoverro

Como un equilibrista sin red de fondo que se aferra a la cuerda, a la vida, para seguir de pie suspendido en el aire, Líbano se mantiene entero, a pesar de sus inestabilidades. Cruce de identidades y culturas, con una extensión de 10.443 kilómetros cuadrados, se le conoce a menudo como el país surrealista. La patria de Adonis, lugar de acogida para pueblos perseguidos, llevó durante algún tiempo la terrible etiqueta de 'la Meca de los secuestradores'. De él dijo De Gaulle que hacer política allí era "como pisar huevos". No en vano, su oficio es el de los mejores trapecistas. "La noria -escribe Tomás Alcoverro (Barcelona, 1940)- es la mejor metáfora de Beirut, con su ininterrumpido girar".

Prueba de ello precisamente son las crónicas, desde hace más de cuarenta años, del periodista catalán, autor también de obras como La historia desde mi balcón o Por qué Damasco. Residente del barrio libanés de Hamra, acaba de publicar La noria de Beirut. Vida en la ciudad que siempre renace (Diëresis), donde reúne algunos de sus principales artículos. "Un libro amable" donde no "hay especulaciones, ni elucubraciones políticas", explica.

Entre sus páginas desvela el periodista, por ejemplo, algunas curiosidades como por qué faltan pájaros en Líbano. O que tampoco hay servicio de trenes. "Ha habido momentos en que han intentado que volviera a funcionar y no han podido", informa. Entre sus pasajes más surrealistas, no obstante, recuerda Alcoverro el que protagonizaron algunos estudiantes de una pequeña universidad armenia de Beirut, que, en medio de la lucha espacial de las grandes potencias, decidieron construir su propio cohete. "El cohete - cuenta el corresponsal ahora-, no acabó en la luna sino en Chipre".

Pregunta.- Tras cuarenta años viviendo en Líbano, más de ocho mil crónicas de la zona, no ha debido ser fácil elegir sus textos, ¿en qué se basó para hacer esta selección concreta que aparece en La noria de Beirut?
Respuesta.- Las que he seleccionado son crónicas más líricas, más personales. Yo creo en la crónica personal, me parece que en un mundo lleno de informaciones tan instantáneas, a veces acertadas y a veces no, el papel de un modesto corresponsal es muy simple. Más que un punto de vista, lo bonito es poder transmitir una emoción. En este sentido, las crónicas las he elegido por eso.

El problema que hay en Oriente Medio es la especulación. Nadie sabe nada y todo el mundo especula."

P.- Por lo que cuenta, da la impresión de que no hay ningún otro país que se parezca a Líbano en el mundo, ¿qué le hace ser tan especial?
R.- Desgraciadamente Líbano es Beirut, porque pesa mucho. Y lo que me gusta es que rompe esquemas. Es un país pequeño, montañoso, sin grandes monumentos como los que hay en Egipto o Siria. Es también su gente, variopinta y a veces un poco explosiva. Líbano da posibilidades. El mundo árabe es muy complejo, cada uno tiene su modo de ser. Pero algunos países, que son los que están en la parte del Mediterráneo oriental, lo que sería Líbano, Siria, lo que era Palestina y un poco Irak, conforman lo que se llama el Levante. El levantino es un tipo de gente que ha desaparecido. Cristianos, casi siempre francófonos, que tuvieron una época de esplendor, durante el siglo XIX y XX, que eran los que formaban un poco las minorías en Alejandría, Esmirna y Estambul. Un tipo de gente muy occidentalizada que tenían la doble cultura, árabe y francesa. Me siento muy cercano a este tipo de vida.

De ellos habla también en La noria de Beirut. Personajes como las cantantes Dalida o Haifa Wehbe, el cantautor egipcio de origen griego, Georges Moustaki o el concertista de guitarra, Joseph Iskanian. "Todo este mundo ha desaparecido", afirma.

P.- ¿Y por qué ha desaparecido?
R.- Cuando muere el cosmopolitismo de Alejandría, que dura al menos cien años, desaparecen. ¿A quién le iba bien esta Alejandría cosmopolita? No al pueblo egipcio sino a una clase más culta, más enriquecida y más mercantil. Cuando termina, por una serie de razones políticas como la guerra de Suez, la intervención francesa y británica, el golpe de estado de Nasser, la guerra de Israel con Egipto... todo eso hunde aquella Alejandría que vivía muy de cara a Europa y a París y que en parte era un cuerpo extraño en una población árabe y musulmana. Cuando las minorías griegas, francesas, maltesas, italianas, etc., no tienen más remedio que irse de Alejandría, expulsadas por el nuevo régimen, hay mucha gente que llora y otra que está contenta. Los egipcios lo están. Es entonces cuando el premio Nobel de Literatura, Naguib Mahfuz dijo aquello de: "Alejandría se ha hecho egipcia".

P.- Menciona en su libro una cita del historiador Henri Laurens: "Si alguien ha entendido algo de Líbano es porque se lo han explicado mal". ¿Usted trata de explicarlo en La noria de Beirut?
R.- No intento explicarlo. Hay pequeñas descripciones, nada más. Un problema muy grande que hay en Oriente Medio, desde el punto de vista periodístico, y que tenemos los corresponsales occidentales, es la especulación. Nadie sabe nada y todo el mundo especula porque el tema es complicado. Hay muchas manos, negras y blancas, y entonces es fácil inventar cualquier teoría. Me tranquilizo un poco cuando veo que los árabes tampoco lo ven fácil. No es, por tanto, el no ser árabe. El tema en sí mismo es complicado para ellos mismos.

P.- En este sentido, escribe que "nadie pudo entender que en esta ciudad, desahuciada durante años, la vida tuviese suavidad, ternura", ¿cómo se explica eso?
R.- Beirut es femenina. Una femenina un poco casquivana. Hay un verso de un diplomático español, amigo mío, que se llama Federico Palomera que dice así: "Hay ciudades que tienen nombre de puta exótica". Y esto es Beirut, un poco. Una ciudad frágil, muy sensual y muy codiciada. Que le gusta y sabe vivir, a pesar de todo.

P.- ¿Cómo ha afectado la guerra de Siria a Líbano?
R.- Muy mal pero podría haber sido mucho peor. Ante todo muy mal porque el país está totalmente dividido. Hay una parte con el gobierno, y otra con la oposición. En concreto, los sunitas están con la oposición y los chiitas con el gobierno alauita, que es una escisión del chiismo. Por lo tanto la división no es nueva, siempre ha estado ahí, pero el contagio de la guerra se ha notado sobretodo en el tema de los refugiados, 1.200.000 en un país tan pequeño, de 4.000.000 de habitantes, y además en el miedo de los libaneses. Esto afecta a la seguridad interior y ya afecta a la vida cotidiana. Viven en localidades donde, por ejemplo, el agua escasea. Se plantean problemas graves. Líbano se queja, con toda razón, de que en Europa se estiran los cabellos porque tienen unos cuantos miles de sirios y allí la cuarta parte de la población es siria, mientras las ayudan que prometen no llegan de la manera que habían dicho. El tema de los refugiados por sí mismo es un drama pero tampoco por eso hay que hundir un país flojo como Líbano.

Beirut es una ciudad frágil, muy sensual y muy codiciada. Que le gusta y sabe vivir, a pesar de todo".

P.- De hecho, llama la atención precisamente esa capacidad de que un país tan pequeño haya acogido a tantas personas, ¿no cree?
R.- El Líbano tiene la mala suerte de ser un país del que los libaneses emigran. No es algo de ahora, ocurre desde hace 200 o 150 años, y en cambio es un país de refugio para los que viven en los alrededores. Armenios, palestinos, que hay unos 300.000, luego llegaron los iraquíes y ahora 1.200.000 de sirios. Líbano tiene casi la mitad de la población extranjera. Con todo, a mí me gusta porque sale de momentos difíciles. Y sale, de ahí la cosa de la noria como una metáfora que va girando y girando.

P.- Y, sin embargo, pese a todas estas paradojas, es un país que se reinventa constantemente, ¿no?
R.- Efectivamente. De ahí, por ejemplo, que haya grandes modistos, diseñadores, una importante cultura del diseño, de la música... Hay una gran creatividad. Podemos entrar entonces en el debate de que cuando hay creatividad es cuando hay guerra. Cuando la gente intenta hacer esa obra que tiene en su cabeza, que la tiene que sacar en contra de todos los condicionamientos exteriores que no son favorables y pese a esto lo consigue, es cuando se da la mayor creatividad.

P.- ¿En eso tiene que ver que sea un país bastante cultural?
R.- Tiene un fondo cultural que yo creo que se debe a la influencia occidental y la cristiana. Sin los cristianos Líbano no sería lo que es. Y luego hay una convivencia que, aunque a veces se rompe, la hay. Hay un contagio de la comunidad cristiana sobre la musulmana y al revés. Eso es evidente. Bien es verdad que las diferencias existen, no hay matrimonios mixtos, cada uno está encerrado en su gueto.

P.- Líbano es el mayor editor de libros de los países árabes. En su libro menciona, incluso, que en su ferias del libro, había mucha edición siria, pese a su actual situación, ¿no le resulta curioso?
R.- Sí, porque Siria siempre rompe esquemas también. Yo me encontré hace un par de años con dos o tres editores de Alepo. Pero ese también es otro tema. La guerra no quiere decir que todo esté en guerra. Uno hace su vida e incluso edita libros.

P.- ¿Y cree posible que alguna vez se logre la estabilidad en Oriente Medio?
R.- No. Soy pesimista y siempre me repito y digo que lo peor está por llegar. El tema es muy complicado porque aquellos que hacen los planes para declarar guerras en Oriente Medio se rompen las narices en contra de los cristales una y otra vez. Los planes no salen como se había pensado que tenían que salir. Porque el tema en sí es muy complicado.

@mailouti