De izquierda a derecha y de arriba abajo, Clara Janés, Eloy Sánchez Rosillo, Isabel García Mellado, Juan A. González Iglesias, Ana Merino, Antonio Lucas, Raquel Lanseros, Pablo García Casado y Olvido García Valdes

Max Planck

En rojo blanco el cuerpo negro

pasa al espectro por mano del calor.

La palabra "discreta" asalta

a la palabra "energía"

y el átomo radiante

busca adjetivo

en la oscilación.



El parque de Grunewald

deja caer el verde

hasta los pies del paseante

envolviendo amoroso

la nueva concepción de la naturaleza

que puebla su cerebro.

Y ya en diciembre, se acuñará

el "cuanto de acción"

con la llegada de las nieves.



Es la luz, es la luz que cobra ahora

distinto aspecto

y descubre una constante

implicada en toda la materia.

Corre el año de mil novecientos...



Clara Janés

Movimientos insomnes (2015) es su última antología




Niebla

A través del vivir sopla muy fuerte el viento

y aún más del otro lado de la muerte.

¿Dónde te has ido, dónde están los días

de aquel amor sutil, pero muy hondo?

Ahora camino a tientas y te busco.

Mis pasos te presienten en el sueño

que es siempre el caminar,

y daré al fin contigo una mañana

de luz cernida en el fluir de todo.

Me buscas tú también entre la niebla

que nos envuelve y que tal vez ya acaba?

Sabrás cuando regreses que sigo en pie y que gira

de nuevo lentamente nuestro mundo:

cómo no respirar, cómo apagarse.

Aquí estaré sin falta y nos veremos

-tú a mí, yo a ti-

tan renacidos de la propia vida,

de esta muerte tan grande.



Eloy Sánchez Rosillo

Quién lo diría (2015) es su último libro de poemas




Poema póstumo

abandono a maría salgado

en un sillón al fondo de la estantería

y dejo que los pájaros repitan mi nombre



sobrevolar el océano, el nombre del océano

dejar atrás mi nombre -ser- donde empieza

mi vida



nací, curiosamente, el día del parto de mi hija



Isabel García Mellado

Por La casa de la cruz se le concedió el premio ‘Ciudad de Burgos' en 2015




[sin título]

por los dientes llega

la calavera, trae lo real

el olor era hedor, era

sagrado, blancura

amanecida de huidiza

memoria



persígnate con flores

azucenas y gatos, vuelve dolorida

a envolverte en ti, aún

no despiertes, allégate

en el signo, en la dulzura, chasca

la lengua no, que era enemiga, dulcifica

la loca sustancia de lo negro, arropa

confiable la parra saneada, haz

lo que haces



dicen que la violencia

se hace sufrimiento y el sufrimiento

amor, ¿por qué lo dicen?, ¿cuándo

florece?



se aproxima con la quietud

el llanto, se aproxima el canto

que no es música, el canto de la encía



Olvido García Valdés

Lo solo del animal (2012) es su último libro de poemas publicado




Un Dios

En cada uno de los dioses cabe la certeza de no serlo

y eso los dibuja aún más fieros.

Cómo creer en lo que no ha nacido

y exige rendición y sólo está en los libros.

De qué ángel roto viene el hombre,

la mujer, el océano, la multitud de los recuerdos.

Y por qué siempre un dios como amuleto

si sabemos que llegaron

de esa misma maldición de la que viene el miedo.



Antonio Lucas

Con Los desengaños ganó el premio Loewe de Poesia en 2014




Lavanda

Pusimos lavanda en los marcos de las ventanas,

no quedaban arañas

para combatir a los alacranes,

solo el aroma del espliego

con sus espigas de flores.



Un pulso azulado para frenar aquel asedio

de esos seres solitarios

que buscaban invadirnos cada noche.

Hicieron alianzas para asustarnos,

querían que nos fuéramos, que abandonásemos,

quitarnos la esperanza con sus pinzas y su aguijón.



Por eso recogimos las espigas de lavanda

y sembramos con sus flores las rendijas de la casa;

inventamos un perfume, un olor que ahuyentara

a esos seres de abdomen anillado.

Creamos una fortaleza

capaz de repeler aquel hostigamiento.



Extracto de lavanda en la respiración,

y nosotros inamovibles y enteros,

extrañamente felices, confundiendo los días,

adornando las sombras con pétalos.



Ana Merino

Hace dos años lanzó Los buenos propósitos




Semidesnudos

Cómo hemos alcanzado la camaradería.

Estamos ya descalzos como dos karatekas.

Los pies pisan tarima de madera y baldosas

de barro. En un momento los pies pisan los pies.

Para que haya dos héroes tiene que haber un reto.

Es un entrenamiento, un combate sagrado.

Semidesnudos, somos iguales a centauros.

Se acercan los dos torsos thoracatos, se abrazan.

Estamos en silencio. Estamos sin aliento.

Me gusta tu loriga recién inaugurada.

Qué maravilla todo lo que hemos olvidado.

Hemos hablado tanto de los plexos solares

y ahora están en contacto. Dejémolos a ellos.

Que sean un solo árbol con mil inervaciones.

Descansemos de todo. Con la mano derecha

busco tu corazón. Su alboroto es el mío.

Cuánto tiempo llevamos con los ojos cerrados.



Juan Antonio González Iglesias

Con su último libro, Confiado, obtuvo el premio Ciudad de Melilla en 2015




Ropa tendida

El viento pone a secar nuestras banderas, ondean en los tendederos, emblemas de lo que fuimos, de aquello a lo que aún aspiramos. Me adentro en las hileras, calcetines, tops, camisetas, sábanas. Que muestran la región escondida de la casa, banderas de sexo, beige, verdeoliva, de encaje, dejando entrever la silueta de Mari, buenas tardes, aquí, con la ropa, Mari. Que no es ya la enfermera rotunda, Mari, Mari, han caído los pómulos, y los pechos, un día afilados, turgentes, parecen bolsas llenas de verdura. Y me habla de su nieto, y miro sus uñas, pintadas, brillantes, Mari, Mari, litros de semen derramados, sueño y deseo, sábanas que se pegan a la cara, y ahora aquí, recogiendo la ropa, en la vieja azotea de mi casa. La azotea de los porros en verano, antenas parabólicas, luna de agosto, madre y señora del vino. Miro la ropa de mis padres, mi ropa, la ropa de mis hermanos, la ropa de toda nuestra vida, camisetas, tops, calcetines, toda en el segundo tendedero, el que asignó la constructora. A ese joven matrimonio que se vino a vivir a las afueras. Voy recogiendo las pinzas, poniéndolo todo en el cubo, rápido, las nubes anuncian tormenta.



Pablo García Casado

García es su último poemario publicado




El invasor

Apareció primero imperceptible.

No avisó, se dejó ver sin más de pronto un día.

Era una cicatriz sobre un blanco insistente.

Luego se fue abultando, adquiriendo relieve.

Una muesca en la cal



una hendidura oscura sin fondo y al acecho.

Siguió creciendo igual que una amenaza

de la que nadie habla



porque todos la temen.

Ahora no tiene fin. Recorre entero el lienzo que una vez fue unánime.

Puedes llamarlo

Grieta en la pared

O por su nombre: el miedo



Raquel Lanseros

Esta momentánea eternidad. Poesía reunida es su último libro